Post marcha: lo que viene

15.11.2022 

Ayer, nuevamente, en la mañanera, el presidente López Obrador siguió sumando rencores contra la marcha del domingo, sin comprender que por respeto a su investidura, por lo menos tendría que respetar a los decenas de miles que marcharon rechazando su propuesta de reforma electoral.

Como siempre, lo que hizo fue todo lo contrario: una fuga hacia adelante, insistiendo en una reforma que ya está muerta en el congreso. Pero, además, sin comprender que la marcha y el fracaso de la reforma electoral sólo es el capítulo inicial de un año, el 2023 que estará pleno de contratiempos graves creados por su propio gobierno.

La reforma electoral, insistimos, no pasará. Incluso la presencia de Alejandro Moreno ayer en la marcha es una señal de que ni siquiera los sectores mejor dispuestos del PRI (salvo aparentemente Alejandro Murat) están dispuestos a apoyarla. Pero no se trata sólo de los opositores. En el senado, Morena está dividido como consecuencia de la ilegal andanada de Layda Sansores, con todo el apoyo oficial, contra Ricardo Monreal. Este ha dicho que en diciembre definirá mucho de su futuro. Y en ese sentido pensar en que en la cámara alta pasarán las reformas que quiera el presidente sin cambiarles ni una coma, como dice, parece una utopía.

Más allá de sus problemas internos vienen momentos sombríos para la administración federal. La economía no crecerá como se dice en el paquete económico 2023 y la inflación seguirá estando muy alta incluso con tasas superiores al 10 por ciento, las más elevadas en años.

En ese ámbito, los primeros encuentros con los representantes comerciales de Estados Unidos sobre el tema energético han demostrado dos cosas: primero, la profunda división en el gobierno federal sobre el tema, reflejado en las declaraciones de Tatiana Clouthier, y segundo que la línea dura que lleva Raquel Buenrostro estará destinada al fracaso. Aquella declaración presidencial de que Estados Unidos no irá a los páneles de controversia ha quedado como una más de las que suele hacer el mandatario: una expresión de deseos sin base en la realidad.

En este y en otros sentidos, los resultados de las elecciones en Estados Unidos, que ameritan un análisis mucho más detallado, son una pésima noticia para el gobierno federal. Muchos apostaron en el primer plano gubernamental a una derrota de un Joe Biden al que consideran un presidente débil y siguieron apostando, como lo hicieron en las elecciones pasadas, a la llamada ola roja de Donald Trump.

Les salió exactamente al revés: Biden no es un personaje popular, no es Clinton, ni Obama, pero el gran derrotado no fue él, fue Trump: perdieron sus candidatos, perdió su discurso, apenas podrá el partido republicano recuperar la cámara de representantes y los demócratas mantuvieron el senado. Las figuras ascendentes en el partido republicano en todo caso son el gobernador Ron de Santis y el senador Marco Rubio, los dos con posiciones muy duras contra López Obrador. Un Biden que, ante estos resultados, insistirá sus posiciones en torno al medio ambiente, la energía, la reconversión industrial, la seguridad y la migración, al tiempo que desde el congreso estadounidense, que tampoco tiene una buena relación con el presidente López Obrador (recordemos los exabruptos contra distintos legisladores, demócratas y republicanos, entre ellos los muy influyentes Bob Menéndez y Marco Rubio), también habrá mayores reclamos y presiones, a las que La Casa Blanca tendrá que ser más receptiva.

En todo esto la seguridad seguirá siendo un capítulo que no se puede ignorar, hacia afuera y hacia adentro. Es verdad que el gobierno federal ha endurecido dramáticamente su política migratoria y ha aceptado ser una suerte de tercer país seguro para los migrantes que intentan cruzar a la Unión Americana.

Pero también es verdad que la migración parece una ola incontenible, que crece cada día más y que con simples medidas de control, por más duras que sean, no se detendrá. El tema migratorio fue uno de los puntos débiles de los demócratas en estos comicios, no debilitarán sus posiciones.

Tampoco lo harán con la epidemia de opiacios y con el tema del fentanilo ilegal, opacado en estos comicios en algunos estados por la decisión de la Corte sobre el aborto, que volcó a un número inesperado de mujeres en estados del medio oeste en favor de los demócratas.

Para nosotros, migración y drogas deben tener, además, otra lectura y la misma pasa por la violencia, los homicidios y los feminicidios. Y en eso no hay avances, en realidad, lo que tenemos son retrocesos, y sobre todo los feminicidios ya se están convirtiendo en un fenómeno en el que el gobierno federal no ha logrado avance alguno y ello comenzará a reflejarse también en la movilización social y las urnas.

Viene un año muy difícil, muy complejo, donde se exacerbará la polarización, porque la línea que ha decidido adoptar la administración federal, como lo vimos ante la marcha y la propuesta de reforma electoral (o incluso la negoación del TMEC con EU y Canadá) es el endurecimiento, que se refleja también en la actitud de sus precandidatos, en particular de dos de ellos, Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López. Y eso endurecerá también las oposiciones, dentro y fuera. No es, ni remotamente un buen escenario.

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