18-06-2021 Dice el escritor italiano Alessandro Baricco, quien acaba de publicar un magnífico ensayo, titulado Lo que estábamos buscando (Anagrama, 2021) sobre la pandemia y su futuro, que una criatura mítica “es una criatura real a la que los seres humanos hemos dado una dimensión mítica: la cargamos de significados, de consecuencias y de reverberaciones que van mucho más allá del hecho puro y duro. Cuando los humanos hacen esa operación, partiendo por ejemplo de la fascinación por un animal como el toro, llegan a inventar el minotauro y todas las historias que derivan de él”.
La política nacional está plena de mitos en el sentido señalado por el autor de Seda, de criaturas reales a las que que le damos “significados, consecuencias y reverberaciones que van mucho más allá del hecho puro y duro”.
Algo así ocurre con el caso Ayotzinapa, como sucedió antes con el 68 o con muchos otros momentos similares de nuestra historia. Esta semana, la fiscalía investigadora de la desaparición de los jóvenes de la normal de Ayotzinapa dio como un gran hecho que modificaba toda la historia de la investigación, la confirmación por el Instituto de Innsbruck, en Austria, de la identificación de un pequeño resto oseo como perteneciente a Jhosivani Guerrero de la Cruz, uno de los jóvenes desaparecidos en 2014, y que ya había sido identificado en 2015 por la PGR, entocnes bajo la responsabilidad de Arely Gómez. En esa fecha se hizo un estudio que ha dado el mismo resultado que ahora.
La actual instancia investigadora sostiene que esos restos, no se ha divulgado ni cómo ni en qué momento los recogió, fueron encontrados en lo que llamó la barranca de la carnicería, donde asegura que se sacrificó a varios de los jóvenes desaparecidos y sostiene que eso implica la demolición de la llamada verdad histórica, el resultado de la investigación original sobre el tema. Esa comisión está construyendo un mito, está trabajando sobre él y no sobre datos duros.
En el basurero de Cocula, donde las investigaciones más serias, como la que publicamos en el libro La noche de Iguala (2018, Caly Arena) pero sobre todo la que realizó para esas mismas fechas la Comisión Nacional de Derechos Huamnos (por supuesto antes de que asumiera su presidencia Rosario Piedra Ibarra), especifican que allí se incineraron unos 19 de los 43 jóvenes. Fueron detenidos por la policía minicipal, entregados a sicarios de Guerreros Unidos, que pensaban que estaban infiltrados con sus enemigos del cártel de los Rojos (en parte, sólo en una parte, tenían razón), mismos que los asesinaron y a unos 19 de ellos los incineraron en el basurero para posteriormente arrojar parte de sus restos al río San Juan, de donde algunas bolsas con ellos fueron recuperados desde el 2014.
Pues bien, según Google Maps, la barranca de la carnicería, donde se supone que se encontraron los restos de Joshsivani, está exactamente a 850 metros del Basurero. El recorrido en automóvil o camioneta, según Google, y como dicen los sicarios que confesaron la autoría material en ese crimen, se hace en tres minutos. Si fuera a pie se tarda entre uno y otro punto exactamente trece minutos. El basurero y la barranca se encuentran en el camino hacia el río San Juan donde habrían sido arrojados esos restos.
El hecho no desmiente, por el contrario, confirma la dinámica que se dio aquella infausta noche: los jovenes fueron asesinados en la misma zona y por los mismos personajes con el mismo modo de operación. Los sicarios que los llevaron y asesinaron habían confirmado su participación con todo tipo de detalles. La mala noticias que, al igual que otros líderes de Guerreros Unidos, esos sicarios han terminado siendo dejados en libertad por las omisiones y errores de los abogados de los padres y de la actual fiscalía especializada en el caso. En el informe dado a conocer sobre estos últimos hechos, el propio Equipo Argentino de Antropología Forense señala que los restos recogidos en el lugar y que deben enviarse a Innsbruck (uno se pregunta porqué aún no han sido enviados) "se trata en su mayoría de fragmentos óseos severamente fragmentados, la mayoría alterados por exposición a altas temperaturas" o sea incinerados.
Con el caso Ayotzinapa no se descubrirá nada absolutamente nuevo, porque las investigaciones realizadas confirman el eje central sobre el que giró esa matanza y sus verdaderas razones.
Se está construyendo, una vez más, un mito que permita abarcar, bajo su paraguas, una explicación universal que coincida con la verdad que se necesita encontrar para que sea políticamente correcta.
Terminemos con algo más que dice Baricco sobre este ensayo notable: “cuando los humanos hacen elaboraciones míticas a partir de una realidad están, sustancialmente, escribiendo algo. Algo que es parte de ellos, que está en su interior, que está gritando y que, al no poder mirar directamente, escriben en forma de mito. Los mitos no son sólo producciones de la antigüedad. Es más: yo diría que ahora producimos más mitos que los antiguos. Y en todos los mitos está escrito algo sobre nosotros”.