Energía: última llamada antes de la recesión

18-03-2020 En este nuevo aniversario de la expropiación petrolera el presidente López Obrador, en plena crisis financiera y sanitaria ocasionada por la pandemia del coronavirus, tiene la que es muy probablemente una de sus últimas opciones para aceptar la reapertura de la subastas petroleras y los farmouts que permitan la inversión privada en el sector energético. Una reapertura que tiene que ir acompañada por la las inversiones en la energías renovables, hoy congeladas y cada vez más importantes en un contexto de clara crisis petrolera nacional e internacional.

            Si la decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco lastimó la relación de confianza de la nueva administración con la iniciativa privada, la cancelación, en los hechos, de la reforma energética fue lapidaria a la hora de decidir nuevas inversiones. A la desconfianza se sumó la falta de seguridad jurídica, agudizada por el conflicto con los gasoductos y por la disputa de Pemex sobre un yacimiento, con altas reservas, explorado y descubierto por empresas privadas que lo ganaron en una licitación previa a la llegada del nuevo gobierno.

Por lo menos desde noviembre se viene postergando, una y otra vez, el llamado programa de infraestructura energética, por las profundas diferencias existentes en el propio equipo presidencial sobre el tema. La decisión de construir la refinería de Dos Bocas con recursos públicos (costará, según el gobierno, ocho mil millones de dólares pero la iniciativa privada estima el costo en unos 12 mil millones) cuando no tiene sentido esa inversión con los actuales costos del crudo, ha terminado de trastocar un proceso que apuntaba ser uno de los pilares el crecimiento económico del futuro inmediato.

            La administración federal no puede insistir en su cerrazón en prácticamente todos los temas, desde los sanitarios hasta los de seguridad, pasando por los económicos y energéticos. En este ámbito, la ecuación es sencilla: con recesión económica, sin inversiones, con el peso devaluado y el precio del petróleo por lo menos al mismo nivel que el costo de producción, el gobierno se quedará sin dinero, sea para sus proyectos estratégicos, sea para financiar sus programas sociales. La única opción que tiene es adoptar medidas anticíclicas que implicarán abandonar el superávit primario y aceptar un cierto endeudamiento (y para endeudarse se debe tener la confianza de los mercados, asumiendo que se trata de deuda que se invertirá con acierto en una coyuntura, no de una estrategia de largo plazo) y abrir su economía para tratar de beneficiarse de inversiones derivadas del sector energético en particular y del TMEC en general. No habrá recursos para la inversión pública, si queremos paliar la recesión hay que apoyarse en todo lo posible en la inversión privada.

            Eso es lo que está en juego. El viernes pasado tanto el presidente López Obrador como el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, desperdiciaron la oportunidad que les brindaba la convención bancaria para hablar con claridad ante los principales financistas del país. Este lunes, el propio Presidente interrogado sobre las medidas anticíclicas que podrían adoptarse (ver lo que están haciendo otros países en la coyuntura, desde Estados Unidos hasta Canadá, España, Italia o Francia, pero también Argentina o Chile), dijo que no habrá ninguna, que en todo caso la reducción del precio de la gasolina y que ya estaban los programas sociales como apoyo para la gente.

No es suficiente cuando la bolsa se derrumba, el dólar está en sus máximos niveles históricos, el petróleo se vende al precio del costo producción y estamos entrando en recesión. Se requiere de un paquete vigoroso de estímulos y de un programa atractivo para que la iniciativa privada nacional y extranjera inviertan en el país. Hoy no tienen estímulo alguno para hacerlo. El Presidente tiene la oportunidad este 18 de marzo de dar un importante paso en ese sentido. Si se la desperdicia el costo será muy alto.

Ebrard

Reapareció el canciller Marcelo Ebrard, como consecuencia de la minicrisis con el mandatario de El Salvador, Nayib Bukele. Se le ha extrañado a Ebrard en estas semanas por varias razones, pero sobre todo por una: es el único funcionario de primer nivel que estuvo en el corazón de las medidas políticas, sociales, económicas y sanitarias que se tomaron en torno al H1N1 en el 2009, cuando era jefe de gobierno. Estaba distanciado el presidente Calderón pero en ese tema trabajaron bien, coordinados y con buenos resultados. Ahí también estuvo el subsecretario López Gartell, que era funcionario de salud, pero la visión macro del problema se apreciaba desde el mando político del país y la ciudad. Por alguna razón, Ebrard no ha aparecido o no ha sido llamado a aportar. Serviría y mucho.

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