21-06-2021
La semana pasada estuve en Aguililla, Michoacán. Más allá de todas las vicisitudes que ha vivido esa comunidad, uno de los temas que me llamó profundamente la atención fue que, durante mucho tiempo, antes de la incursión del CJNG en la zona, la seguridad, es un decir, estuviera garantizada, otro decir, por el cártel entonces hegemónico. Hasta hace unos días, en Aguililla había, literalmente, dos policías municipales. La policía estatal hace tiempo que había abandonado a su suerte el municipio y toda la zona de Tierra Caliente. En el cuartel militar ubicado en la entrada de Aguililla había unos 30 elementos. Hoy hay unas diez veces más militares y poco a poco comienza a instalarse la Guardia Nacional que requiere, por lo menos, la construcción de un cuartel para poder comenzar a operar en la zona.
Todo esto viene a cuento por la propuesta del presidente López Obrador de integrar la Guardia Nacional a la secretaría de la Defensa, en un estatus similar al de la Fuerza Aérea, como un cuerpo militar especializado en garantizar la seguridad interior y pública. Apoyar esa medida es políticamente incorrecto: partidos y especialistas, incluso cercanos a la 4T, hablan de militarización y piden que la GN siga siendo una institución civil. El problema es que no lo es, ni tiene perspectivas de serlo. La GN en los hechos, hoy, desde sus mandos hasta sus tropas, está conformada con un altísimo porcentaje de militares y opera con base en esos mandos operativos, coordinada básicamente con el ejército.
Puede gustar o no, pero ese es el modelo desde sunorigen, y quien llegue al poder en 2024, sea del partido que sea y con la estrategia de seguridad que quiera instrumentar, se va a encontrar con que la Guardia Nacional, apoyada por el ejército y la marina, serán las únicas instituciones con la que contará para tratar de garantizar la seguridad. Y la GN, seamos realistas, debe estar en la Sedena.
No es ni el único país ni la única institución policial de estas características que está vinculada a la Defensa: los Carabineros chilenos o la Policía Nacional en Colombia, por ejemplo, están encuadradas institucionalmente en un esquema similar. Y no creo que el país se militarice porque ese cuerpo de seguridad esté bajo mando militar. Sí creo que será más eficiente.
Porque lo cierto es que no tenemos un cuerpo policial federal con características civiles que pueda reemplazar a la actual GN. Se intentó con la Policía Federal y luego de tres sexenios de construcción, con enormes recursos, esfuerzos institucionales y con aciertos y errores, finalmente se desarticuló un cuerpo que, adaptado a las circunstancias podría, incluso, haber convivido con la Guardia Nacional. Lo cierto es que hoy ya no existe, como no existe ningún modelo policial y de seguridad para todo el país.
Desde su creación, incluso desde sus verdaderos orígenes que se dieron en el sexenio pasado, con una propuesta de la Sedena para la creación de lo que se llamó entonces la Gendarmería, que terminó siendo un cuerpo más de la Policía Federal, la idea de formar la Guardia Nacional partió de la base de que fuera un cuerpo de la Defensa.
No es sólo un tema de mandos, se trata de que se construya una institución con carrera, objetivos, principios homogéneos y equivalentes al ejército: que quien ingrese a la GN piense en hacer allí una carrera, con un escalafón, grados, ingresos, expectativas muy definidas. Hacerlo con una GN fuera de la Sedena no será viable y corremos el riesgo de que terminado este sexenio nos encontremos sin ninguna institución de seguridad federal. Preguntémonos porqué, por ejemplo, un hombre o mujer que ya han hecho una larga carrera en el ejército o la marina decidiría abandonar esa trayectoria profesional para inscribirse en una nueva institución que no le garantizara esas mismas perspectivas.
El problema no es la Guardia Nacional y donde se encuadra (e insisto en que por razones evidentes debe estar en la Sedena), el verdadero problema es que no tenemos un modelo policial para el país. Trataron de esbozarlo Calderón y en menor medida Peña Nieto, pero los avances fueron mínimos. En esta administración la visión centralista de ejercicio del poder, apostó todo a la Guardia Nacional, la única institución real que se ha creado en este sexenio que funciona y tiene resultados (INSABI y otras, son operativa y administrativamente un desastre). Pero la GN por sí sola no es una estrategia de seguridad: requerimos construir fuerzas policiales, civiles, en cada estado, y esas fuerzas deben estar estrechamente vinculadas con la GN haciendo a ésta más eficiente.
No es verdad que no tenemos buenas experiencias en este sentido: la policía de la ciudad de México es un hoy un muy buen ejemplo, pero la de estados como Yucatán, Nuevo León y Coahuila, entre otras pocas, también lo son.
La GN se debe encuadrar en la Defensa, y el gobierno federal debe trabajar con los estados (como se establecía en la ley de seguridad interior que erróneamente se desechó a inicio de sexenio) para conformar un modelo policial homogéneo, operativo, que replique en el ámbito estatal el modelo, en su caso civil, de una GN que, de inicio, por origen y formación, sabíamos que tenía que ser parte de la Defensa.