Un desafío al Estado
Columna

Un desafío al Estado

El alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos, apareció el domingo en la tarde asesinado y decapitado. Había asumido el cargo apenas el 1 de octubre, días atrás había sido asesinado su secretario de gobierno, Francisco Gonzalo Tapia. El 27 de septiembre, antes de que asumiera el cargo, fue asesinado Ulises N quien sería su secretario de seguridad pública.

El alcalde había pedido apoyo y protección a las autoridades federales y estatales, incluso en los medios de comunicación, apenas el viernes pasado, después de la muerte de su secretario de Gobierno. No fue atendido, el domingo mientras repartía enseres a damnificados por el huracán John fue secuestrado, su cuerpo apareció en un camioneta,  decapitado. Todo indica que su suplente no querrá asumir esa responsabilidad, tomando en cuenta que la vida, en Chilpancingo como en muchos otros lugares del país, simplemente no vale nada.

Decíamos el viernes pasado que en Iguala, donde hace diez años fueron secuestrados y desparecidos los jóvenes de Ayotzinapa, el nuevo gobierno municipal, de Morena, ha designado como secretario de gobierno del ayuntamiento al hombre que tenía esa misma responsabilidad durante la administración de José Luis Abarca, el presidente municipal acusado de haber provocado esa tragedia.

El alcalde entrante Erick Catalán, de Morena, designó como secretario de gobierno del ayuntamiento a Humberto Villalobos Domínguez, quien ocupaba ese cargo cuando fueron secuestrados los jóvenes. Crisóforo Tinoco Bahena, que fue jefe de la policía durante el gobierno de Abarca, fue designado ahora por el alcalde Catalán como secretario de seguridad del municipio.

La esposa de Abarca, María de los Angeles Pineda, es la hija y hermana de los líderes de Guerreros Unidos que fueron los que desaparecieron hace diez años a los estudiantes. Abarca formaba parte, como ella, de Guerreros Unidos.

¿Cómo no se va a sentir empoderado el crimen organizado?. Lo de Chilpancingo es una demostración tan contundente de poder como los desfiles que hacen los chapitos en Chiapas, o la forma en que ellos y sus rivales toman comunidades y secuestran a los jóvenes para llevárselos como sicarios. En Chiapas hemos perdido el control de parte de nuestra frontera sur y las autoridades locales están, por acción u omisión, profundamente involucrados en una dinámica criminal que abarca casi todo.

Es tan grave como la guerra entre mayos y chapitos que se desarrolla en Sinaloa y que va mucho más allá del control de la plaza: se trata de la reconfiguración del mapa criminal del país, con complicidades evidentes que se han alimentado por años.

O como el altísimo número de muertos que hay día a día en Guanajuato, donde estoy escribiendo estas líneas, donde la que la guerra se da por el huachicol, ese mismo que dijeron que habían erradicado, que no puede tener tal magnitud sin complicidades internas en Pemex y en estructuras gubernamentales, donde los delincuentes siguen manejando el negocio y los enfrentamientos desde cárceles de supuesta alta seguridad, como el Marro, jefe del cártel de Santa Rosa de Lima, preso desde principios del sexenio pasado.

Que decir de Colima, donde ingresan, por el puerto de Manzanillo, la mayoría de los precursores químicos que se utilizan para producir el fentanilo ilegal y las drogas sintéticas que han convertido a ese estado en el que mayor número de asesinados como porcentaje de la población tiene en el país. 

Podríamos hacer un recorrido por buena parte de México (Michoacán,Baja California, Sonora, Tamaulipas, Veracruz, Aguascalientes, Zacatecas, Nayarit, Morelos, estado de México, entre otros) y nos encontraremos, con variaciones, con el mismo escenario, los mismos actores, las mismas tragedias. 

Hoy se espera que la presidenta Sheinbaum presente su estrategia de seguridad. Los resultados en la seguridad serán los que en buena medida determinarán el futuro de su administración. 

Por donde se lo vea: por la percepción de la sociedad; por la dinámica de las inversiones que requiere el país para recuperar el crecimiento perdido; para normalizar las relaciones con Estados Unidos (y con quien sea el próximo presidente o presidenta de ese país porque Trump volvió a insistir este fin de semana en que su primera acción en la Casa Blanca sería cerrar la frontera con México, pero Kamala Harris también ha endurecido su posición sobre el tema fentanilo y migración); para que Sheinbaum pueda diferenciarse de su antecesor que tuvo en la seguridad uno de sus grandes fracasos;  pero sobre todo para recuperar la confianza de la gente, para quitarle poder a los criminales, para demostrar que el Estado puede garantizar la seguridad pública, interna y nacional, y que es más fuerte que cualquier organización del crimen organizado. 

Crímenes como el de Chilpancingo son terribles, pero más allá de eso son un desafío a la autoridad del Estado: como tal deben combatirse, asumiendo que los grupos criminales están incursionando cada vez más claramente en la desestabilización y en actos que en cualquier lugar se considerarían terroristas. 

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