Columna

Morena y narco en Durango

La verdadera dimensión del desastre que significó la elección judicial lo tendremos cuando haya mucha mayor claridad en los nombres de jueces y magistrados, en las mujeres y hombres que tendrán en sus manos la justicia cotidiana. Allí sabremos, también, qué grado de penetración han tenido en esa elección desde partidos hasta grupos de poder, pasando por supuesto por el crimen organizado.

Hay muchas zonas del país donde es impensable que esa intervención criminal no se haya dado, por la sencilla razón de que, si se pudieron instalar casillas (en realidad centros de votación en esta ocasión) tienen que haber sido esos grupos los que impongan la votación. Lo mismo podría suceder con algunos juzgados especializados, sobre todo en delincuencia organizada.

Con todo creo que la acción del gabinete de seguridad sumada a la propia guerra que se desarrolla entre los grupos criminales ha surtido efectos en todo este proceso electoral. La derrota de Morena en Durango lo podría comprobar. Desde 2021 el cártel de Sinaloa había operado en favor de los candidatos de Morena en Sinaloa, en Durango (en forma notable en 2024), en Tamaulipas. 

Pero semanas después de las elecciones del 2024 se dio la caída de El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López que terminaron detenidos en Nuevo México y desde ese 25 de julio todo cambió, ese fue el punto de inflexión en la relación de los grupos criminales con el gobierno y con Morena (y de López Obrador con Estados Unidos) e inició la guerra interna del cártel de Sinaloa. Y semanas después, al asumir Claudia Sheinbaum se acabaron los abrazos y no balazos y comenzó una persecución real de los cárteles que se intensificó con el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca.

Durango era la tierra de los Chapitos, quienes en la pasada elección del 2024 operaron en forma importante para Morena que llegó al 55 por ciento de los votos. Ahora los chapitos están disminuidos en el triángulo dorado, siguen manteniendo una cierta hegemonía (algunos aseguran que es allí donde se ha refugiado Ivan Archivaldo, como lo hizo durante años se padre, el Chapo, después de que logró huir en febrero por un túnel cuando iba a ser detenido en Culiacán) pero incluso se dice que los chapitos han tratado de revivir una alianza con el Cártel Jalisco Nueva Generación para frenar a los mayitos y sus aliados en la zona. Los videos que han circulado esta misma semana en redes de ejecuciones de sicarios del Mayito flaco en esa zona de Durango pareciera confirmarlo. 

Si los chapitos están disminuidos, golpeados por las autoridades y en guerra con los mayitos y sus aliados, es comprensible que su preocupación principal en este momento no sea operar unas elecciones, sino sobrevivir. Esa situación es la que permite una explicación de la caída de la votación de Morena en el estado de 55 a 33 por ciento, una caída que incluye a sus aliados, que se suponen fuertes en esa zona, es uno de dos bastiones donde nació el PT en los 90.

Los grupos del crimen organizado no pudieron operar porque están perseguidos, en guerra, porque sus líderes, como Iván Archivaldo, están a asalto de mata. Para confirmar esta tesis habrá que ver quiénes quedaron de jueces de distrito federales, locales, magistrados, porque es allí donde opera el crimen organizado, donde se da la verdadera influencia, no en la Suprema Corte.  

 Si queremos avanzar en esta interpretación y salirnos un poco del tema estrictamente electoral, si queremos ver la relación narcotráfico-política, crimen organizado-político, esta es una tesis muy viable que demuestra también la situación que vive la lucha criminal en el Triángulo Dorado, una situación que también se le puede atribuir al buen manejo de las autoridades de seguridad, que han dado muchos golpes y los tiene muy disminuidos. 

Lo cierto es que los criminales se siente traicionados, están golpeados y perseguidos y no operaron en la elección, por eso, sumado a la pésima operación del secretario de organización de Morena, Andy López Beltrán, tuvieron tanta pérdida de municipios y esa caída de 55 al 33 por ciento de los votos que podemos correlacionar perfectamente bien con la disminución de la operación de los grupos criminales en esa región del país.

No me digan Andy

Debo reconocer que me hizo acordar de aquella pegajosa canción de principios de los 90, Yo no me llamo Javier, de Los Toreros Muertos. Era entre chistoso y de pena ajena escuchar a Andy López Beltrán, pidiendo que ya lo le digan Andy, que él, como su padre se llama Andrés Manuel.

  No recuerdo una intervención, además preparada, no espontánea, más desafortunada y mamona que ha de Andrés Manuel López Beltrán diciendo que no quiere que le digan Andy. Pues lo de Andy se lo comenzaron a decir los suyos, incluyendo su familia, quizás se lo ganó por las formas junior del muchacho, desde hace muchos años. 

Ahora como le regalaron una posición política en el partido sin haber hecho carrera en el mismo y como tiene ambiciones presidenciales (no sólo quiere heredar el nombre sino también el cargo) quire que se olviden del diminutivo. Con su intervención ha logrado que el mismo se termine de imponer. 

Pero no deja de asombrar la soberbia, la facilidad para querer victimizarse desde una cima del poder que se ejerce casi sin contrapesos y después de ser el responsable directo de una sonada derrota electoral. Es soberbia e inmadurez, y por supuesto, estimado Ricardo Monreal, esto nada tiene que ver, ni remotamente, con la violencia vicaria.

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