3-03-2021 El reemplazo de todos los mandos de las aduanas en Tamaulipas y Nuevo Léon, lo mismo que el discurso del director de Aduanas, Horacio Duarte, al darles posesión, es un capítulo más del enfrentamiento de la federación con el gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca.
En un contexto de duras denuncias y solicitud de desafuero contra el gobernador, entre acusaciones que involucran negocios como el tráfico ilegal de combustibles, el cambio de los mandos aduanales, reemplazados todos por militares de alto nivel, es mucho más que un mensaje. Exhibe con claridad que, más allá de las vicisitudes que vaya a tener el proceso contra el gobernador en San Lázaro y en la legislatura local, la Federación está dispuesta a disputar el control de estado a un mandatario con el que está en franca confrontación.
Y que además luce debilitado luego de la virtual fractura que tuvo la Alianza Federalista en torno a su defensa. En esta coyuntura la única salida de Cabeza de Vaca parece ser una fuga hacia adelante y tratar de repetir, aunque ello se vea hoy muy lejano, un movimiento como el que realizó en su momento López Obrador, que convirtió un desafuero en una lanzadera política que lo convirtió en figura nacional. Pero la distancia entre las dos historias y los dos personajes paree ser demasiada.
Al mismo tiempo que esto sucedía en la frontera de Tamaulipas y Nuevo León con Texas, el primer encuentro virtual entre el presidente López Obrador y su homólogo estadounidense Joe Biden se desarrollaba con cordialidad pero sin acuerdos.
No hay química. López Obrador rescató su llamado a respetar la soberanía, Biden el sentido de igualdad entre ambos países pero ninguno de los temas centrales estuvieron sobre la mesa: desde horas antes de la comunicación entre ambos presidentes en plena conferencia de prensa en la Casa Blanca se había descartado la posibilidad de compartir vacunas con México, al mismo tiempo que López Obrador decía que la contrarreforma energética, un tema de franca preocupación entre empresarios de la Unión Americana, no interferiría en la relación con Estados Unidos, lo que es, por lo menos optimista, porque el discurso de Biden y sus políticas van en sentido abiertamente contrario al de la administración López Obrador.
Lo cierto es que ni siquiera se celebraron en la parte mexicana las iniciativas migratorias de Biden, las más amplias desde el gobierno de Ronald Reagan, ni se establecieron acuerdos en los otros tres temas centrales de la relación: la energía, en el contexto del TMEC y la complementación económica, la seguridad y la lucha contra la pandemia.
No sé si, parafraseando a Borges, algún día unirá el espanto a los dos mandatarios, pero definitivamente no los une el amor. López Obrador y Trump podrían estar en muchos temas en las antípodas, pero el estilo y la forma de comunicación, ajeno a las institucionalidad y los protocolos, mucho más personal que programático, es absolutamente ajeno a Biden y eso se refleja sobre todo cuando se lee la versión completa de la conversación que difundieron en la Casa Blanca. Es muy pronto para saber cómo se desarrollará la relación bilateral pero se antoja que no será fácil.
Mentiras y medias verdades
Resulta incomprensible la forma en la que se trató la hospitalización del subsecretario Hugo López Gatell. Más allá de desearle al funcionario, como aparentemente ocurre, un pronto restablecimiento, no se puede entender porqué se negó durante casi tres días y desde altas instancias de la secretaría de salud y del gobierno federal que estaba hospitalizado cuando ese hecho era incontestable.
Lo grave es que con ello se sigue abonando a la idea de que no se dice la verdad en esas instancias: si se miente sobre la salud del encargado de la pandemia, cualquiera se puede preguntar porqué no se va a mentir sobre la evolución de la propia enfermedad. Creo que no es así, pero cómo evitar que se genere desconfianza.
En fin, un capítulo más de la caótica y poco confiable estrategia de comunicación federal, que con tanta facilidad acusa a comunicadores y medios e ignora sus propias mentiras.
Caídas
En la política se puede pasar con demasiada facilidad de héroe a villano. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, que fue puesto como ejemplo por la forma en que enfrentó la primera fase de la pandemia, en unos días ha quedado prácticamente defenestrado por tres acusaciones de acoso sexual que ya son investigadas por la fiscalía estatal.
Las acusaciones tienen, las tres, un mismo patrón de comportamiento: mujeres de unos 30 años, dos de ellas colaboradoras directas del gobernador, que son acosadas por su jefe que las dobla en edad. Un tercer caso, es el de una mujer, también de esa edad, a la que Cuomo intentó besar y manosear en una boda en la que los dos eran invitados, con el agravante de que de ese hecho existen testigos que respaldan a la mujer e incluso una foto en el momento en el que Cuomo intentaba besarla.
Si a eso suma un mal manejo del programa se vacunación, que borró los éxitos preventivos de la primera etapa de la pandemia en Nueva York, el destino del gobernador parece algo más que ensombrecido.