3-06-2021 Si la administración Trump, según ha declarado el ex embajador de Estados Unidos en México, Christopher Landau, tenía como objetivo central y prioritario en la relación con México el tema migratorio, y mientras se cumpliera con esos compromisos el resto de los temas de la agenda bilateral no estaban en la preocupación de la Casa Blanca, con la llegada de Joe Biden todo ese escenario se ha modificado.
Durante la administración Trump el relajamiento de los sistemas de control y mando desde la cima del propio gobierno federal, los constantes cambios en el departamento de la Defensa, de Estado, en el Homeland Security, en la propia jefatura de la oficina de la Casa Blanca, permitieron que muchas de las estrategias políticas se difumiran sin tener responsables específicos y permitiendo a muchas áreas seguir sus propias agendas.
En otro contexto, los intentos que se realizaron desde el departamento de Justicia de realizar una suerte de maxiproceso contra México a partir del juicio del Chapo Guzmán, difícilmente hubieran prosperado, incluyendo capítulos como la detención de Genaro García Luna (a un año y medio de su detención sus fiscales no están aún en condiciones de iniciar un juicio) y mucho menos la del general Salvador Cienfuegos.
De inicio, la administración Biden advirtió que sería diferente. La agenda con la que llegó el nuevo mandatario a la Casa Blanca incluye muchos temas neurálgicos y controvertidos en la relación con México, que ahora abordará en la visita que comenzará el lunes, en pleno proceso postelectoral, la vicepresidenta Kamala Harris, a quien Biden ha hecho responsable de todo lo relacionado con México y Centroamérica, con énfasis en el tema migratorio pero con una agenda mucho más amplia.
Ayer funcionarios del equipo de la poderosa vicepresidenta (encargada de muchas políiicas ejecutivas por el propio Biden, la más reciente, esta misma semana, la de garantizar el derecho al voto de todos los estadounidenses ante los intentos conservadores de restringirlo directa e indirectamente) hablaron de la agenda que abordará en México y Guatemala y obviamente el principal es migración, pero también quiere hablar de la agenda climática, de seguridad, de seguridad alimentaria, de derechos de las mujeres y del Covid. Existen otros temas que son centrales en la relación, como las políticas energéticas, relacionadas con el clima (un capítulo prioritario para Biden y Harris) donde las diferencias con México son manifiestas.
Nadie se equivocaría si decimos que ésta es una visita estratégica para el futuro de la relación bilateral, no sólo por los temas a tratar sino porque todos ellos son parte, también, de la agenda interna de la Unión Americana. La migración afecta coyuntural y directamente a la administración Biden, es prioritario frenar los flujos migratorios y al mismo tiempo dignificar el tratamiento a los migrantes.
Que se haya acabado con el capítulo más vergonzoso, que como país habíamos aceptado sin protestar, como lo era el programa Quédate en México, mediante el cual quienes solicitaban el ingreso a la Unión Americana, sea como asilados o migrantes, debían permanecer en México hasta que algún día se les otorgara ese permiso, es una muy buena señal. En los hechos funcionábamos, aunque ello nunca se reconoció explícitamente, como tercer país seguro, con afectaciones, ahí sí, a la soberanía, a los derechos humanos, pero también con graves desafíos a la seguridad y la salud públicas.
Habrá que ver, con los acuerdos que se construyan en estos días, tanto en la reunión que inició ayer en Costa Rica y donde participan el canciller Marcelo Ebrard y el secretario de Estado, Antony Blinken, como en los encuentros que mantendrá Harris en Guatemala y México, porqué y cómo se reemplaza esa política nefasta y ahora cancelada.
Debemos recordar un punto en el que nuestras autoridades federales no han hecho énfasis: detener los flujos migratorios sin control no sólo es una exigencia de los Estados Unidos, con Trump o con Biden como presidentes, es también y por sobre todo, una exigencia de nuestra seguridad nacional. Pocas cosas son más importantes en ese sentido que el control que un país tenga sobre sus fronteras y sobre el tránsito de personas y mercancías que se den en ella. Y hoy nuestra frontera sur está un poco más protegida, pero sigue siendo una de las fronteras menos controladas y porosas del mundo. Ojalá, en la visita de la vicepresidenta Harris se puedan establecer políticas bilaterales y regionales que garanticen esa seguridad mutua.
Hay muchos más temas en la agenda entre los dos países que son prioritarios. Por eso raya casi en lo ridículo la insistencia en que se cancelen los apoyos que da la USAID a distintas organizaciones no gubernamentales de México, como, entre muchas otras, Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, no de ahora, sino desde que se implementó la Iniciativa Mérida (por cierto le deseamos pronto recuperación del Covid al ex presidente Calderón, que fue quien la suscribió con su homólogo George W. Bush en 2007). Eso no es financiar opositores ni intervenir en asuntos internos de México y en realidad es intrascendente, pero tanta insistencia enturbia una relación bilateral de la que depende el futuro de la región y por supuesto de nuestro país.