Histórica, por abstención y votos nulos
Columna

Histórica, por abstención y votos nulos

La de este domingo fue una elección sin duda histórica, pero lo fue por razones muy diferentes a las que festina el oficialismo. Fue histórica porque nunca, en una elección federal o incluso estatal, hubo un nivel tan alto de abstencionismo (se dijo que hubo una participación del 13 por ciento, pero los números están mostrando que giró en torno al 11 por ciento, sumando la ayuda que significó que se votara simultáneamente en las municipales de Veracruz y Durango): elegir un nuevo poder judicial con 90 millones de personas, el 88 por ciento del patrón, absteniéndose de votar le quita legitimidad a todo el proceso y a los propios ministros, magistrados y jueces electos.

Pero en realidad el apoyo fue menor. Esta elección fue histórica porque jamás había habido tantos votos nulos, ni en aquella de 1976 cuando el candidato único fue José López Portillo. Fueron poco más de 22 por ciento de los votos los que fueron anulados (en la votación para la Corte, en los otros niveles presumiblemente fueron más) eso implica que quienes sí votaron por los candidatos apenas superaron el 9 por ciento.

Fue una elección histórica porque el voto se basó en los acordeones que ilegalmente distribuyó el gobierno: los nueve que obtuvieron un asiento en la Suprema Corte fueron los nueve que estaban en los acordeones, sin excepción. La presidencia de la Corte se la disputan Lenia Batres y Hugo Aguilar. La ministra Batres es el fruto de la operación electoral de una corriente de Morena que en el apellido lleva el sello, pero para la sorpresa fue Hugo Aguilar, un abogado poco conocido, funcionario de segundo nivel en el Instituto Nacional Indigenista, que colaboró en la redacción del proyecto de constitución del EZLN, de quien fue un destacado asesor. Aguilar no es conocido, pero estaba primero entre los hombres en todos los acordeones de Morena y fue palomeado desde lo más alto de Palacio Nacional.

Se demostró, además, que el aparato electoral que manejó Andy López Beltrán fracasó, en la elección judicial, pero también en Veracruz y más aún en Durango, donde el propio Andy manejó personalmente el aparato del partido oficial: logró que Morena quedará en tercer lugar en la capital y que en Veracruz perdieron numerosos municipios aunque, con la ayuda de los Yunes, ganaron el puerto, pero ni con sus novísimos aliados pudieron ganar Boca del Río. El resultado de Veracruz también es consecuencia de las profundas diferencias internas entre los morenistas del estado. El papel en ambos estados que jugó el crimen organizado ya lo analizaremos.

Pero mientras estamos atentos a los resultados de la Corte, que era absolutamente previsible más allá de la abstención, donde habrá que poner mucha atención es en el Tribunal de Disciplina, en los magistrados, los tribunales especializados y los jueces. Allí es donde se decidirá la verdadera esencia judicial de cara al futuro y donde la influencia de los grupos de poder, incluyendo el crimen organizado, se verá en toda su dimensión. Porque, además, en unas 80 posiciones había candidatos únicos, y en muchos casos, con una participación tan baja, debe haber sido muy sencillo colocar a un candidato con una mínima operación.

La elección fue un fracaso, enorme y costoso, en términos de legitimidad democrática, pero el gobierno logró su objetivo: tendrá el control del poder judicial con gente suya en todos los niveles, desde la Corte hasta los jueces de distrito. Pero, con ello, se les acaba, también, la narrativa de que la justicia no funciona por herencias del pasado.

La elección judicial, deben pensar en Palacio Nacional, se olvidará mañana, pero el control del poder judicial durará muchos años. Se pagó un costo político, pero se obtuvo un beneficio de incalculable valor. El Plan C era construir un nuevo sistema político y lo lograron con un 54 por ciento de los votos (muy lejos de la mayoría calificada que se adjudicaron con ayuda del INE) hace exactamente un año. La legitimidad quedará para otra ocasión.

Medios y abstencionismo

Los paleros de la 4T, y ese inenarrable personaje que es Fernández Noroña, han comenzado a decir que la causa del altísimo abstencionismo (¿no que la elección había sido un éxito?) es culpa de los medios.

La elección estaba deslegitimada de origen: desde que Morena compró senadores del PRD, de MC y a los Yunes para tener mayoría, y para luego evitar que fuera declarada inconstitucional en la Suprema Corte. En el caso de la elección, ningún medio (ojalá así fuera) tiene el poder como para convencer al 90 por ciento del electorado de que no vote, mucho menos cuando los institutos electorales federal y locales tuvieron cientos de miles, millones sumados los de todo el país, de anuncios y horas de transmisión gratuitos para promocionar el proceso, o cuando el gobierno maneja, salvo alguna honrosa excepción, los medios públicos como una instancia de propaganda ramplona y cuando tiene miles de millones de pesos en presupuestos de publicidad que se pueden utilizar sin control alguno.

Pero en algo tienen razón: los medios, por lo menos algunos, se han convertido, ante el desmantelamiento institucional de los órganos autónomos o ciudadanos, del poder judicial, y de unos partidos de oposición que no dan color, en un espacio de reflexión democrática que no existe hoy en el Estado. Por eso crecen en los sectores radicales las tentaciones autoritarias para controlarlos o callarlos. Vienen tiempos difíciles.

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