11-04-2019 En los próximos días se anunciará el inició de la construcción del aeropuerto de Santa Lucía y con ello se echará el último puñado de tierra sobre el aeropuerto de Texcoco. Como el gobierno federal sabe que esa es una herida abierta que no ha cerrado y que ha generado tal incertidumbre que hasta el día de hoy no se han reactivado las inversiones en el país, tanto el secretario de comunicaciones y transportes, Javier Jiménez Espriú como el propio presidente López Obrador han insistido en las últimas horas en recordar porqué cancelaron el aeropuerto de Texcoco.
Jiménez Espriú dijo que Texcoco era un barril sin fondo que nadie sabría cuánto costaría. No es verdad: el aeropuerto, que ya estaba terminado en un tercio de sus obras, incluyendo las hidráulicas que eran las más complejas y costosas, tenía un presupuesto, contratos, licitaciones a las que se debía atener, era una obra ya financiada y que una vez operando generaría fuertes utilidades para el estado mexicano. Lo que es un barril sin fondo es la cancelación de la misma: un día sí y otro también nos enteramos de nuevos pagos que se siguen haciendo no para construir sino para cancelar la construcción del aeropuerto, pagos que superan ya en forma muy holgada los cien mil millones de pesos, y todavía faltan muchos más, incluyendo las demandas de constructores que ya se han iniciado a presentar en contra de las autoridades. Se va a gastar más por no hacer el aeropuerto que por hacerlo. Eso es un barril sin fondo.
El presidente presento cuatro razones, en su conferencia mañanera de ayer, por las cuales se canceló Texcoco. Ninguna de ellas tiene trascendencia real como para explicar la cancelación. La primera, dijo, es que se mintió diciendo que no podían operar en forma conjunta Santa Lucía y el actual aeropuerto. Primero, esa no era una opción. Segundo, no es verdad. Lo que siempre se dijo es que esa operación conjunta no era aconsejable por el espacio aéreo de la zona y por que en los hechos no aumentaría la frecuencia de vuelos, al contrario, podría incluso disminuirla, al tiempo que hacía mucho más compleja la operación de las aerolíneas, incluyendo la cancelación de operación de algunas aerolíneas internacionales que no aceptarían volar en un espacio que las agencias internacionales consideran, así diseñado, como inseguro.
Luego dijo el presidente que en los terrenos del actual aeropuerto se quería construir algo así como “un nuevo Santa Fe”. ¿Un desarrollo inmobiliario como Santa fe en una zona económica deprimida es condenable?. Pero era eso, una propuesta: en los hechos lo que se haría en esos terrenos sería una decisión que tendría que ser tomada por este gobierno, por el propio presidente López Obrador porque son terrenos federales. El gobierno federal decidiría qué hacer con ellos. Lo que hubieran pensado en las anteriores administraciones era, por lo tanto, irrelevante.
El tercer punto era, como sostuvo Jiménez Espriú, el del costo, que el presidente aseguró que subiría hasta 600 mil millones de pesos. ¿Por qué? Nadie sabe, ni el secretario ni el presidente han explicado de dónde sacaron las cifras. Insistimos en un punto: cancelarlo va a terminar costando más que construirlo. Con un punto adicional: Texcoco ya estaba financiado, Santa Lucía no.
El cuarto punto es un sinsentido. Se dice que Texcoco era el peor sitio para construir el aeropuerto porque se hunde. Más allá del dato objetivo de que el actual aeropuerto, envejecido y todo, también se hunde, como buena parte de la ciudad de México, y como Santa Lucía. Pero se eligió Texcoco por una razón muy sencilla, era el único lugar del Valle de México donde había espacio y condiciones para construir un nuevo aeropuerto internacional. No era el peor, era el único.
La construcción de un héroe
Emiliano Zapata fue un notable luchador social, pero también un hombre marcado por las contradicciones de su tiempo, incluyendo su permisividad para un uso desmedido de la violencia de parte de sus fuerzas. Zapata se levantó contra el porfirismo, pero a semanas de que asumiera el poder Francisco I. Madero se alzó en su contra, lo declaró “traidor a la patria” y se alió con Pascual Orozco, fue un personaje central en la caída de Madero. También se opuso al gobierno constitucionalista de Venustiano Carranza. La lógica siempre fue la propiedad de la tierra, vista desde la óptica de los pequeños propietarios y comuneros. A Zapata la democracia, la construcción de instituciones, no le interesaban. Por eso pudieron colocarlo, como al Che, en el altar de los íconos populares, iluminado siempre en blancos y negros, nunca con los grises de la vida real.