1.07.2022 Hoy el presidente López Obrador festejará los cuatro años de su triunfo electoral de 2018. Ayer, festejó los tres años de creación de la Guardia Nacional, una institución que funciona, con sus limitaciones, fruto sobre todo de lo reciente de su creación, con acierto y buenas perspectivas futuras.
Una de las tres grandes reformas que se proponía aprobar el presidente López Obrador en este 2022, es que la Guardia Nacional, se integre como una rama más de la Secretaría de la Defensa Nacional. No sé si cuanta con los votos en el congreso para esa reforma constitucional que era viable a principios del año. Tampoco ayuda el deterioro que vemos en la situación de seguridad y la cerrazón para analizar, volver a discutir, esa estrategia.
La GN debe ser valorada como lo que intenta ser: una policía nacional, pero en vez de ser civil como lo pretendía la extinta Policía Federal, es, en los hechos y aún sin la reforma, una estructura militar-civil en la SEDENA. Estoy convencido de la necesidad de una policía nacional, y en la coyuntura actual el que la GN sea parte de la Defensa Nacional es, por lo menos operativamente, algo que tiene toda la lógica del mundo: no hay otro espacio institucional donde ubicarla.
Los números de la GN no han sido malos, al contrario: lo confirma el grado de confianza que una institución, aún muy joven, genera en la ciudadanía, similar, un poco por debajo, al del Ejército o la Marina. Los decomisos de drogas, armas, la capacidad operativa de la Guardia Nacional han crecido en forma importante y sustentable durante estos tres años desde su entrada en operación.
Pero no es suficiente. Creo que la GN debe dar ya un paso adelante en la persecusión del crimen, en sus aspectos operativos, debe dejar de ser contemplada como una policía que vigila territorio para ser asumida como una fuerza operativa mucho más firme que en la actualidad.
En el gobierno se insiste, con un mal argumento, en que la GN debe incorporarse a Sedena para que “no se eche a perder”. Las razones por las cuales la GN debe permanecer muy cercana a la Defensa, son otras, sobre todo operativas. Hay innumerables instituciones civiles que no se “echan a perder”, y cuando eso ocurre ninguna lo hace sola, en todo caso depende de las responsabilidades, el control y la auditoría que se haga de ella.
Tampoco, ya lo hemos dicho, todo estaba “echado a perder” en la desaparecida Policía Federal. Como sucede hoy con la GN, la Policía Federal fue una institución naciente que creció en forma exponencial y que en muchos momentos fue rebasada por su propio crecimiento y en ocasiones por su mala relación con las fuerzas militares y de procuración de justicia, federales y estatales. Pero la PF proporcionó cuadros y estructuras muy importantes, sobre todo en el combate al secuestro y en la persecución de líderes del crimen organizado, y contó con infraestructura clave, en parte despues desechada, tanto en áreas de inteligencia como en la Plataforma México.
Ese modelo de policía nacional es el que inspira al de la Guardia Nacional, con la diferencia de que todo se está construyendo desde el ámbito militar. Y esa es una diferencia cualitativa. Se puede y debe avanzar con este modelo. El problema es que si no se establece un modelo policial nacional en forma explícita, con espacios y participación estatal e incluso municipal, la GN, como pasó con la PF, corre el serio riesgo de ser rebasada por la realidad.
Donde mejor funciona la Guardia Nacional es donde hay policías locales fuertes, el mejor ejemplo de ello es la ciudad de México, o estados como Yucatán, Coahuila o incluso Nuevo León. Donde la GN debe comenzar de cero, como en Michoacán, Guerrero o Zacatecas, es donde se enfrenta a mayores problemas operativos y estructurales. Necesitamos una Guardia Nacional que sea, como se pretende, la columna vertebral de un sistema policial que abarque todo el país, y con el que aún no contamos.
Por eso debemos revisar la estrategia de seguridad. Eso requiere de imaginación, recursos y colaboración, pero si no contamos con esos tres prerrequisitos en la lucha contra la inseguridad, simplemente no se podrá avanzar en ella.
García Luna y Cárdenas Palomino
En esa tentación cotidiana del gobierno federal de descalificar todo lo que naciera antes del 1 de diciembre del 2018, en los últimos días el presidente ha insistido en el caso de Genaro García Luna y se ratificó la prisión preventiva de Luis Cárdenas Palomino. Ambos fueron, en su momento, los dos mandos más importantes de la Policía Federal.
El presidente López Obrador declaró, casi todos los días, sobre García Luna, dándolo ya como culpable, pero lo cierto es que su juicio lleva tres años sin comenzar porque, como aquí dijimos, la fiscalía de Nueva York no termina de armar el caso y no tiene pruebas de fondo para vincularlo a los crímenes de los que lo acusa, y esas pruebas tampoco existen en México.
En el caso de Cárdenas Palomino, todo parece ser un entramado que lo que busca, con distintos apoyos políticos, es liberar a Israel Vallarta, el líder de una banda de secuestradores, que era pareja de Florence Cassez. El problema es que Vallarta no es francés como Florence, tiene en su contra demasiados testimonios de víctimas y está acusado por varios otros casos de secuestro. Quieren encarcelar a quien fue un buen policía para liberar a un secuestrador.