02-07-2019 Por supuesto que el presidente López Obrador tenía mucho que festejar el día de ayer. Su triunfo electoral, inobjetable, implicó no sólo la llegada al gobierno después de dos intentos infructuosos, sino también, con su contundencia, la posibilidad de implementar un programa político que, en lo central, es el mismo que enarbola Andrés Manuel desde que fue por primera vez candidato presidencial.
No creo que en estos siete meses de gobierno nadie se pueda decir engañado. El presidente López Obrador está haciendo lo que dijo el candidato López Obrador. La diferencia es que una cosa es esgrimir un discurso y otra enfrentarse a la realidad.
Es difícil esquematizar la labor de un gobierno tan contradictorio como el de López Obrador. Porque no siempre, o casi nunca, el discurso termina coincidiendo con lo que se propone. El mejor capítulo, por lo menos para la economía familiar de millones de mexicanos, es el de los apoyos masivos que ha otorgado la nueva administración, unos apoyos que tendrán que pasar, en el futuro inmediato, también la prueba de la transparencia. Muchos creen, y en parte tienen razón, que este tipo de subsidios terminan siendo contraproducentes, porque no sacan a la gente de la pobreza ni tampoco tienen un referente productivo. Es verdad, pero en un país con tantas necesidades como el nuestro ese apoyo es bienvenido.
El punto es que no puede ser el centro de una política social que demanda muchas más cosas. Y pareciera que todo se quiere hacer pasar por esa lógica. Una de las pocas derrotas políticas que ha tenido esta administración ha sido el de las estancias infantiles (que provocaron una respuesta insólitamente dura del gobierno a la recomendación de la CNDH), porque prefirió eliminar un programa que funcionaba, con amplia participación social, para pagar individualmente un servicio que no puede, de esa forma, ser proporcionado.
La disciplina fiscal también debe celebrarse, aunque en este caso a la austeridad se le ha pasado la mano, sobre todo con los miles de trabajadores que perdieron su empleo sin tener otra oportunidad. La caída del crecimiento económico está relacionada con la de la inversión tanto pública como privada. La cancelación del aeropuerto de Texcoco, la suspensión de las licitaciones de petróleo y gas, y las políticas propuestas en Pemex y CFE de autosuficiencia energética, han sido determinantes para que las inversiones no se transformen en el motor económico que el país requiere.
Es contradictorio porque desde unos ámbitos del gobierno se propone una cosa, misma que se boicotea desde otro sector del mismo. No se puede pedir inversión privada, nacional o extranjera, si no se respetan las reglas, y tampoco si luego de realizadas se las cuestiona o se desechan los proyectos. La economía necesita certidumbre, y en estos meses el gobierno federal la ha ofrecido con una mano y la ha negado con la otra. El mayor desafío económico de López Obrador es lograr una política homogénea y coherente, que hoy está marcada por la incertidumbre.
La seguridad y la política migratoria han sido los dos capítulos más complejos y difíciles, donde también debe haber una vuelta de tuerca completa. En la migración, la irresponsable política de puertas abiertas generó una crisis que tuvo que ser atendida por una cerrazón en las fronteras excesiva pero comprensible. Insistimos en un punto: se tuvieron que aplicar esos planes de contención migratoria por las exigencias de Trump, pero se lo debió hacer mucho antes por simples razones de seguridad pública y nacional. No se puede tener una política de fronteras abiertas en el mundo actual y en la ubicación geopolítica de México.
La inseguridad ha crecido dramáticamente. Creo que es también por un evidente choque entre lo que se pensó en campaña y la realidad que vive el país. Lo de la amnistía y los “abrazos, no balazos”, no tenía sentido alguno. Y asumiendo el poder el presidente comprendió que, en muchos sentidos, su principal apoyo institucional estaba en unas fuerzas armadas que como candidato había vituperado. Hoy ha descubierto que sin seguridad el proyecto de la 4T estará condenado, como lo reconoció el domingo en el evento de presentación de la Guardia Nacional.
Es imposible concentrar en unas líneas lo ocurrido en un año frenético y donde cada día parece haber una información que supera a la anterior. Faltan cinco años y superada la curva de aprendizaje lo central es que el gobierno como tal genere mayor certidumbre, tenga menos contradicciones y aproveche las ventajas comparativas del país, olvidando un poco el discurso ideológico para respaldarse así mismo con un sano pragmatismo.