Cuentan los ex presidentes con los que he platicado del tema, que es en la salutación de las fuerzas armadas, como la que tuvo ayer Claudia Sheinbaum, cuando comienzan a sentir realmente el poder en sus manos.
La toma de posesión, en todos los últimos sexenios muy marcada por turbulencias y encontronazos políticos, termina siendo diferente: se asume el poder, pero todavía no se lo ejerce, los actos protocolarios abruman en esas primeras horas. En el caso de Claudia Sheinbaum la larga sombra de su antecesor, el ex presidente López Obrador, debe haber actuado también como una fuerte presión extra. Su primer día en el gobierno lo ejerció atendiendo una terrible tragedia nacional, la que viven Guerrero y Michoacán, especialmente Acapulco. Por alguna razón llegó por carretera, pero se fue como debía hacerlo, en un helicóptero de la fuerza aérea.
Pero ayer, la sonrisa de Sheinbaum, su rostro al terminar la salutación, delataban esa nueva sensación: la de que por primera vez era realmente la presidenta de México y por ende, como le dijo el general Ricardo Trevilla, la comandanta, también con A, en jefe de las fuerzas armadas.
A los políticos mexicanos, sobre todo a los que vienen de la izquierda, les cuesta mucho entender la esencia de nuestras fuerzas armadas. Educados en las historias terribles de sus homólogos latinoamericanos, con la secuela de golpes de Estado, asesinatos, desapariciones, crímenes de lesa humanidad, se olvida que nuestras fuerzas armadas tienen un origen y una formación diferente a las de centro y Sudamérica. El presidente López Obrador, al inicio de su gobierno, dio una entrevista en la que decía que si fuera por él desaparecería a las fuerzas armadas y se quedaría sólo con una Guardia Nacional que cuidara la seguridad pública.
Todavía hace seis años, cuando tuvo su propia ceremonia de salutación, desconfiaba de los hombres y mujeres de las fuerzas armadas. Sobre todo, el general Luis Cresencio Sandoval tuvo que hacer una labor continua y persistente para que López Obrador conociera al ejército mexicano, a las fuerzas armadas y les diera su confianza y lo hizo asumiendo la SEDENA, y luego la Marina, todo tipo de tareas, en un gabinete de muy baja calidad operativa, donde por derivación esas tareas, a veces muy alejadas de su labor cotidiana, iban cayendo en el personal militar.
A diferencia de López Obrador, Claudia Sheinbaum por sus pasados seis años al frente de la CDMX y su cercanía con el ex presidente, conoce mucho mejor a los militares mexicanos. Me imagino que debe conservar algunos prejuicios por formación, pero serán mucho menos que los de su antecesor. Me imagino que, como mujer, en algún momento se debe haber cuestionado si instituciones como las militares podrían tener algún prejuicio al estar bajo el mando de una mujer.
Creo que después del evento de ayer esos prejuicios deberían estar desechados. En el Campo Marte se habló de muchas cosas: de la lealtad y subordinación del poder militar al civil, de la disciplina y la lealtad a la propia institución, de la esencia social de nuestras fuerzas armadas, pero sobre todo se le dio a la presidenta y comandanta su papel y se acompañó con una abierta promoción de las mujeres y con el compromiso del secretario de la Defensa de abrirle a las mujeres no sólo la promoción en sus responsabilidades sino también la posibilidad del mando pleno de tropas.
Tenemos presidenta, gobernadoras, la presidenta de la Suprema Corte es una mujer, así la mitad del congreso, hay más mujeres que hombres cursando las carreras universitarias y en esta administración tendremos el inicio del paso de las mujeres a los mandos militares del país. Probablemente tengamos que esperar un tiempo para que ello se cristalice, pero será, en todos los sentidos, una de las transformaciones institucionales más importantes que tendremos en estos años.
Desde ayer, la presidenta Sheinbaum tiene que haber sentido que en sus manos, y no en ninguna otra, estaba realmente el poder. A partir de ese momento sólo tendrá que recordar lo que decía John F. Kennedy: aquellos que buscaron el poder cabalgando a lomo de un tigre, acabaron dentro de él.
Repetir Ayotzinapa
Algunas cosas son incomprensibles. En Iguala, donde hace diez años fueron secuestrados y desaprecidos los jóvenes de Ayotzinapa, el nuevo gobierno municipal, de Morena, ha designado como secretario de gobierno del ayuntamiento al hombre que tenía esa misma responsabilidad durante la administración de José Luis Abarca, el presidente municipal acusado de haber provocado esa tragedia.
El alcalde entrante Erick Catalán, de Morena, designó como secretario de gobierno del ayuntamiento a Humberto Villalobos Domínguez, quien ocupaba ese cargo cuando fueron secuestrados los jóvenes. Crisóforo Tinoco Bahena, que era jefe de la policía durante el gobierno de Abarca, fue designado ahora por el alcalde Catalán como secretario de seguridad del municipio.
La esposa de Abarca, María de los Angeles Pineda, es la hija y hermana de los líderes de Guerreros Unidos que fueron los que desaparecieron hace diez años a los estudiantes. Abarca formaba parte, como ella, de Guerreros Unidos. Abarca está condenado a 92 años de prisión por el asesinato, poco antes del caso Ayotzinapa, de varios dirigentes de la corriente Unidad Popular, que estaba relacionada con René Bejarano y que eran enemigos políticos de Abarca. Todos eran entonces del PRD.
Y ahora quienes eran elu secretario de gobierno y el jefe de policía de Abarca, diez años, después regresan a esos mismos mandos con el nuevo alcalde de Morena. ¿Qué puede salir mal?.