Respecto al plan de reconstrucción par Acapulco y Guerrero, anunciado ayer en Palacio Nacional por el presidente López Obrador tenemos una noticia buena y una mala. La buena es que el mismo incluye muchas acciones que serán muy útiles ante la emergencia para ayudar a la gente, sobre todo para los sectores populares, que han perdido casi todo. La mala es que se trata de eso, de un plan de ayuda inmediata pero no es un proyecto, una estrategia, un plan para reconstruir Acapulco.
El presentado ayer incluye adelantar dos meses el pago de todos los programas de apoyo, desde la pensión para adultos mayores hasta las becas, desde el apoyo a productores hasta el otorgado a los jóvenes. Excenta el pago de luz e impuestos durante algunos meses, entrega de enseres y despensas, y a todos los hogares dañados se les destinará, 8 mil pesos para limpieza y pintura, y entre 35 mil hasta 60 mil pesos a cada vivienda de acuerdo con sus daños, según el censo que se está realizando. Todo eso, dice Hacienda, implicará la utilización de unos 60 mil millones de pesos. Será la gobernadora Evelyn Salgado, junto con la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, la encargada de implementar este plan. No será una tarea sencilla y la gobernadora deberá fortalecer y ampliar mucho su equipo, hacerlo muy eficiente para afrontarla con rapidez. Dicen que la crisis se puede leer también como oportunidad.
Todo eso será útil pero insistimos, no reconstruirá Acapulco. Alcanza para atender estos primeros días, semanas, de la emergencia, pero sin recursos para la reconstrucción económica del puerto y sobre todo de su infraestructura turística, no se podrá salir adelante. Hay unas 300 mil vvinedas afectadas, 600 hoteles de todo tipo y condominios turísticos (desde los de lujo hasta los populares), restaurantes, changarros, tiendas desde departamentales hasta tianguis, que necesitan volver a levantarse y trabajar.
Para reconstruir la infraestructura turística, como ocurrió por ejemplo en Cancún con Wilma, se necesita mucho más, y más aún en Acapulco, una ciudad que ha crecido en medio de un notable desorden urbano. Ante la magnitud de la tragedia tendría que aprovecharse la oportunidad (como ocurrió con Cancún en su momento) para atender fallas urbanas estructurales (como mover a colonias enteras asentadas en los cerros que se deslavan en cada tormenta y dejan víctimas humanas y materiales). Con problemas adicionales: hemos visto muchas veces como esos apoyos en efectivo (necesarios porque la gente se ha quedado sin trabajo) no se utilizan en la recuperación de las viviendas sino en el gasto corriente, y por ende no tiene un efecto real en la recuperación de viviendas y bienes. Y cuando se acaba ese dinero se tiene que volver a empezar.
Las experiencias previas demuestran que tiene que haber apoyos fiscales como se ha anunciado, pero también mucho más: tienen que otorgarse créditos blancos a propietarios y empresas de todo tipo, granes y pequeñas, con incentivos fiscales de mediano y largo plazo, se tienen que construir viviendas populares con sus servicios en lugares mucho más accesibles, se tiene que reordenar la mancha urbana. Se dirá desde los duros de la 4T (que tanto daño hacen) que porqué se tendrían que usar recursos públicos o fiscales para ayudar a recuperar, por ejemplo, Acapulco Diamante. Pues por la sencilla razón de que de allí surgen los recursos, los puestos de trabajo, lo que genera la riqueza y la actividad económica del puerto. Sin turismo Acapulco se convierte en una ciudad fantasma. Se lo debe recuperar y potenciar para que sea el motor que ponga en marcha lo demás. Los programas asistenciales servirán en la medida en que esos motores estén en marcha. Y se entiende que la reconstrucción será gradual pero cuanto más lenta sea mayor es el riesgo de que no se termine implementando.
La otra variante clave es la seguridad. Sin ella tampoco habrá inversiones. La seguridad que era endeble, se ha perdido con el huracán. Se tienen que dejar de lado, condenar, tonterías incríebles como los dichos de la presidenta municipal Abelina López justificando robos y saqueos porque son una suerte de búsqueda de “cohesión social”. Puede haber desesperación por alimentos, pero robarse cajeros automáticos completos es una actividad criminal. Y Acapulco hace mucho tiempo que está acosada por el crimen. Los vacíos que deje el Estado en ese sentido lo llenarán, como lo han hecho en la última década, los grupos crimianles, que ahuyentarán la inversión pero sobre todo castigarán a los sectores más populares.
Dentro del plan se informó que se establecerá, en cada colonia de más de mil viviendas, un cuartel de la Guardia Nacional con 250 elementos, para evitar el robo en viviendas y establecimientos comerciales. Está muy bien, pero esa presencia debe ser permanente y debe ir acompañada de las labores de desarticulación de los grupos criminales. La sola presencia de la Guardia Nacional no alcanza y eso obliga, además, a crear fuerzas policiales locales, estatales y municipales, que hoy están maltrechas, coptadas o intimidades por los grupos criminales. En el reordenamiento urbano de Acapulco, la reconstrucción perdida de su seguridad debería ser, es, prioritario. La crisis, insistimos, puede ser oportunidad.