Una elección que sangre… y el 68
Columna

Una elección que sangre… y el 68

Para el presidente López Obrador el país sigue estando en paz, aunque este fin de semana fue el más violento del año y el domingo fue el día más violento en mucho tiempo, con más de cien asesinatos. 

En el ámbito electoral el pasado fue un fin de semana terrible, sobre todo en Chiapas. Hubo 16 asesinados relacionados con el proceso electoral. El domingo hubo cinco muertos y varios heridos en un ataque contra el candidato de Morena al municipio de Mepascatepec, Nicolás Noriega; la comitiva de la candidata de Morena, en Rincón Chamula, María de la Luz Hernández fue atacada por sicarios, hubo dos muertos; el sábado el candidato de Villa de Corzo, también de Morena, Robertony Orozco fue atacado, hubo tres muertos entre ellos el director de la policía municipal que lo acompañaba; también fue balazeada la candidata en San Cristóbal de las Casas, Linda Higuera, y días antes, el jueves, en un ataque en La Concordia fue asesinada la candidata Lucero López, junto con cinco simpatizantes durante un mitin. Hubo ataques a candidatos en Quintana Roo, en Puebla, en Morelos.

No hay paz y no entiendo cómo en el debate del domingo no se puso el suficiente énfasis en lo que está sucediendo en el país en términos de violencia. Me imagino que para el consumo electoral las acusaciones de narcocandidata o narcopresidente tienen más peso, lo mismo que mostrar un libro de muchas ventas y algunos aciertos periodísticos pero que no siempre tiene la verificación de todas sus fuentes, pero lo cierto es que no sentí que Xóchitl aprovechara como se podría haber hecho el capítulo de seguridad en el debate y tampoco que exhibiera las contradicciones que inevitablemente surgen en el oficialismo sobre el tema. No digo que Xóchitl haya perdido el debate, pero tampoco lo ganó como debería y como habría podido, sobre todo con el enorme empuje que le dio horas antes la manifestación de la marea rosa. Claudia no arriesgó nada, no se embarcó en las denuncias  y se limitó a tratar de cuidar su aparente ventaja.

Insisto en lo de aparente. Quedan nueve días de campaña y 12 para las elecciones y no creo que lo que tenemos enfrente se acerque a una elección de mero trámite. No sólo en para la elección presidencial, sino también en los miles de puestos de elección popular en disputa. 

No creo demasiado en las encuestas actuales, que han fallado en México y en muchos otros países, como en Turquía, como una ambiente político similar al nuestro,  pero sí en algunas de las tendencia que muestran, aunque las diferencia existentes son tan abismales que resulta incomprensible sacar conclusiones ciertas. 

No puede haber ventajas de dos dígitos, cuando de las nueve elecciones en disputa, Morena tiene perdidas por lo menos tres (Guanajuato, Yucatán y Jalisco) y otras tres están en serio riesgo para el oficialismo (la ciudad de México, Veracruz y Morelos), una más está muy disputada aunque haya una ventaja de Morena (Puebla) y sólo tiene asegurado el triunfo en dos (Chiapas y Tabasco). En ese escenario tampoco veo que el congreso vaya a tener mayorías claras, mucho menos constitucionales, y en el terreno municipal se ve que muchas alcaldías, sobre todo en ciudades medianas y grandes serán ganadas por la oposición.

Sumado a eso, el crimen está distorsionando el proceso en muchos estados, creo que en ninguno como en Chiapas, donde la lucha entre distintos grupos criminales con intereses políticos encontrados se ha cebado en las candidaturas locales. En el fin de semana hubo 16 personas asesinadas ligadas a las campañas, y también 515 candidatos renunciaron a sus cargos.

Con ese escenario todo se torna incierto y los cuatro meses de transición entre la elección y la toma de posesión se tornarán los más difíciles de los últimos años, gane Xóchitl o Claudia, porque el presidente no quiere perder su protagonismo y querrá, como ya lo está haciendo, dejar condicionados a sus sucesores, al tiempo que el crimen, como siempre sucede, se movilizará ante los cambios de gobierno, sobre todo locales, y está será la mayor elección de la historia. Debería ser hora de tratar de acumular en los dos polos políticos, un poco de sensatez y de miras hacia el futuro. Hoy eso es casi imposible.

El 68, Harfuch y García Barragán.

Quizás en los procesos electorales es verdad eso de que todo se vale, pero sigo pensando que los fines no siempre justifican los medios. Tanto en el debate como en el post debate se ha insistido en ligar a Omar García Harfuch con su abuelo, el general y secretario de la Defensa cuando se dieron los sucesos de Tlatelolco, Marcelino García Barragán. Es absurdo responsabilizar a un candidato por lo hecho por sus padres o abuelos.

Pero, además, García Barragán no fue responsable del 68. El ataque en Tlatelolco fue realizado por el Batallón Olimpia, un grupo integrado por elementos del EMP, la Federal de Seguridad, las policías judiciales federal y de la ciudad y elementos de policía capitalina, para garantizar la seguridad en la Olimpiadas. Ese grupo se manejaba con autonomía del ejército o el EMP, dependía de Luis Echeverría, entonces secretario de Gobernación, y estaba al mando del general Luis Gutiérrez Oropeza. El encargado de esa operación, que comenzó con un ataque a los elementos del ejército que estaban custodiando el acto en la plaza de Tres Culturas, fue Carlos Humberto Bermúdez, de la sección segunda del Estado Mayor Presidencial.

El testimonio clave para saber exactametne lo sucedido y deslindar responsabilidades, lo brindó el propio general García Barragán, a Julio Scherer García y a Carlos Monsivais y está plasmado en un libro excelente, Parte de Guerra. Ahí está la verdad del 68. Dejémonos de tonterías.