03-03-2020 La semana pasada ya advertíamos la caída que comienza a experimentar el presidente López Obrador en todas las encuestas, casi sin excepción. En términos generales ha perdido unos 20 puntos de aceptación en 15 meses de mandato, sigue estando por encima del 50 por ciento, pero se acerca a los niveles que han tenido casi todos los últimos mandatarios a esta altura de sus mandatos (prácticamente igual que Peña y que Calderón).
Los números muestran una tendencia generalizada que se acentúa por la negativa a rectificar del propio presidente en temas en los que evidentemente sus estrategias no han funcionado. La seguridad suma los mayores reclamos, y en todos los estudios de opinión se coincide en que es el principal problema que debe asumir el gobierno. El presidente parece no verlo igual: insiste en que tiene una estrategia que está funcionando aunque nadie lo percibe así, al tiempo que los feminicidios, las extorsiones y la inseguridad cotidiana (que era la que supuestamente se garantizaría no poniendo el acento en el crimen organizado) se tornan cada día más asfixiante.
La pésima reacción presidencial y de buena parte de su equipo ante el paro de mujeres anunciado para el próximo lunes, sus declaraciones adjudicando los crímenes de mujeres a una consecuencia del neoliberalismo y la acusación de “conservadores” a los movimientos feministas, le han hecho casi imposible dar marcha atrás. Mientras tanto el paro de mujeres sigue sumando apoyos que van desde la banca comercial hasta los medios de comunicación, pasando por la cancillería, la secretaría de la defensa nacional y la de marina. El lunes será la jornada más difícil (o por lo menos tan difícil como el culiacanazo) en lo que va del sexenio.
El gabinete, que se dividió con el tema del paro de mujeres, también exhibe esa división en el tema de coronavirus. Mientras el propio presidente y el subsecretario López Gartell se muestran preocupados pero convencidos de que la llegada de la epidemia no será grave para el país, otros funcionarios perciben en forma muy diferente la situación, por los costos internos y externos. Para el embajador en la ONU, Juan Ramón de la Fuente, médico, ex rector de la UNAM y ex secretario de salud (un hombre que serviría hoy mucho más en la secretaría de salud que en Nueva York, independientemente de que esté cumpliendo con pertinencia su encargo) el tema es muy grave y debe ser atendido con toda atingencia. Para el líder de Morena en la cámara de diputados, Mario Delgado, ante la debilidad del sector salud a esa preocupación se le deben poner recursos: 25 mil millones de pesos en una bolsa que pueda servir para palear las consecuencias de la epidemia.
Pero el subsecretario López Gartell considera que no es así, que no se necesitan esos recursos y que el sector puede superar el escollo sin fondos especiales. Quizás la diferencia es que Delgado vivió, como funcionario en la Ciudad de México, muy de cerca la crisis del H1N1 y sabe cuáles son los costos de una epidemia y la deficiencias del sistema para encararla.
Una de las grandes preocupaciones es la escasez de medicinas, que pese a la promesas presidenciales siguen sin aparecer. Y cuando lo hacen generan más problemas, como las medicinas contaminadas que se enviaron a un hospital de Pemex en Tabasco que ocasionaron una muerte y 67 intoxicados.
Mientras tanto, Alfonso Romo, jefe de la oficina presidencial y el secretario de Hacienda, Arturo Herrera no se ponen de acuerdo en algo que, para ellos, debería ser elemental: la importancia del crecimiento económico. Sin crecimiento no hay desarrollo. Punto. A esta altura es imposible argumentar que un país se puede desarrollar sin crecer, más aún viniendo de una situación de desigualdad como la nuestra. Y no creceremos en 2020 según el propio Banco de México, las inversiones no llegan, la OCDE considera costos muy altos por el coronavirus en la economía mundial y los incentivos nacionales están muy mal alineados: Pemex, de cuyo rescate tanto se habló desde la administración federal, terminó el 2019 con pérdidas superiores a los 346 mil millones de pesos (la acumulada es superior a los 640 mil millones). Ya lo hemos dicho: sin un verdadero proyecto energético que permita la inversión de la iniciativa privada en el sector, no habrá ni inversiones ni crecimiento.
Todo esto tiene enojado al presidente López Obrador. Lo vimos con claridad este domingo en Macuspana, en su tierra, cuando ante el reclamo de los habitantes del municipio porque no les llegan los apoyos sociales, los terminó regañando, pidiendo respeto a la autoridad, amenazando con suspender el mitin y recordándoles a quienes protestaban que la mentira es una instrumento del demonio.
Es el costo de los rendimientos decrecientes en la gobernabilidad y la testarudez para no cambiar políticas y estrategias que no están funcionando.