24-10-2018 Las dos instituciones más respetadas por los mexicanos siguen siendo la Marina y el Ejército, pese a las campañas negativas que han sufrido en los últimos años y al desgaste natural de una larga lucha contra la delincuencia organizada.
Por eso la decisión del presidente electo López Obrador de proponer al almirante José Rafael Ojeda Durán y al general Luis CrecensioSandoval, como futuros secretarios de la Marina Armada y de la Defensa Nacional ha concitado tanto interés. Son dos pilares institucionales del país que, además, se convierten, en el mejor sentido de la palabra, en apoyos y contrapesos del gobierno federal.
Los dos nombramientos son impecables. Son militares de carrera con dilatada experiencia dentro y fuera del país, reconocidos en su arma y con altos niveles de eficiencia en las tareas desempeñadas. Por eso llama la atención la superficialidad con que se han analizado en algunos ámbitos esas designaciones. Para empezar es difícil entender cuando se dice que los nuevos mandos son ajenos a los círculos más cercanos de los actuales titulares, el almirante Vidal Soberón y el general Salvador Cienfuegos.
La sucesión en las Fuerzas Armadas casi nunca se da en forma directa respecto a los mandos inmediatamente inferiores, pero siempre, como ahora ocurre, se da entre el círculo de los principales almirantes y generales. Ojeda Durán es un almirante con los máximos niveles de antigüedad y uno de los principales mandos de la institución. El general Sandoval es más joven, pero es uno de los hombres más preparados de la Defensa, con experiencia de mando en puntos neurálgicos del país, pero también en el ámbito de la inteligencia y con responsabilidades en el exterior (como el almirante Ojeda Durán). Fue ascendido a general de división por el general Cienfuegos que además, a lo largo del sexenio lo colocó en varias de las principales áreas operativas de la defensa.
Es uno de los más jóvenes representantes de una generación militar que, de alguna forma, ha implicado (y en ese sentido el general Cienfuegos ha sido clave) la profesionalización y modernización del ejército mexicano, que comenzó con el general Enrique Cervantes. Pero las sucesiones desde entonces no han sido automáticamente a los mandos inmediatamente inferiores como algunos ahora lo interpretan. El general Cervantes fue reemplazado por el general Ricardo Vega, que fue designado por el presidente Fox con la recomendación de Jorge Castañeda y Adolfo Aguilar Zinser, e implicó el salto de varios generales con mayor antigüedad. Fue un secretario con un perfil más intelectual y menos operativo que Cervantes, porque esa era la idea que tenían para el ejército en ese sexenio.
El general Vega (hoy muy enfermo) dejó su posición, en el gobierno de Felipe Calderón, al general Galván que era, por sobre todas las cosas, un duro y eficiente operador, porque nuevamente ese era el perfil militar que necesitaba un presidente convencido de que el tema de seguridad y la lucha contra el narcotráfico era clave.
El general Cienfuegos sí era del grupo más cercano a su antecesor, pero su elección se basó en la búsqueda de un equilibrio interno entre la operatividad y la transformación institucional, con un fuerte acento en la modernización y la educación militar. Todos tuvieron, más allá de aciertos y errores, una cualidad que tendrá también el próximo secretario: la lealtad institucional y a su comandante en jefe, el presidente de la República.
El general Sandoval nació en 1960, es uno de los más jóvenes pero también es parte de esa generación, que tiene una formación profesional muy sólida y, como lo ha demostrado en tareas anteriores, una fuerte capacidad de coordinación dentro y fuera del ejército. Incluso en ese ámbito, la coordinación, el cambio logrado por el general Cienfuegos y el almirante Soberón en la percepción de la cercanía entre las dos armas, es, en sí mismo, un cambio nada despreciable.
El almirante Ojeda es muy cercano al actual secretario de la Marina, que a su vez fue muy cercano, el más cercano, a su antecesor, el almirante Saynez, pero Soberón fue ascendido al nivel más alto del almirantazgo apenas diez días antes de su designación como secretario. Todos implican una línea de continuidad de la que no se ha apartado la Marina: alto profesionalismo, apuesta por la inteligencia y una estrecha relación con el exterior.
No hay ninguna línea de ruptura en las dos designaciones. Y esa es una buena noticia para una administración en la que varios de sus principales integrantes tienen muchos prejuicios e incluso un grado de ignorancia sobre qué son, qué hacen, cómo funcionan y qué representan las Fuerzas Armadas y sus mandos. Me imagino que el presidente electo y su equipo más cercano aprenderán también de ese profesionalismo y disciplina e irán desalojando los prejuicios y el desconocimiento, y comprenderán que en muchas de sus principales responsabilidades pueden y deben apoyarse en soldados y marinos para lograr sus objetivos. Por lo pronto, el presidente electo ha acertado y actuado con mucha sensatez en estas designaciones.