24-06-2019 La consulta para la revocación de mandato no ha transitado en el senado y no será fácil que lo haga pese al cambio de fechas que se ha propuesto. Primero, el presidente López Obrador pretendía realizar esa consulta revocatoria el mismo día de los comicios federales de medio término, lo que habría puesto al mandatario en la boleta y le hubiera otorgado a su partido una ventaja inapelable en la campaña.
Luego el propio presidente pretendió adelantarlo al 21 de marzo, cuando están comenzando las campañas. El efecto hubiera sido que el lopezobradorismo hubiera podido establecer una campaña prologada a lo largo de varios meses, desde antes de que lo marcaran los tiempos legales (algo así como lo hicieron, aprovechando los vacíos legales, para la elección del 2018). Finalmente se propuso la fecha del primero de diciembre, que parecía viable para las oposiciones, porque no se podría cruzar con los procesos electorales.
Pero son demasiados los puntos de la agenda que se cruzan con la ambición de tener la consulta revocatoria, en forma muy destacada una reforma electoral que lo que busca es terminar de deconstruir todo el andamiaje institucional que tanto costó levantar en los últimos 30 años, para dejar los comicios en las manos del gobierno (morenista por supuesto). Una barbaridad digna de quien la está impulsando, Pablo Gómez, que se ha convertido en el portavoz de las iniciativas más totalitarias de la bancada mayoritaria en el congreso.
La insistencia en la revocación del mandato se explica, por otra parte, por la obsesión presidencial de estar en campaña permanente. Su declaración del viernes de que “no se halla” en Palacio Nacional y que por eso prefiere estar en recorridos constantes tiene su origen en eso: quiere estar en campaña y parece que piensa que gobernar es una forma más de hacer campaña. El sentido de gobernanza se diluye en una campaña permanente en la cual las conferencias mañaneras y los mítines en los estados son los dos elementos fundamentales.
En ese camino el trabajo de gabinete es un instrumento menor que se suele reemplazar por la reunión de madrugada del equipo de seguridad más invitados, de por sí bastante caótica según algunos de sus asistentes habituales. En esa lógica de campaña permanente no tiene sentido viajar al exterior o ir a la reunión del G20 en Osaka, donde se debe escuchar y reflexionar más que tener un papel protagónico. No deja de ser significativo que el presidente haya dicho que no iría a la reunión de Japón porque “no se quería confrontar”. Quién sabe en qué pensaba confrontarse ante una agenda que abarca casi todo, pero lo que sucede es que como él considera que la política es campaña, también es confrontación, pasa por derrotar adversarios, no es una búsqueda de mecanismos de diálogo para solucionar problemas comunes. Entiende la política como una campaña electoral permanente, no como la construcción basada en el arte de lo posible.
Esta lógica de ejercicio del poder desgasta profundamente al gobierno, a la sociedad y por supuesto al propio presidente, sobre todo porque genera resultados decrecientes para todos. No es una suposición: a poco más de seis meses de gobierno las mujeres y hombres que realmente trabajan en el equipo gubernamental (hay muchos otros que simplemente están en una zona de confort porque no saben o no les interesa participar activamente) se ven agotados, desgastados hasta físicamente, el gobierno no funciona (y lo demuestra con un subejercicio de 70 por ciento) y la sociedad está agotada sobre todo por la incertidumbre, porque cuando se gobierna en campaña en cada mitin puede surgir una ocurrencia. Se debe comprender que la campaña concluyó hace casi un año. Es hora de ponerse a gobernar.
Por cierto, Hitler no cometió arbitrariedades, sino crímenes de guerra y de lesa humanidad, y no lo hizo por culpa de la inflación. No es tan difícil de entender.
AHMSA
Altos Hornos de México va en camino a ser la primera empresa en ser intervenida por el Estado en este sexenio. El proceso a Carlos Ancira, las dificultades económicas y la convicción de que se llevará a esa empresa a la quiebra parecen ser determinantes para esa decisión.
El influyente senador y líder del sindicato minero, Napoleón Gómez Urrutia, pidió que el Estado intervenga la empresa con el propósito de cuidar la planta laboral, para que los trabajadores puedan conservar sus fuentes de trabajo y, al mismo tiempo, se proteja la economía regional, ya que de esa empresa dependen más de 5 mil trabajadores, sólo en Coahuila. La decisión parece ya estar tomada.