En muchas ocasiones existe una desconexión entre lo que sucede en el país en términos de violencia e inseguridad y lo que se plantea en los debates y las campañas. No sólo porque la mayoría de las propuestas no terminan de aterrizar en la realidad sino también porque no están hechas con suficiente convicción o por tratar de tenerla se pierden los grises.
Hubo debates de candidatos este fin de semana en la ciudad de México, en Puebla, en Veracruz, y varios otros estados para distintos cargos de elección popular, y en casi todos se habló de seguridad pero no recuerdo una sola propuesta diferenciadora. Y estamos hablando del capítulo neurálgico de la vida del país. El hecho es que mientras los candidatos debatían seguían los asesinatos, los atentados políticos y estos llegaron incluso a la ciudad de México, en un fin de semana en que hubo, en todo el país, 237 homicidios.
El sábado en la noche se atentó contra la candidata a alcaldesa de la Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega, su automóvil recibió seis disparos; poco antes habían herido en otro atentado al hijo del candidato de la 4T en Metepec, en el estado de México. En Quintana Roo asesinaron a Manuel Santiago Tun Cen, coordinador de campaña del distrito 1 del estado. En el municipio morelense de Huitzilac, fueron asesinados 8 personas en un bar y los enfrentamientos llevan ya más de una semana, como en Zacatecas. Ayer se suspendieron las clases por tiempo indefinido en Huitzilac por la violencia pero resulta asombroso que una semana después de que estalló la violencia en ese municipio no aparezca una sola autoridad de cualquier nivel a tratar de poner un poco de orden.
Todo se ve cada vez más de forma “normal”. Ayer el presidente López Obrador descalificó el informe de la DEA sobre el narcotráfico en el mundo que dedica la mitad de su contenido a explicar la expansión, dentro y fuera de los Estados Unidos del cártel de Sinaloa y del cártel Jalisco Nueva Generación, presentes ya en prácticamente toda la Unión Americana y responsabilizados por la agencia antidrogas estadounidense de ser los responsables del tráfico de fentanilo, que ha generado cerca de cien mil muertos anuales por sobredosis en ese país.
Habla también del control territorial que tienen esas organizaciones criminales en México, de la fuerza laboral que ocupan y los recursos que generan. Para el presidente López Obrador todo esto no constituye un diagnóstico gravísimo sobre lo que sucede en nuestro país sino un “refrito” de cosas “que ya se sabían desde tiempo atrás”. Luego dedicó otro largo tramo a descalificar a la DEA y a hablar de nuestros valores morales y familiares, aunque el solo hecho de que tengamos 186 mil asesinados en este sexenio y más de 50 mil desaparecidos demuestra que nuestro tejido social está roto y que nuestro valores morales y familiares están siendo destrozados por las tramas criminales.
Pero el informe de la DEA habla también de cómo se está desgajando el cártel de Sinaloa, un tema que hemos abordado con detalle en éste y otros espacios y que detona también mucha violencia. La ruptura comenzó casi con el inicio del sexenio en Chiapas y desde allí se ha trasladado a todo el territorio nacional. Hizo eclosión con el secuestro de más de cien personas en Sinaloa (muchos siguen al día de hoy sin aparecer). Desde entonces los pocos lazos que quedaban entre sus líderes, sobre todo entre el Mayo y los Chapitos se han roto, lo mismo que los de Aureliano, el hermano de El Chapo, apodado El Guano, con sus sobrinos.
Como hemos dicho hace meses, nada queda de aquel triunvirato que controlaba con mano de hierro y eficacia el cártel, organizado desde siempre más como una estructura horizontal, más un holding que un cártel, comandado por el Chapo Guzmán, el Mayo Zambada y el Azul Esparragoza. El Chapo cumple cadena perpetua en Estados Unidos. El Azul se supone que falleció por causas naturales. El Mayo está en libertad pero con fuerza menguadas, personales y operativas. Tiene 76 años, el cártel se ha dividido y ha sufrido golpes fuertes. El hecho de que su hijo y su hermano se hayan convertido en testigos protegidos de la DEA y hayan brindado testimonio contra el Chapo en el juicio de Nueva York lo ha deslegitimado ante otros grupos dentro y fuera del cártel.
Después de la deportación de su padre, los Chapitos parecían muy débiles, pero fueron apoyados por el Mayo. Eso les permitió resistir al Guano, que se creía con derecho a ser el sucesor, sin confrontarse con el Mayo. Pero los Chapitos ya se habían involucrado de lleno en un negocio que les dio, muy rápidamente, enormes recursos: el tráfico de fentanilo hacia Estados Unidos. Ellos abrieron ese mercado y con esos recursos se hicieron poderosos. Todavía cuando fue el culiacanazo, El Mayo unió fuerzas con los Chapitos para frenar la detención de Ovidio, pero luego vino el juicio de El Chapo, con la participación como testigos de los Zambada y todo se rompió.
Y comenzó la guerra de los hijos contra el medio hermano del Chapo, El Guano y contra El Mayo. Todo eso, que hemos contado hace tiempo aquí, lo cuenta también la DEA. Puede ser, como dice el presidente, un refrito, pero es también el diagnóstico de una realidad terrible que el gobierno y muchos políticos prefieren ignorar. El domingo Xóchitl y Claudia debatirán sobre seguridad. A ver qué dicen y a qué se comprometen.