17-03-2020 Hemos perdido dos o tres semanas muy valiosas para preparar al país para la llegada del coronavirus, no sólo en términos de salud pública sino también de blindaje económico y financiero. Hemos subestimado la amenaza y estamos reaccionando tardíamente a un fenómeno que puede tener consecuencias muy graves. Ya veremos cómo en los próximos días, para atajarlo, se tendrán que tomar medidas muy duras, que se podrían haber evitado.
En este sentido hemos actuado como Italia, subestimando el fenómeno hasta que rebasó al gobierno o como Donald Trump que lo ignoró durante semanas. Primero, Trump como el presidente López Obrador, dijo que el coronavirus no era una amenaza grave sino una exageración de los medios de comunicación que lo hacían para perjudicarlo. El gobierno, aseguró entonces Trump y asegura hoy López Obrador, “tiene todo todo bajo control”. Trump acusó a “los demócratas” de fabricar la emergencia, López Obrador a los “conservadores”.
Durante las semanas previas a la llegada del coronavirus y cuando era evidente que se trataba de una epidemia global, el gobierno de Trump no tomó medidas especiales. Y cuando lo hizo fueron un mundo de confusión: el Presidente anunció la cancelación de todos los vuelos, con pasajeros y con productos, entre Estados Unidos y Europa y su propio equipo de comunicación tuvo que explicar que era una medida que se tomaría en forma gradual, que no incluía a ciudadanos o residentes en el país ni tampoco al transporte de carga. La confusión y las órdenes contradictorias fueron la norma.
El sistema de salud estadounidense no estaba preparado porque, entre otras cosas, Trump despareció la oficina gubernamental encargada del estudio de pandemias en el consejo de seguridad nacional, una decisión absurda, tomada como una forma de diferenciarse de su antecesor, Barack Obama, quien creó esa oficina precisamente cuando comenzó la epìdemia del ébola. Cualquier parecido con nuestra decisión de acabar con el seguro popular o las estancias infantiles, con la de no adoptar medidas drásticas como las que se tomaron en 2009 por el H1N1, porque ahora “somos diferentes”, seguramente es pura casualidad.
Trump ignoró durante semanas las advertencias de su propio gobierno sobre la gravedad del coronavirus y las consecuencias de una epidemia en Estados Unidos. Debió ser el primero en demostrar la importancia de mantener las medidas de distanciamiento social pero decidió continuar con mítines y reuniones, rechazó en su momento hacerse la prueba del coronavirus diciendo que no era necesario, incluso cuando estuvo con legisladores infectados que a su vez infectaron la comitiva del presidente de Brasil, Jair Bolssonaro. La gira del presidente López Obrador en Guerrero, sus saludos constantes de beso y abrazo, sus declaraciones sobre la pandemia, la falta de restricciones a eventos masivos como el Vive Latino, han dado la vuelta al mundo, no precisamente para festejar el acierto de nuestro gobierno ante la crisis.
En el terreno económico tampoco se ha trabajado con profundidad. Ayer el premier canadiense, Justin Trudeau (él mismo en cuarentena porque su esposa contrajo la infección) anunciaba una serie de medidas destinadas a ayudar a la población en términos financieros y fiscales. No queremos dijo “que ningún canadiense tenga que preocuparse por si podrán o no pagar el alquiler, si podrán o no comprar alimentos o cuidar a sus hijos” y anunció un amplio paquete fiscal de ayuda a la población. En México no hemos conocido una sola medida anticíclica, mientras caen simultáneamente la bolsa, el peso y el petróleo.
Esta no es sólo una grave crisis sanitaria, es una crisis económica y financiera que puede ser insondable, sobre todo si atendemos la forma en la que han reaccionado los mercados, incluso ante medidas como los enormes recursos inyectados a la economía o la reducción de tasas de interés decretados por la Reerva Federal de los Estados Unidos: con una caída brutal en Wall Street y con ella de todas las bolsas mundiales.
¿Hay otras formas de enfrentar la pandemia?. Por supuesto que sí, varios países han experimentado diversos métodos en el ámbito sanitario y económico y ninguno ha tenido mejores resultados que Corea del Sur, que se adelantó a la crisis en lugar de esperar que la misma se asentara. Y lo pudo hacer sin cerrar ciudades ni colpasando la economía. Con medidas claras, precisas y oportunas, basadas en la distancia y la disciplina social, y un masivo chequeo de la población de riesgo. “En lugar de esperar que los pacientes vinieran, hemos ido por ellos, buscado posibles infectados para evitar que contagiaran a la comunidad”, explicó Park Neunghoo, ministro de Sanidad sudcoreano.
Le ganó a la epidemia las dos o tres semanas que países como Italia, España o Estados Unidos perdieron. Como las hemos perdido en México.