Buenos Aires, 19 de noviembre.- Argentina decidió dar un salto al vacío. Esta noche el ultraderechista Javier Milei (él se define como “liberal libertario”) ganó con amplitud la segunda vuelta electoral al peronista Sergio Massa.
Ganó el candidato con las propuestas más excéntricas, desde desaparecer el Banco Central, dolarizar la economía, acabar con los ministerios de Salud y Educación, desconocer los crímenes de la última dictadura militar, la venta libre de armas y hasta de órganos. Un candidato que proponía distanciarse con el Vaticano, porque considera al papa Francisco “satánico”, o congelar relaciones con los dos principales socios comerciales de Argentina, China y Brasil. Probablemente todo eso quedará como un discurso de campaña.
Lo que se impuso fue otra cosa, más allá de las excentricidades y dislates del candidato ganador: ganó el voto en contra del kichnerismo, sobre todo de la vicepresidenta Cristina Fernández y las corrientes que ella y su hijo Máximo encabezan. La cantidad de barbaridades cometidas en los últimos años, el ausentismo consciente del presidente Alberto Fernández, enfrentado con la vicepresidenta Cristina, los actos de corrupción, el hecho de que Sergio Massa prometiera acabar con las políticas económicas que Sergio Massa estaba implementando como ministro de Economía, terminaron hartando a la gente que votó por un cambio que, al día de hoy, no se sabe en exactamente en qué consistirá.
Es, literalmente, insistimos, un salto al vacío, en una alianza sumamente heterogénea, con personalidades, propuestas, estilos muy diferentes, incluyendo la alianza que le permitió el triunfo a Milei: la de su propia fuerza, La Libertad Avanza (que tiene un escasa representación legislativa) construida exclusivamente en torno suyo, con Juntos por el Cambio, otra alianza de centroderecha que gira en torno al ex presidente Mauricio Macri (coalición que a su vez también se rompió en esta elección), que tiene muchos más legisladores y posiciones que el propio partido de Milei.
En 19 días asumirá Milei habiendo ganado la segunda vuelta con amplia mayoría, 56 a 44 por ciento, pero sin contar con mayoría en el congreso, sin controlar la mayoría los gobiernos estatales (pese a que ganó en casi todos en la segunda vuelta) y en un país tan harto como cansado y polarizado. Veía ayer a unos manifestantes con un puñado de dólares (falsos) en la mano que decían que ahora esperan que Milei los convierta en reales. Es la esperanza que se impone sobre la realidad. Una vez más ganó la emoción.
Será imposible transitar mucho de lo propuesto: la economía tendrá que ser reconstruida con gradualidad y con mucho sentido común, porque simplemente no sólo no hay recursos ni reservas sino también una deuda externa monumental, una enorme inflación y una constante devaluación, el presupuesto está embargado y los compromisos sociales están fuera de la realidad. Para todo eso se necesita negociación, acuerdos (dentro y fuera del país) y mucha sensibilidad, que habrá que ver hasta donde existen en la coalición triunfadora.
Hoy no hay claridad sobre quienes acompañarán a Milei en su gabinete. Lo urgente es contar con un nombre sobre quién manejará la economía. Con Milei hay políticos que han estado con Carlos Menem, otros con Mauricio Macri, algunos independientes sin experiencia previa o marcados ultraderechistas como la vicepresidenta Claudia Villaruel, que fue cercanísima al dictador Jorge Rafael Videla, y que tiene junto a ella a personajes como el hijo de general Antonio Bussi, condenado por genocidio luego de la última dictadura, Ricardo Bussi, con quien Milei trabajó en el inicio de su carrera política y que ayer celebraba el triunfo con el nuevo presidente. Decían algunos analistas muy reputados que esta noche nació una nueva clase dirigente en Argentina. Tengo mis dudas, quizás hay nuevos personajes pero viejas historias.
Pero gobernar es más que las expresiones de deseos. Esta noche de domingo, el presidente electo ofreció un discurso más moderado de lo habitual, no habló de ninguna de las medidas extremas, aunque insistió en un punto: la situación es crítica, no habrá gradualismo, tibieza ni medias tintas y tendrá que ser rápido. No habló de la dolarización ni de la desaparición del Banco Central, insistió en un gobierno limitado que cumple con sus compromisos (un mensaje ante los riesgos de default), con respeto a la propiedad privada y el comercio libre. Y terminó citando a Perón: dentro de la ley todo, fuera de la ley nada.
Vienen 19 días turbulentos de transición. Un hecho es cierto: lo que sucederá en Argentina es una verdadera incógnita, donde la realidad puede ser tan brutal que se puede imponer sobre la voluntad y la ideología.