4.03.2022 Como suele decir Barack Obama, podemos tener diferentes opiniones pero no podemos tener diferentes hechos: los datos duros son objetivos y deben ser la base de cualquier debate serio. Pero en nuestro país, la insistencia en tener otros datos y el revisionismo histórico contamina cualquier posibilidad de tener ese debate circular del que tanto se habla en las mañanera y que paradójicamente se niega en forma sistemática.
A partir de la masacre de San José de Gracia eso se ha puesto de manifiesto en forma palpable. Las autoridades han diseñado la narrativa sobre lo sucedido ese día en el que fueron fusilados, ese es el término porque eso es lo que se ve en los videos, después de poner en duda incluso que se hubieran producido esos hechos y argumentando que no existía constancia del crimen porque no se habían recuperado los restos. Los testimonios abrumadores de la población, los videos, y al final las propias declaraciones oficiales han demostrado que la masacre sí existió, que esos hombres fueron fusilados por un comando muy numeroso que se desplazó sin que nadie lo molestara, que las autoridades locales no intervinieron pero fueron incluso testigos de lo sucedido, que tampoco informaron a las fuerzas estatales y federales que se terminaron enterando de lo sucedido por las redes sociales. Tardaron cinco horas en llegar al lugar de los hechos, cuando ya las aceras habían sido lavadas para borrar huellas (aunque sin embargo quedaron en toda la zona huellas hemáticas y otros restos humanos) y los cuerpos levantados.
Se justificó por ese desastre de seguridad el presidente López Obrador argumentando que todo esto es responsabilidad del gobierno de Calderón porque esos grupos surgieron durante esa administración: sencillamente no es verdad.
Sus orígenes están en Michoacán, antes de que iniciara el gobierno de Calderón y cuando era gobernador el ahora coordinador de asesores del presidente López Obrador, Lázaro Cárdenas Batel, hijo del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.
Fue Lázaro quien pidió apoyo al gobierno de Calderón que acababa de asumir porque la situación en Michoacán se estaba deteriorando a niveles alarmantes. Había nacido en esas fechas la Familia Michoacana y estaba enfrentada con otro cártel, el de los Valencia, uno de cuyos líderes era Nemesio Oseguera, El Mencho, originario de Aguililla.
Cuando asumió Leonel Godoy la situación se deterioró dramáticamente porque parte del equipo de seguridad del gobernador estaba relacionado con la Familia. En el michoacanazo se desarticuló buena parte de esa estructura que incluía desde funcionarios hasta presidentes municipales. Pero un acuerdo del gobierno local con jueces y con el PRD, llevó a la liberación de casi todos los detenidos.
Quedó prófugo Julio César Godoy Toscano, medio hermano del gobernador que, pese a que tenía una orden de aprehensión acusado de ser un operador de La Tuta, el líder de la Familia Michoacana, fue elegido diputado federal por el PRD. Para burlar la justicia, en octubre del 2010, Godoy Toscano fue ingresado al recinto de San Lázaro, escondido en la cajuela del automóvil del entonces diputado y ahora subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, con el objetivo de burlar el operativo de seguridad que buscaba evitar que tomara protesta y tuviera fuero.
En un acto bochornoso el hermano del gobernador rindió protesta y se convirtió en diputado por el PRD, donde entonces militaban López Obrador y buena parte de quienes ahora forman parte de Morena. La PGR solicitó a la Cámara de Diputados iniciar el proceso de desafuero contra Godoy. Se difundió entonces una llamada entre Godoy y la Tuta donde quedaba en claro la estrecha relación entre ambos, que La Tuta no sólo apoyaba política y financieramente su candidatura sino que también como intimidaba a sus adversarios.
En diciembre de 2010 la Cámara de Diputados aprobó, con la oposición del PRD, el desafuero de Godoy Toscano, acusado de lavado de dinero, narcotráfico y delincuencia organizada. Pero escondieron a Godoy y le permitieron darse a la fuga. Nunca más se supo de él hasta que su medio hermano Leonel, anunció, ya en 2020, que había regresado a Michoacán. Ninguna autoridad ha hecho nada, desde entonces para detenerlo.
El origen de la Familia Michoacana, que se convirtió en los Caballeros Templarios y ahora en Cárteles Unidos, nació durante aquellos gobiernos del PRD en Michoacán.
Tampoco el CJNG nació durante el calderonismo. Sus orígenes están en los Valencia, de los que ya formaba parte, sin ser líder, El Mencho. Son expulsados de Michoacan por la Familia y se convierten en el cártel del Milenio, se refugiaron en Jalisco y se pusieron a las órdenes de Nacho Coronel. Luego de que Coronel fue muerto en 2010 se unen a los Cuinis. Y luego se independizaron del cártel de Sinaloa y formaron el CJNG. Era gobierno de Peña.
Calderón prácticamente destruyó a la Familia Michoacana, cuyos restos se convirtieron en los Templarios, y destruyó las redes de Coronel en Jalisco. El cártel de Sinaloa, cuyos orígenes están con Amado Carrillo en los años 80 y luego de su muerte en 1997, se fraccionó en varios grupos que a partir del 2004, gobierno de Fox, entraron en guerra entre sí y con los Zetas, sicarios del cártel de Osiel Cárdenas.
En enero del 2007 Calderón deportó a Estados Unidos, en una operación dirigida por José Luis Santiago Vasconcelos, a todos los líderes que estaban detenidos en México. Hay quienes dicen que esa decisión fue la que le costó la vida a Juan Camilo Mouriño y al propio Santiago Vasconcelos, en el extraño accidente de aviación de noviembre del 2008.
Lo cierto es que la expansión del CJNG y la creación de Cárteles Unidos se dieron durante el pasado y el actual sexenio. Y Sinaloa sigue siendo intocable.