Lo conseguido ayer por la presidenta Sheinbaum en su plática telefónica con Donald Trump (la cancelación de los aranceles por lo menos hasta el 2 de abril próximo, con la posibilidad de que se mantengan después en cero) no es gratuito, ni se trata, simplemente de una buen manejo de relaciones públicas o de una sucesión de concesiones políticas: es la consecuencia de una tarea bien realizada, en forma sensata y disciplinada, basada en los resultados innegables que ha tenido el gabinete de seguridad en el tema del fentanilo y en el migratorio. Pero es también una muestra de sensatez y prudencia política que debe ser reconocida.
La reducción de las incautaciones de fentanilo por la patrulla fronteriza de los Estados Unidos (un 71 por ciento desde el inicio de esta administración) va de la mano con los decomisos realizados por los organismos de seguridad y militares de México y por la destrucción en algunas semanas de más de 60 laboratorios de producción de fentanilo en varios estados. Los golpes sufridos por los cárteles han puesto a la defensiva a varios de los principales grupos criminales, lo mismo que el envío a Estados Unidos de 29 de sus líderes detenidos, basados en un argumento de seguridad nacional que pudo romper con las estrategias legales que han utilizado esos personajes durante años para evitar ser extraditados a Estados Unidos.
Esas son las cartas que esgrimió la presidenta, que ha tenido, también, ante la imposición de aranceles, un apoyo clave en un intangible: los mercados. La caída de las bolsas en todo el mundo ante la imposición de aranceles y las demandas de productores de automóviles y agropecuarios fue inmediata, tanto como el aumento de algunos precios. Los mercados castigaron a Trump y le mostraron también los límites de sus decisiones políticas.
Hay varias paradojas en todo lo que ha sucedido. En primer lugar, el éxito logrado ha confirmado el rotundo fracaso de la política de seguridad seguida el pasado sexenio. Los abrazos y no balazos, más allá de las decisiones de Trump, fueron las que nos llevaron a esta situación, tanto en lo migratorio como en el tráfico de fentanilo, dando como consecuencia un empoderamiento criminal inédito en la historia del país.
Los resultados obtenidos desde octubre, exhibidos ayer por la presidenta Sheinbaum, lo confirman: no cambiaron las circunstancias, lo que cambió a partir de octubre fue el gobierno, la política de seguridad y los hombres y mujeres que la encabezan. De negar que existiera en México producción de fentanilo se pasó a decomisos históricos, de negar que hubiera laboratorios se desmantelaron más de 60, de quejarse por la detención del Mayo Zambada se pasó a detener a los líderes de los chapitos y la mayiza, entre otros muchos, más de 900 sólo en Sinaloa. En el tema migratorio, en pocas semanas se acabaron las caravanas, se pudo tomar un control serio de las fronteras y reducir en forma notable el cruce de migrantes indocumentados. Es verdad que la amenaza de Trump influyó, pero no lo había hecho en los seis años pasados, ni con Trump ni con Biden.
¿Por qué no se hizo antes?. Por una decisión política, no cambiaron las condiciones, cambió la voluntad, la estrategia, y las personas que la llevan a cabo. Eso habla bien de la presidenta Sheinbaum y condena, más allá de la verborragia y la disciplina tradicional, al expresidente López Obrador en éste y en otros muchos temas, entre otros el desorden profundo en que dejó la economía.
Ese es otro tema: la enseñanza que se debe sacar es que los mercados premian y castigan y en este caso nos premiaron por defender el libre comercio, por no tomar represalias inmediatas con nuevos aranceles, por insistir en que queremos conservar la relación comercial, económica, financiera con Estados Unidos, más allá de Trump. Es una decisión estratégica que debería obligar a varias revisiones económicas internas, incluyendo la relación con China y la promoción un mucho mayor valor integrado en las cadenas de producción locales y regionales.
Nada empodera más a un mandatario, en este caso a la presidenta Sheinbaum, que los resultados y la actual administración será juzgada finalmente por los resultados que tendrá en la seguridad y la economía. Y para hacerlo ha tenido que ir revirtiendo, casi una por una, las más desafortunadas políticas de su antecesor. Eso nunca será parte del discurso público de Sheinbaum, pero son los propios hechos, las medidas adoptadas las que lo exhiben. Negando la producción de fentanilo y el empoderamiento de los cárteles, permitiendo (e incluso alentando y financiando) caravanas migrantes, rechazando medidas de cooperación y colaboración con Estados Unidos, como lo hizo López Obrador, la presidenta Sheinbaum no hubiera obtenido un triunfo como el de ayer. Lo obtuvo porque hizo exactamente lo contrario.
Pero esta historia no termina aquí, recién comienza, y Trump lleva apenas un mes y medio en el poder. Se tendrá que avanzar en muchas políticas sobre todo en seguridad, en cooperación y colaboración con fuerzas de seguridad y militares con Estados Unidos, pero también reacomodar la política y la economía interna. Escribía Luis Castro días atrás que hoy la mejor política interior es la política exterior y tiene toda la razón: hoy la política interna la debe determinar la política exterior, sobre todo cuando se debe reafirmar la pertenencia a América del Norte en medio de la turbulencia de una administración Trump que tiene sobre la mesa muchos otros temas, más allá de lo urgente que son el fentanilo y la migración.
Por lo pronto, se ha abierto una ventana de oportunidad que hace unos días parecía casi completamente cerrada.