El desaire de la Coordinadora
Columna

El desaire de la Coordinadora

Me desconcertó profundamente que la presidenta Sheinbaum dijera ayer en la mañanera que el 8 de mayo tenía acordada una reunión con los líderes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y que estos no llegaron a ese encuentro con la mandataria, sobre todo cuando ella misma ya había postergado la reforma a la ley de ISSSTE, que había impulsado Martí Batres, y cuando se estaba discutiendo el incremento al salario de los maestros, que quedó finalmente en un 9 por ciento, superior al de la mayoría de los trabajadores.

Recordé cuando estaba comenzando mi vida como reportero y me citó, iniciaba el gobierno de Salinas, el entonces secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios. No conocía personalmente al mítico político y ese día me concedió dos horas de plática en su oficina de Bucareli. De alguna forma llegamos a la relación que se debía mantener con un presidente de la república (más allá de su nombre) y me dijo algo que se me quedó grabado: puede usted, me decía en aquella ocasión Gutiérrez Barrios, estar de acuerdo o no con un presidente, le puede caer bien o mal, pero “cuando la silla convoca, el convocado va”. No se puede, insistía, desairar a un presidente. No tiene nada que ver con tener o no simpatía con él, o ella en este caso, sino del respeto a una institución y lo que representa. Creo que tenía razón.

Desde aquella plática en enero de 1989 siempre he creído en ello: cuando la silla convoca hay que ir, aunque sea para expresar un desacuerdo. Los dirigentes de la Coordinadora son especialistas en hacer patanerías, pero no recuerdo que dejaran plantado a un presidente, mucho menos a una mandataria que en muchas ocasiones a lo largo de su carrera ha simpatizado con ellos y cuando, en una decisión que en términos de negociación política pudiera ser cuestionable, ya había concedido en una de las demandas que ellos había presentado originalmente: la postergación de la reforma a la ley de ISSSTE de Batres.

Pero no sólo no fueron a esa cita con la presidenta Sheinbaum, iniciaron un proceso de manifestaciones, bloqueos, presiones, provocaciones que lleva ya dos semanas en la ciudad de México, con un pliego petitorio que en sus principales puntos saben que el gobierno no puede cumplir, porque no hay forma financiera de hacerlo: un aumento salarial del 100 por ciento y la derogación de la ley de pensiones de 2007 que creó las cuentas de retiro individualizadas. No lo pidieron con Calderón, con Peña, mucho menos con López Obrador y ahora exigen a Sheinbaum dos demandas que el Estado mexicano no tiene forma alguna de cubrir, no alcanzan las finanzas públicas para eso.

Pero, además, bloquearon Palacio Nacional, impidieron entrar durante horas a funcionarios, trabajadores, periodistas, provocaron que un día después del crimen político más grave que ha habido en el sexenio, el asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz, la Presidenta tuviera que estar sola en el inmenso patio de la Tesorería en la conferencia mañanera. Llevamos dos semanas de provocaciones de la CNTE sin el menor costo para esa agrupación política (lo de sindical y magisterial es una coartada), pero con altos costos para la ciudadanía y para la imagen del gobierno federal.

Ayer, la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez dijo que le presentaron a la CNTE una nueva propuesta para reunirse hoy. A ver si lo dirigentes de la Coordinadora aceptan reunirse con Rosa Icela y negociar algo que en principio no están dispuestos a hacer. Y a ver qué les puede ofrecer el gobierno federal sin exhibir debilidad ante ellos.

Lo que queda claro es que la suma de desaires políticos que han hecho a la Presidenta no tendrían que quedar impunes. Lo que está haciendo la Coordinadora no sólo es desafiar a la presidenta Sheinbaum, tratar de tomarle la medida en la lógica de la negociación, sino también, y más importante, tratar de debilitarla, o de exhibirla débil ante el poder de una organización que, en última instancia, tiene tiene alguna representatividad, pero que no nuclea a más del 20 por ciento del magisterio del país.

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