Lo que no le perdonan a Isabel
Columna Sin categoría

Lo que no le perdonan a Isabel

Isabel Miranda de Wallace

Cuando aprovechando la muerte de Isabel Miranda, ocurrida el sábado pasado víctima de una enfermedad terminal, se han redoblado las campañas buscando la liberación de los autores materiales del secuestro, muerte y desaparición de su hijo, Hugo Wallace, quiero quedarme con la más importante de las contribuciones que hizo Isabel a nuestra sociedad: quiero recordar cómo ella, mi amigo Alejandro Martí (también prematuramente fallecido), Nelson Vargas y María Elena Morera, lograron poner sobre la mesa el tema de los secuestros, las desapariciones y la inseguridad a partir de sus propias experiencias familiares y personales, cuando estábamos en el peor momento que ha vivido la ciudad de México en muchos años (los primeros años del gobierno de López Obrador en la capital del país) y cómo terminaron organizando, con otros, aquella inolvidable marcha de blanco que marcó un antes y un después en el tema de la seguridad pública, esa marcha que López Obrador calificó como de “pirruris”, sin hacerse eco jamás de las víctimas.

Se cebaron sobre todo con Isabel, las más beligerante y controvertida, la que aceptó (no lo tendría que haber hecho) una candidatura opositora a la jefatura de gobierno, y se movieron desde entonces la mayoría de los engranajes del poder buscando deslegitimarla y olvidando, primero, que Isabel y su familia fueron víctimas de los delincuentes que mataron a su hijo Hugo. Y segundo que la justicia no se debería mover por consignas ideológicas.

Los secuestradores de Hugo Alberto reconocieron ampliamente su participación en ese crimen y hasta años después, luego de la liberación de Florence Cassez y los cambios de vientos políticos, alegaron que todo fue una construcción. Jacobo Tagle, que tuvo una participación directa en los hechos y fue el último en ser detenido, dijo en su declaración ministerial que otro implicado en el secuestro (César Freyre, que ya está condenado a 70 años de prisión por esos hechos) le llamó por teléfono y le pidió que fuera a su casa. Cuando Hugo Alberto Wallace también llegó al lugar (llevado con engaños) Freyre lo encañonó y comenzó a golpearlo. Luego, los hermanos Tony y Alberto Castillo lo arrojaron sobre un colchón que había en el suelo. En ese momento, según Tagle, “a Hugo le dio un paro cardiaco y perdió la vida”. Fue cuando decidieron tratar de cobrar el rescate y deshacerse del cadáver. Tagle y Freyre compraron una sierra eléctrica, que los hermanos Castillo usaron para descuartizar el cuerpo. Más tarde, Tagle y Freyre cargaron los restos desmembrados a un automóvil y lo arrojaron en bolsas a un canal de Cuemanco, en Xochimilco, en el sur de la Ciudad de México. Antes le habían tomado fotos al cuerpo de Hugo Alberto queriendo hacerlo pasar como si estuviera con vida. Según la declaración de Tagle, Brenda Quevedo Cruz fue la encargada de escribir los mensajes que enviaron a Isabel Miranda, para pedir el rescate de un millón y medio de pesos por su hijo. Junto con Tagle, hay otros cinco detenidos que participaron directamente en el secuestro y asesinato: César Freyre Morales, Alberto y Tony Castillo Cruz, Juana Hilda González Lomelí y Brenda Quevedo Cruz.

Siguiendo el camino que les marcó el caso Cassez (y que han seguido también sus cómplices) todos los detenidos niegan ahora su participación en los hechos e incluso que hubiera un secuestro, aseguran que sus declaraciones fueron sacadas mediante torturas (a pesar de que hay pruebas testimoniales en su contra) y todos, obviamente, dicen ser inocentes. El dato duro es que Hugo está desaparecido y que sus restos nunca fueron encontrados.

Desde entonces y sobre todo en esos dos casos, el de la banda de los Vallarta(caso Cassez) y el del secuestro de Hugo Wallace, se busca la liberación de los criminales, tampoco termina de haber condenas en firme sobre todos los secuestradores y asesinos de la hija de Nelson Vargas ni de todos los involucrados en el secuestro y muerte del hijo de Alejandro Martí. Pareciera que nunca, desde el poder, se les va a perdonar aquella marcha de blanco ni aquella declaración de Alejandro en el consejo nacional de seguridad: “si no pueden, renuncien”.

Isabel, más allá de todo esto, logró construir Alto al Secuestro, una de las organizaciones más serias sobre el tema, con un capacitado grupo de colaboradores, como Samuel González, una organización a la que tampoco le han perdonado que siguiera rigurosamente el número de personas secuestradas y desaparecidas en el país.

No niego la controversia que generaba Isabel, tampoco que haya cometido errores en su vertiginosa actividad, pero el legado que ha dejado es innegable. En estos días, cuando vemos el terror reflejado en descubrimientos como el rancho de Telchitlán, convertido en un Auschwitz​ tapatio, seguir negando los aportes que hicieron aquellas mujeres y hombres cuando comenzaba toda esta tragedia, me parece una forma más de tratar de esconderla, de negarla, de convertir a las víctimas en victimarios y de premiar a criminales a cambio de un discurso en apariencia correcto. 

Esa lucha ha sido mantenida por muchas otras víctimas y en casi todos los casos ha habido, también, campañas de desprestigio o descalificaciones para que fueran ignorados: estoy pensando en la familia LeBaron, en Javier Sicilia, en las madres buscadoras, ninguno de ellos recibidos jamás ni por la anterior administración, y lamentablemente tampoco por ésta, mientras se saludaba y pedía respeto por la madre de un personaje tan terrible como el Chapo Guzmán.

Recordaré siempre a Isabel Miranda como una mujer que logró, junto con unos pocos, que el secuestro, la desaparición y la inseguridad fueran puestos en la cima de la agenda nacional y se mantuvieran en ella durante todos estos años. Descanse en paz.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil