8.09.2022 Los dirigentes del PAN y del PRD, Marko Cortés y Jesús Zambrano respectivamente, han anunciado la suspensión temporal de la alianza Va por México, por las divergencias con el presidente del PRI, Alejandro Moreno, respecto a la intervención de los militares en la seguridad y la incorporación de la Guardia Nacional a la Defensa. Es fuerte la versión de que Alito habría cambiado los procesos que se le siguen desde el gobierno campechano, por el apoyo al gobierno federal en este tema neurálgico para el futuro de la seguridad en el país.
Yo no sé si hay un acuerdo en ese sentido. Pero en la reunión del gabinete de seguridad de ayer el presidente López Obrador insistió en que el oficialismo no irá por la propuesta que presentó la diputada priista Yolanda de la Torre, respecto de ampliar el transitorio que le permite a la Defensa Nacional intervenir en temas de seguridad pública llevando ese plazo hasta el 2028. Esa podría ser una salida si no se concretaran las reformas de ley que quiere pasar el ejecutivo, pero lo cierto es que, dentro y fuera del gobierno, van por las reformas de ley más allá de que les pueda ser útil ( y puedan apoyar) la propuesta de la diputada. El hecho es que las reformas de la GN ya pasaron en diputados y se ve difícil que no vayan a pasar entre los senadores, asumiendo que se necesita una mayoría simple para ello.
El verdadero conflicto pasa por otros ámbitos. En este tema se han equivocado en la oposición en casi todo. No sólo porque existe, según encuestas independientes, un 80 por ciento de la población que está de acuerdo con la participación militar en la seguridad, sino también porque cayeron en su propia trampa. La iniciativa que presentó la diputada De la Torre obviamente que no era un acto espontáneo, pero Cortés y Zambrano sobrereaccionaron a una propuesta que no era central en el debate en curso y que hubiera podido ser una salida incluso para ellos.
Por la sencilla razón de que Marko Cortés podrá ser el presidente del PAN, pero el factor de poder real en el blanquiazul son los gobernadores y los presidentes municipales de centros urbanos importantes, y ni uno sólo de ellos se ha pronunciado en contra de la incorporación de la Guardia Nacional a la Defensa, porque sin la participación de la GN y de los militares se destruirían sus esquemas, muchas veces endebles, de seguridad.
Entre los gobernadores panistas, sólo Mauricio Villa en Yucatán y Mauricio Kuri en Querétaro, tienen policías locales funcionales. En la misma situación está la gobernadora entrante de Chihuahua, Maru Campos, que está reconstruyendo el desastre que le dejó Javier Corral. Los demás dependen de la participación militar, incluyendo por supuesto a Guanajuato, donde Diego Sinhué trabaja de la mano con las fuerzas federales para tratar de paliar la violencia en ese estado y entidades como Tamaulipas que, pese a sus graves conflictos políticos, ha logrado avances importantes en los últimos meses en seguridad, con la intervención de las fuerzas militares. En Durango y Aguascalientes, tanto los mandatarios entrantes como los salientes, saben que no podrían sostener su seguridad sin militares, como sucede también en Quintana Roo.
No me imagino a los priístas Alfredo del Mazo y Miguel Riquelme pidiendo que se retiren las fuerzas federales y militares del estado de México o Coahuila. Ni a Samuel García o Enrique Alfaro, de Movimiento Ciudadano, en Nuevo León y Jalisco. Y no lo hacen, más allá de sus propias historias e ideologías, porque tienen que gobernar, y la realidad es muy canija, muy dura a la hora de tratar de garantizar la seguridad, como para reemplazarla por la grilla partidaria.
No se trata de que una alianza anti Morena no sea aconsejable para el 23 o el 24. Creo que podría ser útil y hasta necesaria. Lo que pasa es que esta alianza como estaba planteada hasta el día de hoy, es un acuerdo de las dirigencias partidarias que, salvo espacios muy específicos, como fueron las alcaldías de la CDMX o Durango en la pasada elección, no trasciende hacia las militancias y la gente, donde a muchos priistas se les hace intransitable apoyar a candidatos panistas y viceversa. Es verdad que, como diría Borges, en ocasiones no nos une el amor sino el espanto, pero en política partidaria eso siempre tiene un límite. Y mientras las alianzas no trasciendan los acuerdos de unas dirigencias partidarias, algunas muy cuestionadas, para ser parte de un verdadero movimiento social, los intereses particulares siempre terminarán estando por encima de los comunes.
Varias veces hemos dicho aquí que yo sí creo que la Guardia Nacional tiene que ser parte de la Defensa, no como un sistema de seguridad pública ideal, sino como una forma de enfrentar la realidad, mientras se construye ese sistema policial que no tenemos, que no se está discutiendo ni proponiendo. En parte también por los intereses partidarios de coyuntura. Cuando uno lee a uno de los mayores detractores del ejército mexicano ahora convertido en un creyente de que las fuerzas militares renacieron sólo por el cambio de sexenio, ignorando que la carrera militar es transexenal, suena tan ridículo como cuando uno descubre a panistas o priístas renegando de unas fuerzas armadas que fueron claves cuando les tocó estar a cargo de la administración federal.
Unos y otros demuestran que no comprendían, ni antes ni ahora, de lo que están hablando. Mucho menos lo que está en juego.