20.09.2022 Mientras la noticia mundial eran las exequias de la reina Isabel II, y en México no salimos aún del asombro por el tercer sismo en la misma fecha, 19 de septiembre, éste afortunadamente con un saldo mucho menos costoso en vidas y daños materiales que los de 1985 y 2017 (lo que demuestra que, por lo menos en ese tema, algo hemos hecho bien), la noticia de la liberación en Estados Unidos de Dámaso López Serrano, el llamado Mini Lic, hijo de Dámaso López, apodado El Licenciado, quien fuera uno de los principales operdores del Chapo Guzmán, pasó prácticamente desapercibida.
Es difícil recordar a un jefe de la droga, aunque sea emergente, que se haya entregado voluntariamente a la DEA en Estados Unidos, como lo hizo en agosto de 2017 Dámaso López Serrano, el Mini Lic, de entonces 33 años. No era un personaje menor. Su padre fue el hombre que ayudó a El Chapo Guzmán a escapar del penal de Puente Grande en 2001, y fue ascendiendo en la línea de mando del Cártel del Sinaloa hasta convertirse en el principal operador del Chapo, que es a su vez el padrino del propio Mini Lic.
Dámaso padre había sido detenido en mayo del 2017 en la ciudad de México. Su hijo, el Mini Lic, manejaba a su grupo de sicarios, violentísimo, apodados Los Ántrax. El Licenciado pensó que iba ser el sucesor de El Chapo una vez que éste fue deportado a Estados Unidos, pero en ese camino se cruzaron los hijos de El Chapo y su socio desde los años 90: Ismael El Mayo Zambada.
Cuando Dámaso, El Licenciado, fue detenido, no se ablandó rápidamente: comenzó amenazando a los funcionarios que habían dado con él. Con el paso de las horas quiso negociar su seguridad (no quería ir al mismo reclusorio que El Chapo) y quería garantizar la seguridad de su hijo, el Mini Lic, porque afirmaba que sino lo iban a matar. Tenía razón. A los pocos días comenzó a caer la estructura de protección del joven López Serrano. Primero cayeron sus custodias y miembros de Los Ántrax, en un operativo en Tláhuac. Pero al Mini Lic, como había dicho su padre, lo acechaba más la muerte que la detención: los innumerables ajustes de cuentas que se dieron en Sinaloa en esos meses del 2017 están marcadas por el enfrentamiento entre los juniors que hasta poco antes habían sido casi familia: los hijos de El Chapo y el de Dámaso. El origen del enfrentamiento es casi ridículo: el Mini Lic y los hijos de El Chapo iniciaron esa confrontación, que costó decenas de muertos, porque los chapitos consideraban que el corrido que le habían hecho al Mini Lic, como jefe de los Antrax, era mejor que el que le habían compuesto a ellos.
Dámaso y luego su hijo se acercaron en ese contexto al Chapito Isidro, jefe de uno de los remanentes de los Beltrán Leyva, enemigo del cártel de Sinaloa, y al propio Cártel Jalisco Nueva Generación. En sus declaraciones, después de su detención, El Licenciado aseguró que no tenía un acuerdo con el CJNG y que incluso no conocía a El Mencho, Nemesio Oseguera, el líder de esa organización criminal. Pero existen muchos otros indicios que mostrarían lo contrario: fuentes militares aseguran que esa relación se mantuvo desde la época en que el CJNG era un apéndice del Cártel de Sinaloa y Dámaso era el principal operador de El Chapo.
La idea del Mini Lic, dicen las investigaciones realizadas en México, era convertirse en una suerte de aliado del CJNG en la operación del Cártel de Sinaloa. Pero para eso tenía que eliminar tanto a los hijos de El Chapo como a otros operadores de ese grupo. El Mini Lic perdió esa pelea y quedó cercado. El mismo día de la detención de su padre, era liberado El Mudo, Miguel Angel Guzmán Loera, uno de los hermanos del Chapo y de los operadores de mayor confianza de la familia. También el mismo día que se detuvo a Dámaso López murió de un sorpresivo infarto su jefe de seguridad en Sinaloa. Se llamaba David López y supuestamente murió infartado en medio de un enfrentamiento con fuerzas de seguridad. Y su operador financiero y de logística, Víctor Geovanny González Sepúlveda, era detenido en Azcapotzalco. El grupo de Dámaso se quedó, en unas pocas horas, sin su líder, sin su jefe de seguridad y sin su operador financiero. Les quedaban recursos y sicarios, pero no cerebros. Al poco tiempo todo se derrumbó.
Fue cuando el Mini Lic se entregó a la DEA, convirtiéndose en un valioso, dijo la juez que ordenó su liberación, colaborador de la justicia estadounidense. Antes se había entregado también su más cercano operador, apodado El Quinceañero, quien se encargaba de sus finanzas. Antes de entregarse, el Mini Lic ordenó uno de los asesinatos más sonados de los últimos años en Sinaloa, el del periodista Javier Valdez.
Ahora, sin cumplir la mínima condena de seis años que le habían impuesto, quedó en libertad. Antes pagó una multa de un millón de dólares en efectivo. México ha pedido su extradición por haber ordenado el asesinato de Javier Valdez. Nada indicaba que la misma fuera otorgada, por lo menos no mientras Rafael Caro Quintero no recibiera una extradición recíproca, de México a Estados Unidos. Pero esa es otra historia.