Conceder para ganar un futuro
Columna

Conceder para ganar un futuro

Establecer en esta coyuntura y en estas condiciones aranceles compensatorios contra Estados Unidos, como muchos le piden a la presidenta Sheinbaum, sería un grave error, que multiplicaría el daño que los propios aranceles, hasta ahora concentrados en el acero y el aluminio, le podrían hacer a la economía nacional. 

No contamos con las instrumentos ni tiene sentido contratacar con aranceles contra los productos estadounidenses cuando la administración Trump no parece tener claridad alguna sobre cuál será su futura inserción comercial internacional. Y en una economía como la nuestra, con tendencias inflacionarias y casi nulo crecimiento, los aranceles recíprocos terminarían siendo un impuesto adicional para una sociedad ya castigada económicamente.

Creo que en este tema la presidenta Sheinbaum y su equipo han actuado con sensatez y están al tiempo y a los mercados para acomodar los escenarios. Hoy, Trump, al contrario de lo que hizo en su primer gobierno no ha puesto, de inicio, la presión en sus adversarios, llámense China, Rusia o Irán (cuyas economías, por cierto, están cada vez más integradas), tampoco en los países del Pacífico con fuertes vínculos comerciales con China, como Vietnam y Malasia. O en potencias emergentes como India. Como explicaba un muy buen texto de Nicholas Mulder en Foreing Affaires de esta semana, ha puesto la presión en los aliados, en sus socios comerciales para, a partir de ellos, tratar de reestructurar sus relaciones globales. Paradójicamente, cuando más cercano e integrada con la economía dominante (la de Estados Unidos) un país se torna más vulnerable a las demandas de ese “aliado” inestable. Los adversarios, eso lo tienen ya asumido.

Tampoco es nueva, aunque lo es la irracional utilización de aranceles (que dañan a la propia economía estadounidense) la posición que ha tomado México respecto a ese tipo de amenzas. Estados Unidos utilizó distintos tipos de presión sobre sus aliados para “acomodar” el mundo global durante toda la posguerra (sigo, en parte, el texto de Foreing Affairs). En 1948 presionó con retirar el apoyo del Plan Marshall a los Países Bajos para que abandonaran la guerra contrainsurgente en Indonesia, porque consideraban que ese país, declarada su independencia, podría ser un aliado en la guerra fría. Los Países Bajos concedieron en apenas un año la independencia a Indonesia y cuando ésta estuvo a punto de ingresar a la órbita soviética no tuvieron problema en apoyar una represión terrible, mucho peor que la que habían ejercido los holandeses.

Años después, en 1956, amenazaron con quitar la ayuda de post guerra a Gran Bretaña, Francia y el naciente estado de Israel, si no se retiraban del canal de Suez y lo dejaban en control de Egipto, porque a su vez Estados Unidos quería liberar ese estratégico paso comercial en su beneficio. La amenaza logró que los tres países se retiraran de Suez en unas pocas semanas y Gran Bretaña asumió esa derrota, una de las mayores de su historia (comprendió que ya no era una potencia) para salvar su economía. 

En 1970 cuando Corea del Sur comenzó a intentar construir armas atómicas propias, las amenazas económicas estadounidenses desuadieron a ese país, todavía gobernador por un régimen autoritario y enfrentado en forma crucial con la absolutista Corea del Norte (que sí desarrollaba armas nucleares con apoyo chino y soviético), de abandonar ese intento. En retribución, el apoyo económico posterior detonó la economía de Corea del Sur con un crecimiento sin precedentes. 

En los 80 Ronald Reagan usó presiones económicas y arancelarias para evitar lo que llamaban entonces “la invasión comercial japonesa” en el país. Japón no tomó represalias buscó y logró acuerdos, incluso políticos y militares, que lograron reequilibrar la relación comercial y las sociedades empresariales.

Canadá y la Unión Europea están jugando con sus propias condiciones y momentos políticos. Canadá tiene una economía dependiente, en muchos sentidos, de Estados Unidos pero ni remotamente tanto como las nuestra y tiene cartas muy importantes, sobre todo en el abastecimiento de energía. El partido Liberal, del ahora ex primer ministro Justin Trudeau estaba en enero 30 puntos abajo del partido conservador. Hoy están casi empatados por la reacción nacionalista de su gobierno ante los aranceles y la insistencia de Trump de convertir a Canadá en el estado 51 de la Unión Americana. El nuevo primer ministro Mark Karney, casi desconocido hasta hace unas semanas es visto como una fuerte alternativa a Trump.

 La Unión Europea es un gran mercado en sí misma y el desafío de Trump le ha servido en dos sentidos: por una parte, ha generado una tendencia reunificadora, cuando la presencia de partidos nacionalista de ultraderecha presentaba presiones centrífugas; y por otra parte, de la mano con ello, ha revalorizado a los dirigentes y gobernantes de centro. Líderes vistos como débiles hasta enero y presionados por la ultraderecha, como el francés Emmanuel Macron o el alemán Olaf Scholz, se posicionan ahora como los articuladores de una nueva Unión Europea, mientras que el británico Kair Steimer, ha quedado como un interlocutor válido para EEU, la Unión Europea y Ucrania.

Me imagino que en torno a estas realidades está jugando el equipo de Claudia Sheinbaum. Y hasta ahora le ha dado réditos. Cuando dicen que ha concedido sin haber logrado nada, habrá que recordar aquellos ejemplos de Gran Bretaña, de Japón o de Corea del Sur en el pasado, que concedieron para ganar un futuro. No es poca cosa.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *