16-11-2020 De la mano con la negativa a reconocer el triunfo de Biden en los comicios estadounidenses, lo que da sustento al falso argumento de un fraude, el presidente López Obrador la emprendió contra uno de los mayores orgullos culturales de México, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), considerada desde hace años, como la mejor feria del libro en español y ganadora del premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2020.
Para el presidente López Obrador el mundo se divide en amigos y enemigos y todo es parte de una gran conspiración en su contra, lo mismo que proclama una y otra vez Donald Trump. Para el mandatario estadounidense se trata del “pantano de Washington”, para López Obrador de la “conspiración conservadora”. Para los dos, la intelectualidad y los especialistas son parte de esa conspiración. La descalificadora crítica que hizo el Presidente a la FIL y a su director Raúl Padilla López, fue, dijo, por invitar a escritores e intelectuales opositores a su gobierno a la misma, ignorando que todo el espectro intelectual, político y cultural del país, y de buena parte del mundo, ha participado alguna vez en la FIL.
Pero además critica a la FIL por la buena relación que lleva Padilla López, con el gobernador Enrique Alfaro que, dice AMLO, “pertenece a este bloque de conservadores, él se lleva muy bien con el líder de la Universidad de Guadalajara, un líder histórico, Padilla. Fíjense, la Feria del Libro de Guadalajara, las últimas, dedicadas en contra de nosotros, pero no sólo eso, traen a Vargas Llosa, ahí Aguilar Camín y todos ellos, Krauze” (sic). Y fue más allá: criticó a Padilla porque al recibir el premio Princesa de Asturias, llamó a defender “la libertad frente a los gobiernos populistas que hoy amenazan nuestra herencia liberal y ponen en riesgo la democracia”. Para el Presidente esa declaración (que tradujo como “defender al libro del populismo”) refleja “la decadencia, pero no sólo de México, de las universidades, de la intelectualidad, de los que otorgan estos premios”.
Ayer mismo se publicó en El País, uno de esos medios supuestamente decadentes (Trump piensa lo mismo del New York Times y del Washington Post y López Obrador lo extiende a la mayoría de los medios de referencia en México), por Siri Hustevedt, una intelectual que defienden “la herencia liberal” y la democracia, “amenazadas por el populismo”, un excelente texto titulado El largo adiós de Donald Trump.
En él, la también ganadora del premio Princesa de Asturias, en Letras en el 2019, esposa de otro magnífico escritor, Paul Auster, y madre de la cantautora, Sophie Auster, cuenta como “Trump explota una vieja veta de sentimiento antiintelectual presente en Estados Unidos, la idea de que las “élites” miran a la gente con desprecio y la hacen sentirse inepta y avergonzada... La vergüenza es una emoción social muy potente. Trump, un niño rico de Queens, nunca consiguió entrar en la élite adinerada y culta de Manhattan. Siempre lo despreciaron y lo consideraron un vulgar arribista”.
Algo de eso sucede con Andrés Manuel que nunca se sintió aceptado por el mundo y las élites intelectuales, incluso las de izquierda y que eran parte de su propio partido, el PRD, como en su momento y durante largos años lo fue, por ejemplo, el director de la FIL, Raúl Padilla. En la FIL han participado, entre muchos otros, Cuauhtémoc Cárdenas; Porfirio Muñoz Ledo; Tatiana Clouthier; Mario Delgado; Jesús Ramírez Cuevas; Olga Sánchez Cordero. En la FIL se le hizo el principal homenaje póstumo a Julio Scherer García, en el que tuvo una participación central su hijo Julio Scherer Ibarra, acompañado por Juan Ramón de la Fuente, Elena Poniatowska y Carmen Aristegui. Son innumerables quienes han participado en ella siendo simpatizantes o muy cercanos a López Obrador y a la izquierda.
Incluso allí, en 2018, Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, dejó aquella inolvidable frase, refiriéndose a su llegada al FCE: “sea como sea, se la metimos doblada, compañeros”.
¿De dónde saca el Presidente que la FIL ha estado dedicada “en contra de nosotros”?. El que no ha tenido una participación consistente en la FIL, aunque alguna vez, si mal no recuerdo, presentó en ella alguno de sus libros, es López Obrador, cuya relación con el mundo cultural e intelectual es muy endeble, pero ¿puede asombrarse el Presidente de que ese mundo lo critique cuando él públicamente desprecia a los especialistas, a los intelectuales, a los técnicos, y quita los apoyos a la ciencia, a la cultura, al cine?.
Agrega Hustevedt en su texto que “las palabras dan significado a los sentimientos y sentido a un mundo complejo y a veces ilegible… la crisis aún no resuelta en este país es epistémica. Está relacionada con el conocimiento, con cómo sabemos lo que sabemos… Cuando la furia instintiva se traduce en tercas fantasías sobre fraudes y conspiraciones, ¿cómo apagamos el incendio? ¿Cómo se debate con un hombre que no deja hablar?. La “ética del discurso”, por usar las palabras de Jürgen Habermas, empieza por el respeto mutuo y el consenso sobre las reglas del juego”.
Habla de Trump y de Estados Unidos, podría hablar de López Obrador y de México. La pregunta ahí queda: ¿cómo se debate con un hombre que no deja hablar?.