¿Estamos en un rumbo de ineludible militarización de la vida política del país?¿están cubriendo los militares muchas más responsabilidades de las que les corresponde?.
Estas y muchas otras preguntas nos hemos hecho a lo largo de los últimos años sobre la participación militar en la vida pública a lo largo de este sexenio. Hay que partir de una base: muchos no conocen realmente a las fuerzas armadas mexicanas, ni su conformación real, ni su estructura, ni tampoco a los hombres y mujeres que las integran.
No las conoce la oposición que cae en muchos lugares comunes al tratar el tema, pero tampoco las conocía el candidato López Obrador, que en más de una ocasión las denigró y que en una de sus primeras entrevistas como presidente de la república, al periódico La Jornada, dijo que si por el fuera las desaparecería y las transformaría, como en Costa Rica, en una Guardia Nacional. El presidente López Obrador sigue teniendo algunas ideas distorsionadas sobre lo que es y para lo que sirven las fuerzas armadas y las quiere ubicar en un plano ideológico que no es el real. Pero por lo menos ha cambiado para bien, esperemos, su visión sobre ellas.
Hace unos días el empresario Carlos Slim, decía que las fuerzas armadas están haciendo demasiadas cosas, más de las que deberían. Creo que en parte tiene razón. Es verdad que algunas de las tareas que se le han encomendado a las fuerzas armadas en este sexenio tienen razón de ser y están relacionadas, de una u otra forma, con la seguridad nacional, entendida ésta en su concepto más amplio, incluyendo su responsabilidad en muchas tareas de construcción: al tiempo que se construyó el AIFA (una decisión política y no militar) se levantó la base aérea militar más importante del país; los aeropuertos, como el de Tulum, tienen un sentido turístico pero además de seguridad fronteriza; algunas de las estaciones del tren maya también. Controlar Aduanas, algunos puertos y aeropuertos es clave en términos de seguridad y para romper las cadenas de corrupción que ahí se generaron antes y durante este sexenio. El desafío está en hacerlo con eficiencia y un sentido operativo que beneficie a la ciudadanía.
Hay otras responsabilidades otorgadas a los militares que me resultan incomprensibles: desde comprar pipas hasta controlar una línea aérea que no se podrá amortizar en años. O convertirse en administradores de empresas públicas que terminarán siendo deficitarias. En la presidencia cuando se encuentran con un problema y no saben cómo resolverlo, prefieren involucrar a los militares para ver cómo se las ingenian sus mandos para sacarlo adelante.
Lo que sucede es que muchas de estas responsabilidades no parecen estar dentro de un esquema estratégico, sino que están planteadas como una suma de cargos que no tienen un sentido de largo plazo. Creo que eso conlleva dos riesgos principales: primero, que el día de mañana, cuando esos proyectos y responsabilidades no funcionen o no den los resultados que se prometieron, el costo lo terminará pagando el instituto armado más que los funcionarios políticos que dieron las órdenes. Segundo, que alimente diferencias en los espacios internos de las fuerzas armadas, que antes no se veían o que pasaban por otros ámbitos, más allá de los recursos.
¿Se distraen las fuerzas armadas y se descuida la seguridad?. Yo no estoy en desacuerdo con que la Guardia Nacional se incorpore a la Defensa. Así está concebida desde un principio. En lo personal hubiera preferido un proceso paulatino de transición entre la Policía Federal y la Guardia Nacional, en lugar de tener que empezar de cero.
Pero el mayor problema no es ese: es que se ha creado una narrativa donde la única responsabilidad de la seguridad queda una vez más en manos de soldados y marinos, olvidando que no se ha construido desde el poder (al contrario, se ha destruido lo que había en ese sentido) una estructura policial nacional: no tenemos una policía de investigación de la dimensión que requieren los desafíos actuales tanto en el ámbito federal como local; no tenemos policías locales fuertes porque se las ignoró. En el actual esquema de seguridad, la Guardia Nacional, esté en la Defensa o no, no podrá cubrir los enormes huecos existentes, sumado a que existe desde la presidencia de la república la convicción de que no se debe enfrentar frontalmente a los criminales.
El término militarización está mal empleado. Las autoridades electas no provienen del ámbito militar: no hay diputados y senadores, secretarios de estado (salvo Defensa y Marina) que vengan de la milicia, tampoco jueces o magistrados. Lo que hay es una hipertrofia de responsabilidades que confunde y dificulta las funciones de las propias fuerzas armadas, que están cada día más convertidas en el último recurso para todo. Y esa es una responsabilidad de un poder civil que no encuentra mecanismos políticos ni institucionales para resolver sus carencias. Por cierto, ayer fue el día del ejército, felicidades a todos los soldados y sus mandos.
Todo personal
Anoche el programa Todo Personal que hacemos en ADN40 con Bibiana Belsasso, cumplió 15 años al aire. Cuando comenzamos Todo Personal quisimos mostrar algo que no se veía entonces en televisión: queríamos cruzar la seguridad con la política, la investigación con el análisis y la opinión, quisimos colocar la violencia fuera de la nota roja y tratarla como lo que es, un fenómeno que cruza variables y realidades, asumiendo que el crimen organizado se había convertido en un factor más de poder y como tal debía ser tratado. Han sido 15 años de hacer periodismo, de reportear, investigar, opinar. Esperemos hacerlo muchos años más. Gracias.