La verdadera historia de la crisis de Culiacán

24-10-2019 Estaban siguiendo a Ovidio Guzmán López desde hacia casi un mes. La razón es que Ovidio, el hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, controlaba los laboratorios para procesar fentaniloen Culiacán, uno de los cuales había sido descubierto semanas atrás, fentanilo que es enviado a Estados Unidos y que ha causado miles de muertes en ese país. Pero esa es otra historia que contaremos puntualmente.

Lo cierto es que el jueves 17 de octubre en la mañana una unidad militar especializadaque ha detenido decenas de narcotraficantes importantes en los últimos años, en la mayoría de los casos sin disparar un solo tiro, tenía ubicado a Ovidio: iría a comer a una de sus casas, donde vive su esposa con sus tres hijas. Ovidio se movía con tranquilidad porque no tenía orden de aprehensión. No sabía que ya había una orden de extradición, e incluso que estaba en camino ese día hacia Culiacán personal de Interpol para cumplimentarla una vez que fuera detenido.

Participaba de la operación el comando militar, más un equipo de la unidad antinarcóticos de la Policía Federal, que debían realizar legalmente la detención y había un contacto directo con la Fiscalía General para que el MP le pidiera a un juez, en cuanto se localizara con seguridad a Ovidio, la orden de cateo para detenerlo. Muy poco antes de comenzar el operativo se pidió apoyo a la zona militar de Culiacán, y se desplegaron más de cien elementos para realizar un círculo de seguridad en torno a la zona de Tres Ríos. No sabían cual era el operativo que se realizaría. 

Cerca de las dos de la tarde llegó Ovidio a su casa, el comando rodeó la vivienda y le pidió a Ovidio que se entregara mientras esperaba la orden judicial: en el mejor de los casos tardaría media hora, en un caso normal unas tres horas. Las fotos que se difundieron se le tomaron a Ovidio en el garaje de la casa, cuando trató de negociar su detención. Se comunicó con su gente, y lo que pidió fue un abogado.

Lo que sucedió después no estaba previsto porque nunca había sucedido. Unos 20 minutos después de que se rodeara la casa de Ovidio, comenzaron las agresiones no desde dentro de la casa sino desde fuera hacia la casa contra el círculo de seguridad implementado en torno de la misma, la que comenzó a ser repelida por los elementos militares. El problema es que de esa forma se ponía en peligro incluso a la propia familia de Ovidio, a un nivel tal que soldados le entregaron a su esposa, a su suegra y a sus niños chalecos antibalas. 

Según las versiones a las que hemos tenido acceso, ese comando podía mantener el control de la vivienda si eso era necesario, pero al mismo tiempo que el comando era atacado, comenzaron los ataques en la ciudad, pero también comenzaron a ir hacia Culiacán sicarios de otras ciudades y estados (sobre todo Durango), al mismo tiempo que se ofrecía entre 20 y 40 mil pesos a cualquiera que participara en los bloqueos. El problema se agudizó cuando un convoy del ejército que estaba a 200 kilómetros de Culiacán, en El Fuerte, fue retenido por un grupo de sicarios o cuando ssecuestró una pipa con combustible y se amenazó con hacerla estallar en el multifamiliar donde viven familias de militares.

Sí se tenía previsto, había sucedido en otros operativos similares, reacciones y bloqueos, por supuesto también enfrentamientos, pero nunca había ocurrido que esos ataques se dirigieran contra la población civil y elementos de fuerzas de seguridad, incluso a muchos kilómetros del lugar de los hechos. No sucedió ni siquiera en las dos detenciones del Chapo Guzmán en Sinaloa. No existe una explicación oficial de porqué el cártel del Pacífico reaccionó con tanta virulencia en esta ocasión, aunque sin duda, la reacción y las consecuencias que tuvo, sentarán un precedente.

Cuatro horas después de iniciado el operativo, el comando recibió la orden de retirarseSí se hubiera podidoestablecer un cordón que protegiera el trayecto hacia un aeropuerto, pero existía la convicción de que en el camino habría innumerables combates y que, además, los sicarios sacrificarían a los rehenes que habían tomado en Culiacán y en otras localidades. Cerca de las seis de la tarde el operativo en sí había concluido y había iniciado la retirada. Culiacán seguía en llamas, Ovidio quedó libre y unos 50 reos se fugaron de la cárcel. Un soldado murió, nueve quedaron heridos, uno de gravedad, los sicarios tuvieron numerosas bajas, pero se llevaron a la mayoría de sus muertos y heridos. La orden de cateo nunca llegó.

No fue un operativo improvisado. Fallaron otras cosas. Lo seguro es que el precedente de Culiacán obligará a cambiar la estrategia operativa, la comunicación y las consideraciones legales. Eso lo veremos mañana.

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