Columna

Proinmigrante, peruano y de Chicago

Robert Francis Prevost es el nuevo sumo pontífice de la iglesia católica y se denomina desde el día de ayer León XIV. El león es un nombre que deviene en la religión católica del Evangelio de Marcos, se refiere a Juan Bautista y reivindica el poder de la palabra evangelizadora, dice que su voz era como la de un león fuerte y noble. Por eso tantos papas lo han utilizado, incluyendo a León X, Giovanni Di Lorenzo de Medici, hijo de Lorenzo de Medici, un hombre en las antípodas del cardenal Prevost.

No deja de sorprenderme, sobre todo porque uno no lo analiza desde el punto de vista religioso, la capacidad de la iglesia católica para ponerse al tiempo con las tendencias políticas (las sociales le cuestan muchísimo más) y la elección de León XIV lo demuestra. Es un Papa muy particular y personalmente creo que es de las más inteligentes líneas de continuación y moderación que puede haber respecto al papado de Francisco. 

Nació en Estados Unidos pero su vida pastoral y política, porque estos cargos también son políticos, los hizo prácticamente todos en Perú y los últimos años en la Curia del Vaticano. Es un hombre que conoce muy bien la iglesia católica. Luego de 40 años, con intermitencias de labor pastoral en Perú, un país del que adquirió la nacionalidad, Francisco lo puso en 2023, en una de esas decisiones que vistas retrospectivamente tienen relación con preparar personajes para la sucesión, en un cargo estratégico en Roma al frente del dicasterio de los obispos: ninguna plataforma es mejor para seguir la evolución de la iglesia en el mundo. 

Es un seguidor de San Agustín, cercano a Francisco en su visión pastoral, los agustinos se enfocaron en la integración y educación de los pueblos indígenas, enseñando oficios, lenguas y promoviendo el humanismo cristiano; los jesuitas, como Francisco, son reconocidos por su labor educativa, fundación de colegios y universidades en todo el mundo, entre ellas la fundación Skolas que creó Francisco y, también como los agustinos, por su trabajo misionero en lugares remotos, aunque con mayor influencia intelectual y política. 

Como Francisco, el cardenal Prevost estuvo peleado, distanciado o fue crítico fue de los presidentes con los que le tocó vivir en Perú, dictatoriales o no. León XIV tuvo problemas con Fujimori, con Pedro Castillo, con la presidenta Bouloarte. Es un hombre que no teme decir las cosas y que ha sostenido siempre su posición en defensa los más humildes. 

Es una buena decisión porque une lo moderno con lo tradicional, la labor pastoral con la política y diplomática. Prevost tuvo una licenciatura en matemáticas antes de ordenarse, se dice que es un personaje muy talentoso para los temas administrativos y financieros. Y sin duda es un misionero.

Su doble nacionalidad e identidad (uno no puede elegir donde nace, sí de dónde es en realidad) lo posicionará como un constructor de puentes entre América del Norte y del Sur, y será el primer papa verdaderamente “americano” en el sentido continental.

Para Donald Trump es la peor pesadilla, porque a esa doble identidad, se suma que está distanciado de todos los grupos religiosos en los que Trump y J.D.Vance se apoyan. 

El presidente Trump quería un papa de su país, pero hubiera preferido cualquier otro, por más que lo felicitó y dijo que estará para su ceremonia de entronización el domingo 18 de mayo. Pero es lo peor que le podía pasar. Si bien León XIV no será un papa muy progresista en temas de género, sí lo es en muchos otros sentidos. Será un papa amigo de los migrantes, siendo de Chicago es imposible que no lo fuera; es amigo de América Latina, con su experiencia de 40 años en zonas indígenas y muy problemáticas de Perú; que habla con y por los desposeídos y que, además, es estadounidense, hijo de un padre con orígenes franceses e italianos y madre española.

A diferencia de otros sacerdotes agustinos tiene un alto sentido político y no apostará a la ruptura de la iglesia, puede tener diálogo con los moderados menos radicales y lo sostendrá con los progresistas, de donde proviene. La palabra diálogo y apertura fueron las más significativas de su discurso de ayer.

Decíamos ayer que la iglesia tendría que buscar a un papa que se colocara entre Juan Pablo II y Francisco y que probablemente encontraría a alguien en una posición intermedia entre ambos. Aparentemente lo ha encontrado en este hombre culto, sofisticado (habla perfectamente cinco idiomas), comprometido sin duda con los humildes (lo demostró en la diócesis de Chiclayo en Perú y en toda su labor pastoral), estadounidense y latinoamericano, con experiencia diplomática y en la Curia. Y a punto de cumplir 70 años, lo que hace suponer un papado largo.

Ovidio

Volviendo al mundo terrenal. La decisión, esperada, de Ovidio Guzmán de llegar a un acuerdo con la fiscalía de Chicago para declararse culpable, sumado a la también esperada negociación de su hermano Jesús, más lo que podría resultar de los juicios de El Mayo Zambada y Caro Quintero, con audiencias en junio y julio, le da un arsenal formidable a la administración Trump para presionar a México en un tema clave: la desarticulación de las redes políticas de protección a los cárteles.

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