Seguridad: no se descubre el hilo negro

09-07-2019 No es verdad que nuestra historia de lucha contra la inseguridad esté jalonada sólo de fracasos. Ha habido éxitos indudables y experiencias que demuestran que sí es posible trabajar en forma conjunta, reducir los índices de criminalidad y llegar a resultados muy positivos, aunque esas mismas experiencias demuestran que lo que ha fallado es la continuidad de políticas y estrategias, socavadas por los cambios políticos.

 

Veamos algunos casos. El primero y más notable fue la reducción de la inseguridad en la segunda mitad del gobierno de Rodrigo Medina en Nuevo León. El estado estaba en una situación devastadora en términos de seguridad, con por lo menos tres grupos criminales operando en el estado y sobre todo en Monterrey. Fueron meses en que el temor se apoderó de la ciudad y sus calles y restaurantes estaban vacíos. Se estableció un mecanismo de cooperación y trabajo conjunto (con un papel destacadísimo de Jorge Tello Peón) en el que participaron el gobierno federal, el gobierno local, la policía federal, el ejército y sobre todo un organismo de la sociedad civil, encabezado por los principales empresarios de la entidad, que pusieron, además de su esfuerzo, su dinero, para la construcción de lo que se llamó la Fuerza Civil, una policía local construida a imagen y semejanza de la Policía Federal, con una importante participación militar, que logró reducir dramáticamente los índices delictivos en la entidad, sacar a los principales grupos del crimen organizado de la ciudad y recuperar el control de la misma.

El secreto estuvo en la coordinación, la confianza sumados al control y participación de la ciudadanía en el esquema de seguridad, rompiendo las cadenas de corrupción interna. Fue un verdadero éxito que no tuvo la continuidad que requería porque al llegar al gobierno Jaime Rodríguez El Bronco, que se jactaba de controlar la seguridad vía Facebook, se abandonó y la situación se volvió a deteriorar, auqnue nunca llegó a los límites de 2015 y 2016.

            Antes de Nuevo León, tuvimos la experiencia de Ciudad Juárez. El Paso del Norte en 2010 vivía una situación calamitosa: feminicidios, guerra de cárteles, guerra de pandillas, asesinatos a mansalva. Se decidió establecer un operativo que entonces encabezó Genaro García Luna y la Policía Federal, con un muy fuerte apoyo militar en el control de todas las entradas y salidas de la ciudad, que permitió fragmentar Juárez en áreas de alto control, prohibió que circularan automóviles sin placas o con vidrios polarizados, tuvo control estricto sobre giros negros, controló la circulación en la ciudad y todo se hizo con una gran participación ciudadana, de grupos civiles y empresariales.

            Vamos a la época actual. Otro ex miembro de la Policía Federal, José Luis Pliego, que fue uno de los jefes de la policía cibernética, es el secretario de seguridad pública de Coahuila. Logró coordinarse con las fuerzas militares en la entidad pero también con los poderes políticos y empresariales. Hoy su estado ha logrado revertir décadas de profunda inseguridad, sus números son más que aceptables y focos como la Comarca Lagunera que se consideraban prácticamente fuera de control, están nuevamente en un escenario muy manejable.

            Son historias de éxito de la seguridad pública (y se pueden agregar más, la de Tijuana, hoy nuevamente perdida en términos de seguridad, y la de la ciudad de México, sobre todo durante la segunda parte de la administración de Marcelo Ebrard y durante buena parte del gobierno de Miguel Mancera) que permiten sacar varias conclusiones. La coordinación por sí misma no alcanza si no hay mandos concretos para los operativos y confianza entre sus principales operadores, pero tampoco sin la participación activa empresarial y de la sociedad civil.

            Segundo, esas estrategias requieren de fuerzas locales sobre las cuales se montan las fuerzas federales. Sin una base local, que incluye a sus policías y fuerzas de seguridad con el compromiso de la sociedad civil, no hay forma de garantizar la seguridad. Por lo tanto, la misma debe ser tan operativa como política y, además, incluyente. Y todo necesita información e inteligencia pero ese es, en sí mismo, un tema aparte.

            En las estrategias de seguridad cuando se quiere descubrir el hilo negro, se fracasa. Se debe aprender de las experiencias y de quienes desde una u otra perspectiva política las aplicaron, para avanzar con certidumbre y no con base al viejo sistema de prueba y error.

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