17-11-2020 Para Bibiana, por un año más juntos, el más difícil y el mejor
La razón de Estado, la decisión de elegir el mal menor, es una de las más complejas que tiene un presidente. No se puede culpar al presidente López Obrador por haber tenido que decidir entre que la presa Peñitas, con buena parte del sistema Grijalva, pudiera sufrir un accidente catastrófico, o dejar fluir las aguas que hubieran inundado por completo Villahermosa, o salvar la ciudad y terminar inundando, como ocurrió, la Chontalpa y otras regiones muy pobres del estado de Tabasco. Optó por la decisión que consideró menos costosa, probablemente lo era, y así ocurre a la hora de gobernar. Se debe elegir entre malas opciones, la que parece la mejor.
De lo que sí se debe responsabilizar a la actual administración (y a la anterior) es que no se haya avanzado en los programas que se pueden establecer para evitar que, con mayor o menor intensidad, se inunde Tabasco y su zona limítrofe con Chiapas todos los años en estas fechas. En la administración Calderón se emprendieron, en Chiapas, algunos de los proyectos que están planteados por la Comisión Nacional del Agua y la CFE desde hace décadas (tuve oportunidad de conocerlos y recorrer durante días la zona durante el gobierno de Ernesto Zedillo, precisamente porque se presentó una situación muy parecida a la actual, con una fuerte inundación que entonces castigó duramente a Villahermosa, cuando Roberto Madrazo era gobernador) para aligerar las cargas fluviales y darles distintas salidas, pero era imprescindible continuar esas obras, cruzar Tabasco y darles una salida al golfo de México. Son obras muy importantes y costosas, que afectan intereses (cruzan zonas que se “secaron” para convertirlas en ganaderas, aunque ello nunca se logró del todo) y que no lucen. Pero que evitarían las inundaciones anuales que sufre la entidad.
No sobran recursos, pero simplemente si de lo que se trata es de favorecer al estado, que vaya que lo necesita, se podría optar por dejar de lado esa inversión alta y absurda que es la refinería de Dos Bocas, mal concebida, mal ubicada y estratégicamente inútil. Costará entre 9 mil y 12 mil millones de dólares, según los cálculos oficiales, y servirá de poco o nada.
El futuro de la energía no pasa por el petróleo, y menos en nuestro caso, donde la producción cada año es menor, salvo que se encuentren grandes yacimientos en el golfo de México, una tarea costosísima y de la que se deberían encargar empresas privadas, porque el riesgo de inversión sin regreso es muy alto. Pero estamos apostando al petróleo que hoy no tenemos y a regresar a las labores monopólicas de CFE y Pemex. Ambas deberían trabajar en competencia y sociedad con empresas privadas y funcionar con costos y operaciones competitivas. Hoy son deficitarias a pesar de todo el apoyo que les rinda el Estado. Y Dos Bocas es una forma más de invertir dinero bueno en proyectos malos.
Apenas este fin de semana, la española Repsol, siguiendo el camino de las grandes empresas energéticas mundiales, ha decidido mantenerse en el negocio del petróleo (la idea no es salirse de él, tampoco aquí) pero concentrará sus nuevas inversiones globales en energías renovables y gas. Son miles de millones de dólares en inversiones en cinco años. El actual objetivo de potencia verde de ese grupo español es de 7 mil 500 megavatios en 2025, una cifra que podría llegar a duplicarse en una década. En eso están las empresas energéticas. Todo este proceso a nivel global se incrementará en forma notable con la llegada de Biden a la Casa Blanca, que enarbola un programa para una profunda reconversión energética en su país, basado precisamente en energías renovables y gas.
Esas inversiones, como muchas otras provenientes sobre todo de Estados Unidos y Canadá, las estamos perdiendo porque la política energética del gobierno federal va en el sentido exactamente inverso y, además, con recursos mal aplicados y Dos Bocas es el mejor ejemplo.
Nada ayudaría más a Tabasco que realizar las obras hidráulicas que el estado requiere para mitigar la maldición anual de las inundaciones. Nada ayudaría más al país que canalizar las inversiones estratégicas en proyectos rentables de largo plazo y no en la reedición de políticas que se aplicaron en los años 70 y 80, en otro mundo y otra realidad. Esa también se llama razón de Estado y es una forma de optar entre alternativas que para algunos pueden ser todas malas, pero unas, las actuales, son mucho peores que las otras.
SRE-embajada
El enfrentamiento entre la cancillería y la embajada mexicana en Washington es cada día más evidente y se ha agudizado con la ridícula decisión de no reconocer el triunfo de Joe Biden. Y así lo exhibe la carta enviada a las “embajadas”, luego de la que se le envió a Biden, desde la de Washington, que terminó haciendo más confusas las cosas. Más allá de su enfrentamietno tanto Ebrard como Bárcena saben que se está cometiendo un enorme error con el no reconocimiento de Biden. Pero, como en otros casos, se impone la “lealtad a ciegas” que exige el Presdiente y que tanto daño hace.