04-03-2020 Lo ocurrido con la renuncia del subsecretario de Bienestar y responsable del programa Sembrando Vida, Jesús May Rodríguez, es la mejor demostración de la profunda confusión que tiene esta administración a la hora de gobernar con criterios profesionales y ateniéndose a los resultados en lugar de las lealtades o amistades.
El programa Sembrando Vida es paradigmático de la administración López Obrador y por esta vez el gobierno federal no puede responsabilizar de sus fracasos a las administraciones anteriores. El programa, que busca reforestar todo el país al tiempo que desarrolla una economía alternativa y otorga miles de empleos en el campo, es un desastre operativo: se plantaron 80 millones de árboles de los 575 millones contemplados, sólo un 13.91 por ciento del objetivo contemplado.
Las causas del desastre son muchas, pero la principal ha sido la incapacidad de la secretaría del Bienestar para implementar ese programa. Hace meses dijimos aquí que los viveros militares se estaban quejando de que la producción de árboles que ellos generaban no se recogía ni se distribuía y ello se convertía en un cuello de botella para todo el programa. Si los árboles nacientes no se recogen, los viveros no pueden seguir produciendo. Los viveros existen y son funcionales, pero allí se atora toda la cadena productiva del programa. A mitad del año pasado, la secretaría no tenía solucionado ni el transporte de los árboles, ni la siembra, ni la contratación de mano de obra y son muchos los que cobran sin participar en el programa o que están registrados pero no reciben el dinero.
Si bien se informó que apenas se cumplió con el 13.9 por ciento de los objetivos del programa, no existe auditoria independiente alguna que certifique que incluso eso sea verdad. Sólo esos resultados tan pobres hubieran exigido la remoción de los encargados de un programa que tiene un presupuesto de 25 mil millones de pesos. Que tenga una eficiencia de poco menos de un 14 por ciento es, también, una forma de corrupción.
A Javier May Rodríguez, el subsecretario de Bienestar y responsable de Sembrando Vida, s ele pidió la renuncia después del controvertido mitin de Macuspana, y por sus diferencias con la secretaria del ramo Luisa María Albores, que a través de un decreto que el presidente López Obrador dijo desconocer, le había quitado atribuciones para el ejercicio de ese programa. El subsecretario, realizó una de las renuncias más extrañas que se recuerden: no la dirigió ni a la secretaria del ramo ni al presidente, sino a los coordinadores territoriales del programa y la difundió en los medios. En la mañana de ayer el presidente López Obrador anunció que la había rechazado y que los dos funcionarios “ya hicieron las paces”.
Pero aquí lo que importa es la lealtad, no la capacidad. Ya el presidente López Obrador dijo que las designaciones son un 90 por ciento por lealtad y un 10 por ciento por capacidad. Eso se refleja en el caso de May Rodríguez, un militante social en campaña desde 1998, tabasqueño, muy amigo del presidente López Obrador, sin ninguna experiencia en el rubro: es mecánico, estudió hasta la preparatoria y estamos hablando de que se lo designa al frente de un programa que implica altos grados de especialización en muchos ámbitos, desde la creación de viveros y la siembra de árboles, la selección de especies, su distribución en territorio nacional, la contratación de cientos de miles de trabajadores, la administración de recursos millonarios y la coordinación de varias áreas de gobierno.
No es un caso excepcional. El director de la Cofepris, el doctor José Alonso Novelo Baeza, es un buen pediatra, muy cercano a la familia López Obrador-Gutiérrez Müller, pero no tiene la más remota experiencia en el ámbito regulatorio. La Cofepris, según funcionarios del propio gobierno, es una de las responsables directas de la paralización de las inversiones y de la economía en una dependencia que tiene capacidad regulatoria en ocho de cada diez productos que consumimos los mexicanos. Su incidencia en la crisis de los medicamentos es central. Algo similar ocurre otros ámbitos: los puestos en áreas de energía, algunos en seguridad, en el proyecto transístmico, en varias secretarias de Estado, en clanes familiares que se quedan con varias posiciones dentro del gobierno. La lealtad se confunde con el amiguismo y los que sufren son la gobernabilidad y la gobernanza, con una notable ausencia de resultados.
El rechazo explícito a los expertos, la demonización del conocimiento y la experiencia, no puede dar buenos resultados, sean cuales fueran las intenciones de un gobernante.
Por cierto, la renuncia de Adalberto Palma a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, 72 horas después de que fuera asesinado su hermano Fernando, es un golpe durísimo para el gobierno y su relación con la iniciativa privada