Cuando en 2010 Julio Scherer entrevistó a Ismael El Mayo Zambada, éste le dijo que aunque lo detuvieran o lo mataran nada cambiaría, que el narcotráfico seguiría existiendo. Es verdad, pero al Mayo no lo mataron ni lo capturaron, se entregó ayer a las autoridades de los Estados Unidos y eso cambia toda la ecuación. Nadie sabe tanto sobre lo ocurrido en el mundo del narcotráfico durante el último medio siglo en México, sobre sus operaciones, sus alianzas, sus complicidades, que el Mayo Zambada. Y una entrega a las autoridades estadounidenses de un hombre de 75 años y enfermo, implica acuerdos de colaboración, no puede darse de otra forma. Y el Mayo se entregó.
El Mayo estuvo en el narcotráfico desde los años 70, en los 80 comenzó como operador y sicario. En los 90 y luego de la muerte de Amado Carrillo, el señor de los cielos, con sus dos amigos, el Chapo Guzmán (que en ese momento estaba en prisión y desde ahí operaba) y con El Azul Esparragoza, se quedaron al frente del cártel de Sinaloa. Con una diferencia: el Mayo nunca pisó la cárcel y nunca lo haría hasta el día de ayer.
Se deshicieron de sus principales rivales, los Arellano Félix, y cuando el Chapo se escapó de la cárcel de Puente Grande en enero del 2001, comenzaron a hegemonizar el narcotráfico en el país. Pero entre 2004 y 2006 todo cambió: rompieron con sus principales aliados, los Beltrán Leyva y el cártel de Juárez, y a estos se sumaron los Zetas, una organización particularmente violenta que reemplazó a Osiel Cárdenas (que ahora paradójicamente acaba de recobrar su libertad en Estados Unidos) en el cártel del Golfo. Ahí comenzó la guerra entre los grupos del crimen organizado que ha provocado cientos de miles de víctimas en las dos últimas décadas.
Sinaloa triunfó en esa guerra, pero a diferencia de El Mayo Zambada, que siempre había mantenido una presencia discreta, el Chapo se convirtió casi en una leyenda y en el objetivo número uno para Estados Unidos y México, sobre todo después de su segunda fuga en Almoloya. El Chapo terminó detenido y la misma noche en que dejaba el poder Barack Obama y asumía Donald Trump, el 19 de enero de 2017, fue extraditado a los Estados Unidos.
Comenzó la lucha por el control del cártel de Sinaloa que conservaba el Mayo Zambada. Primero, el Licenciado, Dámaso López, fue detenido y se convirtió lo mismo que su hijo el Mini Lic, en testigo protegido de los Estados Unidos. Los Chapitos querían quedarse con el cártel, y podrían haber sido descabezados cuando los secuestraron en Puerto Vallarta, en el restaurante La Leche, los del Cártel Jalisco Nueva Generación, otros viejos aliados que se habían convertido en rivales. Fue el Mayo el que intercedió para que los liberaran. Pero algo cambió en esos años, los Chapitos, encabezados por Iván Archivaldo y Jesús Alfredo y por sus medios hermanos, Joaquín y Ovidio, habían encontrado lo que sería la veta que cambió el narcotráfico en México y en Estados Unidos, el tráfico de fentanilo.
Las enormes ganancias del tráfico de fentanilo cambiaron la correlación de fuerzas y los Chapitos comenzaron a independizarse y enfrentar al Mayo y a su tío, Aureliano, el Guano, también a los grupos relacionados con Caro Quintero que operaban desde Sonora. Aureliano y los Chapitos tenían grupos sumamente violentos, y abandonaron la estrategia que desde hacía décadas seguía el Mayo de combinar la violencia con la negociación y la complicidad.
En el culiacanazo, cuando frustraron la detención de Ovidio, todavía aliados con el Mayo, demostraron su fuerza. Pero inmediatamente después vino el juicio en Nueva York de El Chapo y entre los testigos colaboradores de la fiscalía estaban nada más y nada menos que el hermano de El Mayo Zambada, Jesús Zambada y uno de sus hijos, Vicente Zambada Niebla, el Vicentillo.
Ahí se rompió la relación entre los Chapitos y el Mayo y comenzó otra guerra, que tuvo expresiones muy violentas en muchos puntos del país, comenzando en la propia Sinaloa y sobre todo en la frontera sur, en Chiapas.
La presión de Estados Unidos sobre los Chapitos y contra la producción de fentanilo, alcanzó entonces nuevas proporciones. Cayó Ovidio en un enorme operativo militar, cayó el Nini, jefe de sicarios de los hijos del Chapo, supuestamente traicionado por alguno de ellos, y todo indica que los dos, Ovidio y el Nini, se han convertido en testigos protegidos. El primero de octubre, está programada la segunda audiencia del juicio de Ovidio y ahí confirmaremos si el hijo de El Chapo se convirtió, como el Nini en testigo protegido. Por lo pronto desde hace dos días se informó que ya no estaba detenido. Y también veremos como el Mayo y al hermano de Ovidio, Joaquín, que se entregó hoy junto con Zambada, siguen ese mismo camino.
Las repercusiones que todo esto tendrá en México pueden ser enormes. El Mayo puede hablar del pasado pero sobre todo del presente. Mucho más los jóvenes Ovidio o su hermano Joaquín. Muchos no dormirán tranquilos hoy en México: la información que un capo como el Mayo, o dos de los Chapitos, pueden haber recopilado durante medio siglo de operaciones, más de 30 años al frente del principal grupo del narcotráfico en el caso de El Mayo, al frente de los principales productores de fentanilo en el último lustro Ovidio y Joaquín, puede alterar todo el escenario político y de seguridad.
Y el hecho de que el Mayo y Joaquín se hayan entregado, o que Ovidio ya no esté detenido, implica que para eso han establecido acuerdos, y para que existan acuerdos en ese ámbito tiene que haber colaboración y mucha. En los hechos se abre un mundo nuevo en la historia del crimen organizado.