12-03-2021 Dejemos por un momento de lado el debate sobre si era más conveniente el aeropuerto de Texcoco que el que se construye en Santa Lucía. Aparquemos la validez o no de los datos que dio a conocer la Auditoria Superior de la Federación respecto al costo de cancelar Texcoco. Soy de los que cree que Texcoco tendría que haber sido terminado y que ello habría generado múltiples beneficios. Pero dejemos por un momento eso de lado. Estuve nuevamente, la última visita había sido hace un año, en el nuevo aeropuerto Felipe Angeles, en Santa Lucía, y hay que reconocer que la obra que está realizando la Defensa Nacional allí es trascendente, que avanza a un ritmo vertiginoso y que se realiza con altos grados de eficiencia operativa y financiera.
Estamos a casi exactamente un año de lo que debe ser la inauguración oficial del nuevo aeropuerto y la obra tiene ya un importante avance. La comunicación gubernamental, como en muchos otros temas, abunda en los adjetivos y las descalificaciones, pero carece de explicaciones. Si éstas fueran más transparentes se podría comprender la magnitud de lo que se está creando.
Para construir el nuevo aeropuerto, se tuvo que cambiar de emplazamiento a toda la base aérea militar. Eso ya se ha hecho: la inauguración que hizo el presidente López Obrador en febrero pasado, no fue la del aeropuerto, sino de las nuevas instalaciones militares. La base aérea militar en sí es una obra enorme, con mucho la más grande de América latina, muy superior a la previamente existente y con características operacionales que permiten desplazamientos de todo tipo, desde tropas hasta ayuda humanitaria, a cualquier lugar del país en un máximo de tres horas.
Junto a la base aérea militar se construyó, ya está concluida, toda el área de viviendas para el personal militar y sus familias que se instalarán a vivir allí en los próximos días. Se construyó un hospital militar moderno, el primero postcovid inaugurado en el país, con las normas que la propia pandemia impuso sobre espacios, áreas de entrada y salida, accesos a pacientes, cuidado de médicos. El hospital ya está terminado.
Me impresionó, porque hace unos meses nada de eso existía, la construcción, junto al área de viviendas, del centro destinado a escuelas, desde kínder a preparatoria. Es prácticamente un campus, con aulas modernas, muy bien equipadas y con un auditorio que ya quisiera más de una universidad pública o privada. Esas escuelas estarán abiertas no sólo para las familias que vivan en la base sino también para la población aledaña al aeropuerto. Es de lo mejor, en términos de educación básica, que he visto en el país.
En esa zona habrá también, están a punto de ser concluidos, centros comerciales, cines, dos museos, uno con los restos palentológicos encontrados en la zona y otro de la aviación, que reemplazará al que ya existía en la antigua base miliar pero que era apenas una suerte de hangar. Ambos serán una atracción en sí mismos.
Todo eso se tenía que construir antes de las obras centrales del aeropuerto civil, porque tenían que ser reubicadas las instalaciones de la base aérea. Eso es lo que ya se concluyó y hacia fines de mes estarán las familias instaladas y las escuelas funcionando, lo mismo que el resto del complejo.
Hace unos meses vi cómo se comenzaban a construir las pistas tanto militares como comerciales y las tres ya están completamente terminadas. Ya están muy avanzadas la torre de control y la terminal de pasajeros de la terminal comercial. Apenas se está comenzando con la terminal de carga, porque la misma se erige en zonas donde hay instalaciones antiguas que ahora comenzarán a ser derruidas. En el otro extremo del aeropuerto está la terminal de pasajeros, que ya está tomando ya forma, y que ya cuenta con buena parte de sus “entrañas”, como son los circuitos de manejo de equipajes y abasto de combustible.
Al ritmo que va la obra, no dudo que para el 21 de marzo del 2022 el aeropuerto comercial esté terminado. Antes de fin de este mes de marzo entrará en operación el nuevo diseño del espacio aéreo del centro del país, con nuevos sistemas que abarcarán, de inicio, el actual aeropuerto internacional y Toluca, para que cuando se incorpore el Felipe Angeles, en marzo del 2022, ya esté afianzado y plenamente operativo.
El problema está en las obras de movilidad en torno al aeropuerto, obras que dependen de la ciudad de México, del estado de México, de la secretaría de Comunicaciones y que están claramente retrasadas. Son varias, pero las principales son tres: las que conectan con el circuito mexiquense, las de enlace con la autopista México-Pachuca y las del tren ligero que conecta con Lechería. Las tres obras están rezagadas y sin ellas se dificultará seriamente acceder al aeropuerto.
Si esas instancias gubernamentales no aceleran drásticamente sus trabajos, tendremos un gran aeropuerto, una enorme base área militar que constituye en realidad un nuevo centro urbano, pero no tendremos las vías de comunicación idóneas para acceder a ellas. Ese es hoy el principal desafío. Por lo pronto, la obra del nuevo aeropuerto es, en sí, notable.