Columna

El fin de las mañaneras

Lo sucedido en las dos últimas mañaneras tendrían que obligar a repensar seriamente en el gobierno federal ese modelo de comunicación, que ya está agotado. El martes, con el asesinato en directo de Ximena Guzmán y José Guzmán, los criminales pudieron exhibir el nerviosismo y la debilidad de las autoridades ante un evento fuera de control.

Esos largos minutos en que Omar García Harfuch recibe la noticia, habla con el general Trevilla, consulta con el equipo de la presidencia, va con la mandataria, regresa y durante largos minutos se sigue hablando con un lenguaje corporal que lo niega, de lo bien que está la seguridad, hasta que se anuncia el asesinato de dos funcionarios cercanísimos a la jefa de gobierno, son casi un manual para los criminales (o para quien desee hacerlo) de cómo reventar y exhibir al gobierno federal.

Lo sucedido el miércoles es quizás más grave. Los extorsionadores profesionales de la CNTE, que vienen haciendo lo mismo desde el sexenio de Miguel de la Madrid, reventaron la mañanera, bloquearon la entrada a Palacio Nacional, dejaron fuera a funcionarios, a trabajadores y a periodistas. En una mañanera que era clave para dar el mensaje sobre lo sucedido el día anterior, lo que tuvimos fue una reunión virtual donde la demostración de fuerza hizo la Coordinadora, que, además, volvió a bloquear media ciudad, mantiene su plantón en el Zócalo y parece pensar que su fuerza es mayor a la del Estado. Y lo hacen sin sufrir costo alguno, al contrario, se termina concediendo a sus exigencias, aunque sean descabelladas.

¿Quién puede decir que la seguridad presidencial está asegurada cuando el Palacio Nacional está rodeado de manifestantes que bloquean sus entradas con total impunidad, agreden a trabajadores y periodistas y termina obligando a mostrar a una Presidenta sola en un salón con la única compañía del general Vallejo?.

La mañanera es un modelo agotado desde el último año de López Obrador. La presidenta Sheinbaum dijo que iba a cambiarlo pero que terminó mal copiando el modelo del sexenio pasado. Después de unos pocos días, volvieron los mismos personajes comprados por el gobierno, que no tienen representatividad mediática alguna, volvieron a venderse las preguntas, volvió todo a ser demasiado obvio. Porque además el estilo de la presidenta Sheinbaum no es el de López Obrador. Ella no disimula sus enojos y no sabe mentir, se le nota cuando está afirmando algo que no cree, cuando está preocupada, cuando algo no le gusta. Sheinbaum está mucho más preparada para entrevistas reales, en corto, con periodistas de verdad. Así es como sale su mejor facetas, jamás aparece en las mañaneras.

Pero más allá de eso lo cierto es que tanto los criminales como los grupos de poder le han tomado la medida a la mañanera, saben cómo manipularla y boicotearla, y lo van a seguir haciendo. Porque, además, lo que falla es la narrativa que se quiere imponer. Y ese no es un problema de la mañanera sino de la estrategia de gobierno.

Ante hechos como el asesinato de Ximena y José, o el bloqueo de Palacio Nacional no hay respuestas. No lo es decir que el crimen no nos doblegará o que se negociará el viernes con la CNTE, o que este es el segundo piso de la cuarta transformación: eso hoy no dice nada. La gente puede aceptar que haya violencia e incluso asesinatos, si sabe hacia dónde va, cuál es el objetivo y cómo y cuándo se llegará a él. Decir que se luchara incansablemente, que se busca pacificar al país o hacer una lista de golpes dados a los criminales no alcanza para ello.

¿Cuáles son los objetivos y metas concretos que se pueden medir?¿contra qué tenemos que medir los éxitos y los retrocesos?. Disminuir el número de homicidios está muy bien, hasta que llega una ola de crímenes que borra todo en la percepción ciudadana. Esa es la narrativa que falta, que no tenemos, y será imposible encontrarla sin tener una separación del pasado.

Ni siquiera Cárdenas rompió en lo personal con Calles, aunque lo envió fuera del país: simplemente no era posible legitimar su gobierno mientras el que fue su jefe y el que lo llevó al poder ejerciera su maximato, o mientras la gente pensara que así era. Lázaro Cárdenas hubiera fracasado como mandatario sino se hubiera separado de Calles y si no se hubiera impuesto en la lucha interna del poder post revolucionario. Ha pasado casi un siglo, pero la lección política es la misma.

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