El cliente que no quieres perder
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El cliente que no quieres perder

Make America Great Again

Tienen razón los gobiernos de México, China y Canadá: el fentanilo, cuyas consecuencias letales nadie puede desconocer, es un instrumento de la administración Trump para comenzar una aventura económica y comercial con la imposición unilateral de aranceles a todos sus principales socios comerciales que nadie sabe a ciencia cierta, y de prolongarse en el tiempo, las consecuencias que puede tener para la economía mundial.

Porque la decisión de Trump rompió no sólo el TMEC y los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio, sino también los que tienen con la Unión Europea y Gran Bretaña, con todos sus principales aliados de la post guerra y sus principales socios comerciales. México y Canadá saldrán seriamente afectados por la decisión de Trump, pero también se romperán muchas de las cadenas de producción construidas durante las últimas décadas.

 La opción trumpista de que esas cadenas de producción se trasladen a su país para no tener aranceles, es una utopía irrealizable en términos económicos y sobre todo en el corto plazo, porque los costos se elevarían enormemente. Incluso, y paradójicamente ante su discurso antiinmigrante, si eso fuera así no habría mano de obra no inmigrante suficiente y dispuesta para ocupar esos puestos de trabajo, sobre todo en manufacturas y sectores agropecuarios. 

Los costos los pagaremos todos, pero sin duda también los consumidores estadounidenses, con precios más altos y desabasto en sectores de su economía. Lo que quiere Trump es rediseñar el mapa económico y político global, y siguiendo esta línea lo puede hacer, pero será mucho peor para todos, incluyendo los suyos, que el actual.

La respuesta de ayer de la presidenta Sheinbaum tiene claroscuros. El tono de la declaración es bueno: medido, sensato, sin excesos ni retórica innecesaria, asumiendo que esto no es final sino el principio de un proceso largo. El tema de la seguridad está bien planteado, exhibiendo los esfuerzos que ha hecho el gobierno mexicano en las últimas semanas. 

Al tema del fentanilo está bien darle el contexto con la crisis de los opiodes, pero evidentemente falta aceptar (y esta administración no lo hará explícitamente) que, en buena medida, lo que estamos viviendo es consecuencia de los seis años de abrazos y no balazos que han empoderado como nunca a los cárteles, que aprovecharon con ayuda de empresas chinas la crisis de los opiacios legales para inundar el mercado de fentanilo ilegal. 

Pero la respuesta ante la coyuntura fue la correcta: la disposición a la colaboración y la cooperación, a establecer una estrategia regional de fondo para atacar el problema. Pero allí nos encontramos con el verdadero problema: la insistencia de la Casa Blanca en hablar de la “intolerable alianza” del gobierno mexicano con el crimen organizado. Trump no sólo quiere a los narcotraficantes y sus operadores: quiere a figuras políticas que los protegieron y fueron sus cómplices. Eso ya está sobre la mesa y México tendrá que aceptarlo. Lo imprescindible en este sentido es que los márgenes y objetivos estén delimitados, que haya pruebas que vayan más allá de las declaraciones de delincuentes convertidos en testigos protegidos y que no existan acciones unilaterales, encubiertas o no. 

Está bien que las respuestas del gobierno a lo decidido ayer se vayan hasta el domingo, para no reaccionar en caliente y ante medidas que aún no están del todo delimitadas. Para México, por ejemplo, sería un costoso error, que pagaría la población y nuestra economía, responder con aranceles generalizados. Puede haber respuestas dirigidas, arancelarias o no, localizadas, pero no se ganaría nada con una respuesta generalizada: el margen más importante de negociación que tiene México es el de los propios mercados que han rechazado las medidas de Trump y los costos económicos que comenzará a tener en Estados Unidos. 

Una guerra comercial para nosotros sería dolorosísima. Un ejemplo: Canadá es el proveedor de buena parte de la energía eléctrica de la costa este de los Estados Unidos, si decide cortar esa energía o si los aranceles se aplican también a ella, como dio a entender Trump, los costos para toda esa región de la Unión Americana serían altísimos. Nosotros le compramos a EEUU no sólo muchos alimentos básicos, sino también el gas, buena parte de los combustibles y gasolinas. No las producimos en el volumen que es necesario porque no hemos abierto lo suficiente nuestro mercado para inversiones privadas y porque hemos prohibido, por consideraciones absurdas y anticientíficas, el fracking, el principal instrumento para explotar esos recursos.

Lo que no entiendo es porqué esas respuestas se deben dar en un mitin en el Zócalo, donde la posibilidad de excesos y desbordes pueden ser mucho mayores, aceptando que, en Morena y en la oposición, hay sectores que están deseando una ruptura con Estados Unidos.

Porque al final, y más temprano que tarde, con TMEC o con acuerdo bilateral, tendremos una nueva negociación comercial que incluirá, entre muchas otras cosas, un acuerdo de seguridad con Estados Unidos: esas son las exigencias de los mercados, de la geografía y de los consumidores.

En una reciente reunión con funcionarios mexicanos el secretario de Comercio de los Estados Unidos, Howard Lutnick, les dijo que durante años él mismo había sido asesor financiero de grandes empresas y bancos y que como ellos eran los ricos y los dueños, al final tenía que hacer lo que ellos quisieran para no perder a sus clientes. “Ahora, les dijo, yo soy el dueño y el banquero, soy el cliente que no quieren perder”. Esa es la lógica que priva en la administración Trump.

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