Lo que está haciendo el gobierno federal es incomprensible. No cabe duda que el Presidente y su gobierno están molestos con la cobertura de la tragedia de Acapulco y Guerrero que exhibe la enorme suma de errores que se cometieron y la magnitud de la tragedia sufrida. A este gobierno que habla tanto de los pobres, parece que no le gusta juntarse con los más pobres en su desgracia, asumir responsabilidades, escuchar quizás algunas porras pero también muchas mentadas, de la gente que perdió todo, dar la cara, asumir compromisos directos. Le gusta quedarse lejos, ver las tragedias desde el aire o por televisión. Por eso se molesta cuando los medios no muestran lo que quiere.
No recuerdo un Presidente que ante un desastre de estas características no haya estado en algún momento recorriendo, a pie, las zonas afectadas. El único recorrido presidencial fue aquel frustrado en camioneta (que pareció más un distractor ante la tragedia, que un intento serio de llegar a Acapulco, porque bien podría haberlo hecho en helicóptero, como se regresó) y al cumplirse una semana del huracán volvió a una reunión en la zona naval, hizo un recorrido aéreo y se regresó a México.
Este fin de semana, fue a lo que le gusta: a visitar el Tren Maya y el Corredor Transístmico como si estuviéramos en una situación de plena normalidad. En 10 días no ha tenido tiempo para ver de cerca el desastre.
Pero no es sólo la lejanía presidencial con la tragedia y sus víctimas. Se trata de todo el accionar gubernamental. Ocho días después de tragedia, con un retraso absoluto, se sacó la declaratoria de emergencia, que permite que las zonas afectadas reciban directamente recursos para tareas de rescate y reconstrucción urgentes. Esas declaratorias, cuando existía el Fondo Nacional de Desastres (el verdadero, no el que tiene con ese nombre Hacienda) se expedían en forma casi automática con la liberación de los recursos que el FONDEN ya tenía destinado para ese objetivo. Pues bien, como decíamos ocho días después de la tragedia por fin se libró la declaratoria de emergencia que amparaba a 45 municipios de Guerrero. Pero dos días después en una decisión incomprensible, la desaparecida directora de Protección Civil, rectificó en el Diario Oficial la declaratoria y la limitó a sólo dos municipios, Acapulco y Coyuca de Benítez. Quedaron 43 municipios en la más absoluta indefensión para tratar de recuperarse.
Es absurdo, todos los municipios colindantes con Acapulco tuvieron graves afectaciones así como toda la costa hasta Zihuatanejo y muchas zonas serranas por los deslaves. La intención es obvia, nadie se hace cargo de la reparación y reconstrucción que no sea el propio gobierno federal a su ritmo y con lo que lo permitan sus recursos y decisiones.
Eso se refleja en el presupuesto que se votará en estos días y que ya fue aprobado en comisiones. No se le cambió una coma. Pues bien, la semana pasada decíamos que la voluntad o no de reconstruir realmente Acapulco se vería reflejada en el presupuesto: si no había partidas especiales con ese objetivo eso querría decir que se dejaría librada a su suerte al puerto y a su gente. No hay partida alguna en el presupuesto para Acapulco y Guerrero a pesar de que fue propuesto por la oposición y hasta por algunos integrantes de Morena.
Sin presupuesto no habrá proyecto alguno de reconstrucción urbana de Acapulco y su zona conurbada. Simplemente, como lo indica el paquete de 20 puntos anunciado por el presdiente López Obrador, se entregarán recursos a la gente para que pueda librar en el corto plazo la contingencia, se darán despensas, unos pesos para que reparen y pinten lo que haya quedado de su casa, algunos enseres y ya, cuando lo que hay que hacer es reconstruir el desarrollo urbano de Acapulco, sacar a la gente de las zonas de alto riego, construir nuevas viviendas.
Para la iniciativa privada, como ocurrió con la pandemia, no hay nada. El mensaje en otras palabras es inviertan con sus propios recursos, lo que podrán hacer algunas grandes empresas, pero la enorme mayoría, condóminos, restauranteros, comerciantes, no tienen recursos, ese es el problema y no los tienen porque han perdido todo. Lo que necesitan son recursos para operar esa recuperación.
De poco sirve decir que se aplazan pagos fiscales o de créditos, si lo que no hay es dinero, ni apoyo, ni créditos blandos para comenzar a reconstruir: muchos no tienen esos recursos para hacerlo, otros, los menos, que quizás si los tengan, esperarán a que haya avances, a que se recupere la actividad a ver si invierten. Los que tienen condominios, miles, que han quedado destruidos, difícilmente tendrán en la mano millones de pesos para invertir en reconstruirlos y si todos los condóminos o la mayoría no lo hace simultáneamente, esa reconstrucción se tornará inviable. Para eso tiene que haber una propuesta de largo plazo y un holgado financiamiento.
Si a eso le sumamos que la seguridad ha sido un desastre, que no ha habido un negocio, un condominio, un hotel, un banco que no haya sido saqueado, todo mundo esperará a ver cómo se les garantiza esa seguridad cotidiana antes de regresar. Después de los saqueos, mucho menores y más localizados que hubo con las tormentas Ingrid y Manuel, muchos, como Cotsco, decidieron que no regresaban a Acapulco .
Pero la visión del gobierno es otra. Es la de la pandemia: minimicemos la tragedia, demos apoyos sólo inmediatos, concentremos el gasto en nuestras obras y dejemos que la gente y los empresarios se arreglen con sus propios recursos, si los tienen. No sé si es el más puro y duro neoliberalismo o que simplemente no les importa.