Seguridad: recuerdos del futuro
Columna

Seguridad: recuerdos del futuro

No entiendo como se puede estar satisfecho con los resultados de la seguridad pública en este sexenio, como se insistió ayer en la última evaluación de seguridad en la mañanera.

Vamos a terminar el sexenio con prácticamente 200 mil muertos, la cifra más alta de la historia en el último siglo, con unos 60 mil desaparecidos que lamentablemente deben sumarse a la lista de los asesinados, con la extorsión convertida en un delito de tal extensión que influye hasta en los índices de inflación al funcionar como un impuesto adicional casi generalizado, con zonas del territorio nacional bajo control criminal y con parte de nuestra frontera sur desprotegida. 

No entiendo cómo se puede seguir responsabilizando de eso a lo sucedido en el sexenio de Calderón, que terminó hace ya doce años, y cuando esta administración tuvo seis años para reordenar la seguridad contando además, con lo que nunca tuvieron ni Calderón ni Peña Nieto: control del poder legislativo y amplio apoyo social como para poder operar.

No entiendo cómo en las postrimerías del sexenio el gobierno federal no sabe siquiera qué paso realmente el 25 de julio cuando el Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López terminaron detenidos en el aeropuerto de Santa Teresa en Nuevo México. Menos se entiende que luego de muchos días de violentos enfrentamientos entre grupos relacionados con el Mayo Zambada contra los chupitos de Iván Archibaldo Guzmán, una lucha que se sufre en calles, avenidas, autopistas, barrios residenciales y populares de Culiacán y otras zonas de Sinaloa, con muertos, secuestros, bloqueos, con por lo menos dos militares asesinados y sin la intervención de las autoridades, el jefe de la tercera región militar, el general de división Francisco Jesús Leana Ojeda, sostenga que la tranquilidad en el estado “depende de los grupos criminales, para que dejen confrontarse entre ellos” y que lo único que pueden hacer las autoridades es “contener” las agresiones.

Precisamente, para tratar de comprender porqué no han funcionado las cosas en el ámbito de la seguridad, hay que detenerse en ese concepto: contener. La estrategia de abrazos y no balazos lo que intentó fue contener a los grupos criminales, dejar que supuestamente se desgasten entre ellos suponiendo que eso iría disminuyendo la violencia. Ocurrió todo lo contrario, los grupos criminales como vivían en un nuevo escenario donde la persecución era más laxa y tenían mayores ingresos vía el fentanilo, se expandieron a otras actividades, sobre todo la extorsión y el tráfico de migrantes con enormes ganancias. 

La extorsión, además, ya no sólo incluye el pago de cuota sino el ingreso directo de los grupos criminales en el comercio, la construcción, la minería, entre otros rubros: imponen desde el precio de la tortilla hasta venden minerales extraídos de minas que ellos despojaron a su auténticos propietarios. 

Las que se desgastaron fueron las fuerzas de seguridad, sobre todo las estatales y municipales que sin recursos, porque se les cortó el apoyo presupuestal, quedaron totalmente rebasadas. Los criminales en lugar de debilitarse se empoderaron.

Dentro de doce días, Claudia Sheinbaum tendrá que atender un fenómeno de inseguridad similar al que vivió paradójicamente Calderón al inicio de su gobierno: grupos criminales por una parte sintiéndose con mayor poder pero al mismo tiempo divididos y dispuestos a ir a la guerra.

El escenario que afrontó Calderón se dio, además y asumiendo que el diagnóstico fue insuficiente, en un contexto inédito: el presidente Bush había derogado la prohibición de venta de armas de asalto que había impuesto Clinton y repentinamente los cárteles tuvieron acceso a verdaderos arsenales de los que carecían en el pasado inmediato. 

Al mismo tiempo, como está ocurriendo ahora, rompieron los Beltrán Leyva con el resto del cártel de Sinaloa y se aliaron con Juárez y los Zetas, para tratar de acabar a sangre y fuego con el grupo que encabezaban el Chapo, el Azul Esparragoza y el Mayo Zambada. Estos tenían el apoyo de los grupos de Jalisco de Nacho Coronel que cuando éste muere se comienzan a independizar, convirtiéndose primero en los llamados matazetas y más tarde en lo que ya conocemos como el Cártel Jalisco Nueva Generación. 

El punto más alto de violencia se da en 2011 pero el hecho es que un año después los Zetas, Juárez y los Beltrán Leyva estaban prácticamente derrotados, eso permitió que en el 2012 y los dos primeros años de Peña se redujera sustancialmente el número de homicidios y la presencia de los cárteles. 

Se cometieron entonces varios errores: no se le dio continuidad a las estrategias y se debilitó la cooperación con Estados Unidos, aparece el tráfico de fentanilo que comienza a ser abrumador en los dos últimos años del sexenio, el CJNG se termina de independizar de Sinaloa y comienza a enfrentarse con éstos. Por eso se dispara la inseguridad en forma notable al final del gobierno de Peña Nieto.

Así lo recibe López Obrador con un pésimo diagnóstico, absolutamente ideologizado, de la situación y promete acabar con la inseguridad primero en cien días, después en seis meses, más tarde en dos años y así hemos llegado hasta el día hoy pensando, todavía, que se puede contener a los grupos criminales en lugar de enfrentarlos.

Lo que estamos viendo es una reconfiguración general del crimen organizado, con nuevos acuerdos y rupturas. La estrategia que contempla la nueva administración puede tener éxito, pero hay que tener constancia y sobre todo decisión política para realmente aplicarla.

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