La carta enviada a Donald Trump por la presidenta Sheinbaum y leída ayer en la mañanera es, en términos estrictos, inobjetable: la aplicación de aranceles por parte del gobierno de Estados Unidos a México y Canadá detonaría el mercado común de América del Norte, sería perjudicial para los tres países, y para México sería, agreguemos nosotros, devastador.
Pero la situación necesita mucho más que respuestas inobjetables. Las propuestas de Trump (o la de los gobernadores de Ontario y Alberta en Canadá) no están realizadas desde la objetividad o la lógica política y económica: buscan alimentar las emociones y son una forma de enviar mensajes a sus socios, aliados y enemigos de que no se detendrán por las formas ni por el fondo en una carrera que tiene como objetivo, modificar el sistema y su relación con el mundo. Quién sabe si Trump lo logre, si le alcance para eso, pero por lo pronto, no lo dudemos, lo va a intentar.
Hoy estará en la mañanera Marcelo Ebrard para explicar los costos que tendría para Estados Unidos imponer aranceles a México y Canadá. Explicará que habrá un rebote inflacionario indudable, que se afectarán muchas cadenas de producción, comenzando por la automotriz, se castigará a importantes exportadores estadounidenses, sobre todo los productores agrícolas del Medio Oeste.
Todo eso es verdad, como lo es recordar que nada de eso ayudará a mejorar la migración ilegal ni tampoco el tráfico de fentanilo. Al contrario, si lo que viene es un escenario de polarización y toma y daca con la Unión Americana, si la situación económica se deteriora en forma notable en México, crecerá la presión migratoria y los grupos criminales tendrán el caldo de cultivo necesario para prosperar. Y la corrupción en esos temas funciona a ambos lados de la frontera: las drogas pasan allá también por los controles aduanales, carreteros y tienen amplísimas redes de distribución que seguirán funcionando. La migración cuanto más masiva es menos controlable. Cuanto peor es la situación económica más droga se produce y consume.
Pero lo que digan la presidenta Sheinbaum o Marcelo en la conferencia mañanera servirá para poco, salvo que sea para el consumo interno. Justin Trudeau en cuanto lanzó Trump su amenaza arancelaria se comunicó directamente con el próximo mandatario. Las cartas sirven para dejar constancia y difundirlas, no reemplazan la relación directa entre los mandatarios. No le sirvieron a López Obrador (al contrario, cada carta significaba el deterioro de una relación, desde el rey de España hasta Joe Biden pasando por el papa Francisco) y no le van a servir a la presidenta Claudia.
Se necesita una relación personal y se necesitan iniciativas políticas más directas. Necesitamos presencia en la Unión Americana, en sus centros de poder, en sus medios, en sus cámaras empresariales. Si uno hace un recorrido por los medios estadounidenses, incluyendo los más opositores a Trump, no hay defensa alguna de México porque la interlocución con esos grupos, espacios y medios se deterioró de forma notable el pasado sexenio. Si López Obrador se cansó de llamarle pasquín al New York Times, al Washington Post, al Wall Street Journal, a la CNN y otros medios estadounidenses ¿cómo esperamos que tengamos interlocución con ellos? Si se caen el Mayo Zambada y el chapito y la respuesta del ex presidente fue culpar a Estados Unidos por la violencia en México o si cuatro meses después se les sigue preguntando qué pasó aquel 25 de julio sin que podamos saberlo por nuestras propias agencias de seguridad, no se muestra fortaleza, sino debilidad.
Me tocó estar en una de mis primeras coberturas como reportero cubriendo giras presidenciales, en Davos en febrero de 1990 cuando Carlos Salinas iba a ese encuentro con un proyecto de apertura global en un mundo que aún estaba disfrutando la caída del Muro de Berlín. En horas, Salinas comprobó que no habría inversiones europeas en México porque todas irían a Europa del Este, que debía reconstruirse lo más rápido posible con la visión de lograr una comunidad europea ampliada.
De Ginebra partió, cuando aún no terminaba la visita a Davos, un avión a Estados Unidos con un par de funcionarios mexicanos para retomar con el presidente Bush lo que se había rechazado meses atrás: la creación de un tratado de libre comercio con Estados Unidos, en donde México propuso incorporar a Canadá. Esa decisión, ese cambio de rumbo, modificó toda la ecuación, transformó la relación de México con Estados Unidos y el desarrollo regional (y de nuestro país) de los últimos 30 años.
Necesitamos iniciativas igual de audaces ante la crisis en la que nos quiere poner Trump. Y cualquiera de esas iniciativas pasa por consolidar nuestro papel en América del Norte. Y pasará, en buena medida, como se hizo hace 35 años en aquella visita de Davos, dando una vuelta de tuerca, asumiendo que no se puede seguir defendiendo lo indefendible.
Se necesita interlocución, imaginación y audacia. Necesitamos que se vea a la presidenta Sheinbaum como una interlocutora de Trump y de espacios de poder, de empresarios y medios estadounidenses. Necesitamos erradicar la idea de la continuidad lineal con políticas que han sido terriblemente dañinas para nuestra imagen internacional y nuestra relación con Estados Unidos. Necesitamos comprender que China nos está usando (ver la declaración de ayer), en su confrontación con la Unión Americana. Y lo que menos necesitamos son declaraciones atolondradas como la que hizo el senador Cantón Zetina y repiten otros en la 4T, asegurando que si Estados Unidos impone aranceles, ¡exportaremos a China!.