Ayer, con la simple exposición de los hechos, el secretario de seguridad Omar García Harfuch, explicando las investigaciones y detenciones realizadas por esa dependencia y la Defensa, desmontó los intentos de tergiversar lo ocurrido en el rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco. En ese rancho dijo García Harfuch, se reclutaban elementos en forma forzada, se los entrenaba, a quienes no lo aceptaban se los torturaba, y se los asesinaba. Era, por ende, un centro de reclutamiento, de entrenamiento y de exterminio. Esa es la verdad de lo que allí ocurría.
Ayer, mientras eran detenidos los primeros personajes relacionados con el Mencho y el Sapo, los líderes del CJNG involucrados directamente con el rancho Izaguirre, comenzaba a tomar forma la candidatura, adelantada por supuesto, pero en estos tiempos imposible de construir de otra manera, de Luis Donaldo Colosio Riojas para el 2030. Habrá que ver cómo crece y se desarrolla: tiene el nombre y las convicciones, pero para transformar una legítima ambición en una candidatura presidencial opositora hay que recorrer un largo camino.
Ayer también se cumplían 31 años del asesinato de su padre, Luis Donaldo Colosio, cuando el joven Colosio Riojas era un niño.
El asesinato de Luis Donaldo cambió la historia del país. La investigación del crimen que hizo Pablo Chapa Bezanilla fue un desastre y sirvió para enturbiar cualquier indagatoria futura. El último fiscal del caso Luis Raúl González Pérez hizo una investigación completa con los girones que dejó Chapa Bezanilla. Pero quedaron historias por contrar. Una de ellas la hemos investigado desde los años 90.
En Tamaulipas, desde principios de los 80, había nacido una banda criminal llamada Los Texas, conformada por pequeños narcotraficantes enlazados familiarmente. Su jefe era Arturo Martínez Herrera. El número dos era su hermano, Guillermo; otro hermano, Daniel, era el tercero al mando, se hacían llamar Caballero Aguila Uno, Dos, Tres, respectivamente. Se hicieron muy conocidos por controlar el paso de indocumentados en Nuevo Laredo y como asesinos a sueldo.
Este grupo creció porque tuvo el apoyo de otro personaje: Guillermo González Calderoni, quien al ascender al cargo de director de intercepción aérea de la PJF, enviaba parte de los decomisos realizados por esa corporación a los Texas para que ellos los ingresaran al otro lado de la frontera. Los Texas trabajaron durante años, tanto para González Calderoni como para Juan García Ábrego. Llegaron a contar con unos 50 pistoleros entrenados por Jaime González Beath, un ex miembro de las fuerzas especiales de Estados Unidos y más tarde detenido en ese país.