11-02-2021 En apenas una semana elementos de la secretaria de seguridad capitalina, que encabeza Omar García Harfuch, lograron decomisar casi mil 700 kilogramos de cocaína pura en tres operativos diferentes, uno en Villa Coapa, con más de 800 kilos de cocaína decomisados, al día siguiente otro depósito en Ciudad Nezahualcoyotl, también con poco más de 800 kilos, el martes un departamento en la Narvarte con 62 kilos. En enero se habían decomisado otros 600 kilos en la Colonia Industrial.
Los decomisos han llamado profundamente la atención porque no sólo han sido golpes muy certeros de las autoridades de seguridad de la ciudad, sino porque también confirman que el narcotráfico en la capital del país no se limita al narcomenudeo y a fenómenos locales.
Durante años las autoridades locales y federales sostenían que no había cárteles en la ciudad de México, que en todo caso en la capital del país sólo vivían familias de narcos pero que precisamente por eso no operaban. No era verdad. No sólo porque al ser la ciudad de México el principal centro urbano del país es también el más importante centro de consumo de drogas.
Siempre ha habido operadores y organizaciones que distribuían drogas en la ciudad (como en Monterrey o Guadalajara, o en cualquier centro turístico) con una estructura relativamente sofisticada y relacionadas con otras organizaciones criminales mayores. Pero también siempre ha habido grandes operaciones de narcotráfico, como contamos en el libro La Nueva Guerra, del Chapo al fentanilo, Grijalbo 2020.
El aeropuerto capitalino, al ser el hub operacional para el transporte aéreo en el país, es uno de los grandes centros de operación del narcotráfico. Controlar el aeropuerto implica tener el control de la llegada y salida de buena parte del comercio y el movimiento de la ciudad y por ende de todo el país. La lucha por ese control se ha llegado a escenificar en enfrentamientos violentos en el propio aeropuerto. Y algo similar ocurre en las terminales de autobuses y la central de abastos que tienen comunicación con todo el país. No es casualidad que desde el cambio de autoridades aduanales y de seguridad en el aeropuerto de la ciudad, que depende del gobierno federal, hayan aumentado dramáticamente los decomisos de todo tipo de droga.
Desde hace unos diez años algo había cambiado en el narcotráfico de la ciudad de México. El peso que comenzaron a tener las organizaciones que se dedicaban al narcomenudeo comenzó a crecer en forma exponencial, de la misma forma en que lo hizo el consumo de drogas en el país y en forma notable en la capital. Esas bandas comenzaron a convertirse en organizaciones con un potencial mucho mayor. Es probable que estos grupos, como la Unión Tepito, no hayan colocado jamás un gramo de droga al otro lado de la frontera, pero no lo necesitaban: su negocio está en la ciudad, en toda el área metropolitana a través del narcomenudeo y extendiéndose, como han hecho todos estos grupos a la hora de controla un territorio, a la expoliación de la sociedad, vía el robo, el secuestro, la extorsión, la trata de personas, la prostitución.
El poderío de estos grupos derivados de su capacidad económica y de operación, y de los innumerables negocios a los que pueden expandir su actividad, determinan su propia capacidad de ir absorbiendo bandas, pandillas, que actuaban en forma autónoma para colocarlos bajo un mismo paraguas operativo. Pero al mismo tiempo, ellos han sido objeto de intentos de absorción, en muchos casos exitosos, de los grandes cárteles del narcotráfico que son los que a su vez les proveen la droga.
El volumen de los decomisos realizados en estos días demuestran que esa cantidad de droga es, por supuesto, mucho mayor que la que puede requerir una organización criminal local para ventas de narcomenudeo, por más intenso que sea el consumo en la capital del país.
Esos son depósitos de cocaína que en este caso tiene que provenir necesariamente de Sudamérica por vía aérea y que desde la ciudad de México se ubica en diferentes mercados, dentro o fuera de la república mexicana. En este sentido, los cárteles locales, enfrentados entre sí, terminan siendo extensiones de los cárteles mayores cuyo objetivo pasa por el control del aeropuerto, de las centrales camioneras y de otros espacios importantes, como la central de abastos.
La diferencia es que durante años esa realidad de alguna forma se ocultó o minimizó. Lo que también cambió es que desde la llegada de García Harfuch a la Secretaría de Seguridad capitalina se decidió atacar tanto a las bandas de narcomenudeo y otros delitos conexos, como a las grandes organizaciones criminales que operan en la ciudad.
Desde entonces se han ido desintegrando las células de los cárteles antagónicos de narcomenudeo y en la medida en que se ha subido por la pirámide delincuencial se ha podido llegar ahora a algunos de los grandes centros de acopio de organizaciones de alcance nacional. Esta es la importancia de los decomisos realizados en los últimos días. Y pronto veremos repercusiones derivadas de esos golpes.