Para Bibiana, que todo lo ilumina, ¡felicidades!
Comenzaron hace unas pocas horas las campañas presidenciales y ya veremos si logramos saber durante estos tres meses qué quieren realmente hacer con nosotros y con el país Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, más allá de la candidatura testimonial de Jorge Alvarez Máinez.
Lo que sin duda tendremos es una catarata de publicidad en medios, de anuncios gratuitos para partidos e instituciones electorales: 20 millones 360 mil spots en tres meses o el equivalente a casi 170 mil horas de transmisión o si usted prefiere 19 años y cuatro meses de transmisión continúa es lo que suman los anuncios que tendremos en esta campaña. Todos, por supuesto, sin costo alguno, y sin ningún beneficio, regalados por una legislación insensata a los partidos políticos. Estaremos viviendo una situación política extrema, saturados de publicidad engañosa, declaraciones, ataques, noticias falsas, polarización y activismo.
Hasta ahora, ya llevamos en realidad muchos meses de campaña, las propuestas han sido escasas y hemos vivido entre Claudia y Xóchitl una suerte de guerra de posiciones, donde los avances están condicionados por la ley y por sus propias limitaciones, legales y estructurales.
Claudia parte como favorita pero su mayor desafío es convertirse en una candidata con personalidad propia: no duda que la tiene, pero hay que mostrarla. No es una buena apuesta mantener una línea de continuidad absoluta. La candidata debe mostrar su personalidad, su forma de entender la política y el poder, sus propuestas y en qué es diferente a López Obrador. Si no es así corre el riesgo de sufrir un destino similar al que tuvo Dilma Roussef cuando reemplazó a Lula da Silva en Brasil.
Dilma era una candidata mucho mejor preparada que Lula: había sido presa política, sufrió tortura y años de cárcel, tenía una sólida formación profesional e ideológica, pero era una candidata de Lula que decidió no diferenciarse en absoluto del popular mandatario brasileño. Tanto se equiparó a él que nunca se supo quién era en realidad Dilma; ganó hasta que tuvo que recurrir a un bagaje político que ya estaba percudido porque no podía diferenciarse de la personalidad avasallante de Lula. Terminó perdiendo, ella la presidencia y Lula la libertad. Con los años regresó al poder, pero en el camino les creció un personaje tan impresentable como Jair Bolsonaro.
Por lo pronto, el presidente López Obrador le ha impuesto a Claudia no sólo un corset ideológico, sino también candidaturas en gobiernos estatales y el congreso del que le será difícil librarse.
El otro gran tema de Claudia es conservar la unidad interna. Ayer presentó su equipo de campaña, incorporando a todos los que fueron sus adversarios internos (Adán Augusto López, Marcelo Ebrard, Manuel Velasco, Gerardo Fernández Noroña y Ricardo Monreal), más otras incorporaciones que llamaron positivamente la atención como César Yáñez o Ana María Lomelí, y personajes conocidos, como Mario Delgado y Tatiana Clouthier. Es un buen equipo si trabaja como tal. Ese es el desafío. Una buena noticia es que hay pocos personajes de los sectores más duros de Morena e incluso algunos de los designados están evidentemente alejados de esos grupos. Pero no nos engañemos, tampoco están muchas de las mujeres y hombres más cercanos a Claudia en ese equipo.
Xóchitl Gálvez creo que ha vuelto a encontrar su narrativa y logrado enfocar su campaña. Por supuesto que también debe resolver el funcionamiento de un equipo, mucho más ordenado en este último mes, pero que aún suscita dudas.
Su objetivo prioritario, como tema de campaña y así lo ha visualizado muy bien, es la seguridad. En ese sentido iniciar campaña en Fresnillo fue un acierto. Pero debe tener cuidado para, en sin desviarse de ese objetivo, no perderse en una campaña de denuncias: debe tener propuestas que salgan del lugar común, sobre todo en el tema de seguridad. Propuestas que además de llegar a los suyos también sean interesantes y se sientan viables para ese altísimo porcentaje de mexicanos que no tienen una posición tomada para el dos de junio.
Porque las encuestas actuales tienen dos problemas centrales: por una parte, la mayoría de las casas encuestadoras están contratadas por alguno de los contendientes, y normalmente no lo dicen. Y luego están obviando un dato central: están dejando fuera el número de indecisos y de quienes no están respondiendo. No se percibe que haya 30 puntos o más de diferencia entre Claudia y Xóchitl como algunas encuestas muestran. La diferencia más probable está en un dígito, y tan importante como la presidencia son la distribución del congreso, el gobierno de la ciudad de México y algunas de las gubernaturas en disputa. Hoy cerca de un tercio de los electores no tiene definido su voto, y ellos serán los que decidan finalmente el próximo equilibrio de poder.
La candidatura de Movimiento Ciudadano ha terminado siendo anticlimática y está marcada por importantes divisiones internas: la distancia existente entre Enrique Alfaro y Samuel García no parece ser transitable. En el congreso tiene algunas muy buenas candidaturas como otras que parecen ser intransitables. La renuncia de Patricia Mercado sin duda le pegó a un Alvarez Máinez que tendrá que hacer mucho para ser conocido por la mayoría del electorado.
Lo cierto es que hoy comenzamos un camino que nos estará llevando hacia un destino que definirá nuestro futuro. Sí, es un lugar común, pero en este caso es el menos común de los lugares: el futuro de México estará literalmente en juego en estos comicios. A ver qué cartas juegan partidos y candidatos