24.01.2021
El decreto por el cual se declaran de interés de la seguridad nacional todas las grandes obras de infraestructura del país, en forma notable el aeropuerto Felipe Angeles, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, es indefendible. Se puede comprender que, como dijo el presidente López Obrador, se toma esa medida para impedir que las obras sea retrasadas con constantes amparos, pero resulta que para eso existe esa figura judicial y si alguien se siente lastimado en sus derechos tiene derecho a ampararse.
¿Qué existe una estrategia opositora en esa operación? Estoy prácticamente seguro que sí, pero lamentablemente o no, eso es parte también del juego político. En todo caso, como en muchos otros ámbitos, se requiere de una justicia mucho más expedita que impida que el recurso del amparo, en este tema como en muchos otros, incluyendo la delincuencia organizada, se convierta en un instrumento para postergar sentencias buscando beneficios extralegales.
Incluso se podría comprender que se establecieran este tipo de medidas para evitar interrumpir obras, pero lo que resulta inexplicable es que se mantenga la secrecía en todos los ámbitos, incluyendo el financiamiento y el otorgamientode contratos. La principal bandera presidencial es combatir la corrupción del pasado. Pues bien, si existe secrecía en todo el ámbito de la construcción de infraestructura,incluyendo contratistas y financiamiento, se fomenta la sospecha y la posibilidad de la corrupción. La transparencia no consiste en decir que se es transparente, sino en que los otros lo puedan comprobar.
En realidad, lo que habría que hacer es exactamente lo contrario a lo decidido: colocar una verdadera lupa sobre el financiamiento y los contratos de las obras para evitar cualquier sospecha.
Es un error grave, pero ello no implica, como se ha afirmado con insistencia, sumado este decreto al discurso del secretario de la Defensa, el general Luis Crescencio Sandoval, de que vamos hacia una dictadura. No es verdad: el decreto es una medida que puede ser impugnado, incluso por el INAI (y eso no ocurre en las dictaduras) y el discurso del general secretario, leído completo y en su contexto, no es un llamado a sumarse a las filas de la 4T. Como decíamos ayer, en realidad es un llamado a la unidad, una exhibición, como lo han hecho en su momento los anteriores secretarios de la Defensa, de su lealtad a su jefe, el presidente de la república, y eso siempre se ha hecho, antes y ahora, poniendo por delante la defensa de la Constitución, que es la principal responsabilidad de nuestros institutos armados.
Las palabras tienen peso, y es tan absurda la descalificación cotidiana que hacen el presidente y sus seguidores de los últimos 30 años de desarrollo del país, en muchos temas, más exitoso que los últimos tres años, como la insistencia de que vamos hacia una dictadura. No estamos ante una dictadura. No soy partidario de la 4T y este gobierno sin duda tiene rasgos autoritarios y populistas, puede ser errático y depende mucho más de la cosmovisión y las convicciones de un solo hombre que de la fortaleza de sus instituciones.
Pero no es una dictadura: en México funciona el congreso (aunque el oficialismo, como lo hace en otros países, aplique la aplanadora legislativa usando su mayoría relativa); funciona el poder judicial y la Suprema Corte ha mostrado autonomía para ejercer sus atribuciones; existen organismo autónomos, tan poderosos como el INE, el INAIo el TEPJF, aunque sean criticados desde el oficialismo; las oposiciones no son perseguidas sistemáticamente, aunque haya abusos; los gobiernos locales son autónomos, lo mismo que sus legislaturas; existe libertad de prensa (pese a que varios funcionarios la detestan), de reunión, de manifestación.
Quien haya vivido una dictadura sabe que en ellas nada de eso es posible ni viable. Olvidemos las terribles dictaduras de los años 70 en la región, veamos hoy lo que se vive en Cuba, Nicaragua o Venezuela para compararlo. No sé si el presidente López Obrador tiene o no simpatía por esos regímenes (en el caso de Cuba, como ocurría con sus antecesores priístas, es evidente que sí) pero más allá de sus fobias y de injusticias cometidas contra alguno de sus antiguos enemigos, el caso más notable es el de Rosario Robles, no se ha impuesto ninguna dictadura, y las fuerzas armadas tampoco están actuando en esa lógica.
Creo que buena parte de nuestra izquierda sigue añorando la revolución armada que nunca se cruzó en su camino, así como sectores auténticamente democráticos siguen temiendo una dictadura que como tal no existió antes ni existe ahora. Hay autoritarismo, populismo, se cometen errores que pueden llevar a crisis políticas, económicas y sociales muy costosas, como ya ha ocurrido en el pasado, pero el sistema y las instituciones, incluyendo las fuerzas armadas, han tenido la fortaleza como para no caer en un régimen antidemocrático. Las palabras tienen peso. En política no hay nada peor que las profecías autocumplidas.