La designación de los cárteles de la droga de México como grupos terroristas era inevitable
y es una decisión que, en Estados Unidos, tiene apoyo bipartidista. Como hemos insistido,
para la Unión Americana los cien mil muertos anuales por sobredosis y el deterioro urbano
en las grandes ciudades por las adicciones de fentanilo y otras drogas son intransitables. Y
esa designación también es consecuencia directa de una negligente política del estado
mexicano, sobre todo en los últimos seis años, consecuencia de la estrategia, de alguna
forma hay que llamarla, de abrazos y no balazos que empoderó como nunca antes a los
cárteles de la droga y dejó una estela de 200 mil muertos y 60 mil desaparecidos.
Que la designación del departamento de Estado haya sido acompañada por una
designación similar del gobierno liberal de Justin Trudeau en Canadá es una demostración
más de la convicción, por lo menos regional y cada vez más global, sobre la peligrosidad de
los cárteles mexicanos (el de Sinaloa, el Jalisco Nueva Generación, el del Noreste, la
Familia Michoacana, el Golfo y Cárteles Unidos, son los designados pero hay más) a los
que se han agregado la Mara Salvatrucha y el Tren de Aragua. La pregunta ahora es cómo
debe actuar el gobierno mexicano.
El punto central es establecer compromisos estrechos (ya se está haciendo) en lucha
contra el crimen organizado con nuestros dos principales socios, que son Estados Unidos y
Canadá, asumiendo que, para ellos, hay otra pata en todo el tema del fentanilo que es
China, si no comprendemos ese factor será difícil avanzar en este terreno.
Es muy importante fortalecer la relación que ya existe de cooperación entre las
fuerzas armadas mexicanas con las estadounidenses, que va mucho más allá del
intercambio de elementos para capacitación y entrenamiento, al mismo tiempo que se
fortalece la relación de la secretaría de seguridad con sus homólogos estadounidenses.
Recordemos al respecto dos cosas: el eje de la operación contra los cárteles desde
Estados Unidos no pasará por la DEA sino por la CIA y el Homeland Security; segundo, es
incomprensible que el congreso que en forma tan desaliñada como rápida ha realizado otras
reformas, se demore tanto en avanzar en las reformas de seguridad que le dan a la SSC de
Omar García Harfuch ese control de la inteligencia en el plano institucional. Un tercer
elemento no es menor: esa relación entre agencias se rompió el sexenio pasado con el CNI,
con muy duras críticas de las agencias estadounidenses a quien fue su director el general
retirado Audomaro Martínez. Esa relación es la que tiene que recuperar García Harfuch.
Como decíamos el lunes, debe haber objetivos concretos en esa cooperación y
colaboración entre gobiernos. No puede quedar librada todo a la discrecionalidad. La propia
lista de cárteles es imprecisa: el cártel de Sinaloa, como tal, ya no existe, son dos grupos
enfrentados con varias organizaciones muy poderosas en torno a los mismos y con bastante
autonomía entre sí: están entre otros, los rusos de Baja California, los Salazar en Durango,
el chapo Isidro, Aureliano Guzmán, la Línea y varios otros, más allá de la mayiza y los
chapitos. El CJNG se ha convertido en una organización poderosa pero que ha crecido con
base en una suerte de franquicias, con el mismo o distinto nombre. Cárteles Unidos es la
alianza del CJNG, con los Viagras y otras organizaciones menores. El Cártel del Noreste y
el del Golfo son desprendimientos de los que fueron en su momento los grupos de Osiel
Cárdenas que se dividieron en el Golfo y los Zetas.
Pero más allá de los líderes de esos grupos y sus principales operadores, en la lista
de objetivos los tiene que haber también políticos. No ha habido declaración más dura de
Estados Unidos hacia México que aquella de la “intolerable alianza” del gobierno mexicano
con los cárteles. Entre las autoridades y agencias de ese país hay confianza en la presidenta
Sheinbaum, en el general Trevilla, el almirante Morales, en García Harfuch, pero hay
mucha desconfianza y acusaciones directas contra otros personajes. Estoy pensando que en
Sinaloa, Tamaulipas, Michoacán, en Morelos, en Tabasco, en Chiapas, en muchos otros
estados, hay personajes impresentables que están o acaban de dejar el poder. El video
difundido ayer del presidente municipal de Cuautla, Morelos, reunido con los líderes
locales del cártel de Sinaloa, es una pálida muestra de la penetración política de los cárteles
en las instituciones. No habrá credibilidad, por más que haya avances notables en otros
ámbitos, si no hay golpes políticos que lo confirmen.
Al mismo tiempo hay que insistir en que la designación de terroristas, en una lógica
de cooperación y colaboración con objetivos concretos, también puede ayudar a
desarticular los apoyos que esas organizaciones criminales tienen en otros países y en los
propios Estados Unidos. Tiene que haber objetivos en la Unión Americana, desde jefes de
redes hasta vendedores de armas y lavadores de dinero. Esos también deben quedar
expuestos.
En última instancia, lo que se tiene que asumir es que acabar con los cárteles o por
lo menos con su empoderamiento y control sobre vastas zonas del país, puede ser del
interés de Estados Unidos pero, por sobre todas las cosas, es parte de nuestro propio interés
nacional y social.