9-09-2020 Más allá de lo que decida esta misma semana (se supone que el jueves) el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación respecto al registro de nuevos partidos, el camino hacia el 6 de junio del año próximo ya comenzó con un escenario en el que Morena, sin duda, jugará como actor principal.
La lucha interna por la dirigencia del partido en el poder es muy intensa y tiene muchos tiradores y poca claridad sobre cómo se podrá instrumentar. La encuesta entre militantes que organizará el INE con tres grandes empresas (Parametría, Ulises Beltrán y asociados y Covarrubias) no parte de un padrón serio ni depurado, y se enfrenta a un problema adicional: la explosión de candidaturas, muchas sin posibilidad alguna más allá de la de figurar o diluir votos de los principales contendientes.
Todo indicaría que Mario Delgado, sobre todo después de que declinara Bertha Luján, tendría las mayores posibilidades de triunfo en ese tipo de competencia, pero el registro de Porfirio Muñoz Ledo, con todo y sus 87 años, puede enturbiar esa aspiración. Con mucho Muñoz Ledo es uno de los personajes políticos más conocidos del país y en un padrón tan laxo como el de Morena, en una encuesta puede ocurrir cualquier cosa.
El presidente López Obrador no meterá las manos en el proceso interno del partido, por lo menos no más de lo que ha hecho hasta ahora, que es muy poco. Su objetivo sin duda está en el 2021, pero no piensa necesariamente concentrar todas sus fuerzas en el partido, dejará que éste tome su curso. Por ejemplo, le interesaba más que Mario Delgado se reeligiera en diputados y pudiera seguir en el liderazgo de la cámara más que verlo en la dirigencia partidaria, porque sabe que quien sea que gane no tendrá el apoyo completo del partido.
También deberían perder la esperanza los nuevos dirigentes de que podrán meter mano en las listas para el año próximo. La decisión que se ha tomado desde la principal oficina de Palacio Nacional es que todas las principales candidaturas se elegirán por encuesta, incluso a nivel municipal y que de alguna forma estarán monitoreadas desde allí. Pero, además, esas mediciones se realizarán no sólo entre militantes de Morena o de sus aliados, sino entre aspirantes no necesariamente militantes, de forma tal que muchos podrán tener opción de encontrar una candidatura, si son los más reconocidos en sus espacios aunque no militen en Morena.
No habrá esta vez tómbolas o cosas así. Hay que recordar que los métodos de insaculación (o traducido: de otorgar candidaturas por sorteo) se aplicó cuando en el propio Morena pensaban que ganarían pero lejos de la mayoría absoluta. El cálculo original en el lopezobradorismo era que se ganarían con treintas altos y el objetivo más ambicioso era llegar al 42 por ciento. El enorme margen logrado terminó siendo sorpresivo para el propio López Obrador, pero eso explica también la enorme debilidad de la bancada de diputados de Morena en la actual legislatura. Muchos que se pensaba que sólo ocuparían un lugar en las listas terminaron ocupando, sin el más remoto conocimiento del trabajo legislativo, una curul. La idea que tienen en Palacio nacional es que eso no se repita en la próxima legislatura y esperan contar con una bancada más sólida.
En otras palabras, en el entorno de López Obrador sí importa quién se quedará con la presidencia del partido, pero no lo ven como un elemento clave para el futuro. Quieren tener un control mucho mayor de las candidaturas, quieren ganar la cámara y la mayor parte de los 15 estados en disputa y querrán hacerlo con candidatos populares, más que ideológicos.
También se espera, en ese proceso, que algunos miembros del gabinete terminen como aspirantes a gobernador (el más evidente Alfonso Durazo en Sonora) y otros en las listas para consolidarse vía un cargo de elección popular de cara al futuro (eso dicen, por ejemplo, de Arturo Herrera, pensando en que en el 2022 hay elecciones en Hidalgo).
De aquí a fin de año vendrán cambios importantes, porque el Presidente lo que quiere es tener un equipo compacto y cercano. Las designaciones como Javier May o Pedro Zenteno, van en ese sentido: amigos suyos y militantes de Morena de hace años, en los que confía y siente de su círculo más cercano. Recordemos que de la misma forma en que el Presidente tiene una reunión a las seis de la mañana con su gabinete de seguridad y unos pocos invitados, hay secretarios que están muy lejos y apenas ven a su jefe.
El Che Guevara en la CNDH
En 1999, en medio de aquella tristemente célebre toma de CU, los grupos más radicales del movimiento tomaron el auditorio de la facultad de Filosofía y Letras, al que bautizaron como Che Guevara. Con los años se convirtió en lugar de refugio y reunión de grupos anarcos, en una suerte de hotel de paso y de venta de drogas. El auditorio está tomado desde hace 21 años. Nadie ha intentado recuperarlo. Estos grupos participan, junto a otros mucho más legítimos, en la toma de la sede de la CNDH. Y parece que están dispuestos a quedarse allí muchos años.