Cuando el 7 de agosto pasado estuvimos con el papa Francisco en una larga audiencia de casi dos horas en su residencia de Santa Marta, en el Vaticano, no sabíamos que esa sería una de las últimas, o la última, entrevista con Francisco en ser publicada.
Allí hablamos mucho de como vivió la dictadura argentina, de su formación, de una mujer que él consideraba su mentora, Esther Ballestrino de Careaga, fundadora de las Madres de Plaza de Mayo, secuestrada y asesinada por la dictadura militar, de la violencia en México, de las causas de la misma y terminó con un saludo que ahora, ante su fallecimiento, habrá que recordar: saludó “al pueblo de México, tan alegre, con capacidad de tantas cosas y a la vez con tanto sufrimiento, traten de mantener esa historia linda que tienen ustedes. Dicen que hay mexicanos creyentes y hay mexicanos ateos, pero los creyentes y los ateos son todos guadalupanos. Así que un saludo para todos. Y recen por mi, que yo rezo por ustedes”.
Fue una plática entrañable con un hombre, con un líder espiritual en el que se cruzaban la teología con la política, la filosofía, el futbol, el humor y el gusto por los alfajores y el tango. En parte era por su formación: ingresó tarde al seminario, a los 21 años, antes trabajó en un laboratorio, estudio, tuvo una novia, le gustaba bailar y leía de todo, iba al cine, al futbol, a fiestas. Siempre tuvo vocación por el sacerdocio pero durante los años de su primera juventud no sabía si emprender ese compromiso, fue Esther Ballestrino, que había sido su jefa y que nos decía en agosto (y lo escribe ampliamente en su autobiografía Esperanza, publicada hace unos meses) que fue su mentora, una de quienes lo convencieron de que siguiera su vocación, que ingresara al seminario y al sacerdocio.
Conocí por Esther, que entonces era mi suegra, a Jorge Bergoglio, que era el provincial de los jesuitas. Nunca fue un militante de izquierda, tampoco era un seguidor de la teología de la liberación, con la que no compartía su visión cuasi marxista, pero sí fue un firme partidario de la defensa de los pobres, de la lucha contra las injusticias y contra los autoritarismos, con una visión amplia de la vida y de la realidad.
Ayudó y protegió a muchos durante la dictadura militar argentina, más allá de sus posiciones políticas y sus ideologías, incluyendo familiares míos. Néstor y Cristina Kichner, lo mismo que después Javier Milei, desde distintas posiciones antagónicas estuvieron enfrentados con el arzobispo de Buenos Aires que se convirtió en Papa en 2013.