​¿Quién quiere resucitar el caso Cienfuegos?

15.12.2022 

No entiendo cuál es el sentido de revivir, a partir de una investigación periodística publicada por el New York Times con información proporcionada por el grupo de la DEA y la fiscalía de Nueva York que ordenó su detención, el caso del general Salvador Cienfuegos, la detención de la que fue objeto el ex secretario de la Defensa, hace dos años, al llegar a Los Angeles, y su liberación un mes después.

El largo reportaje es una versión detallada de lo que se divulgó a principios de 2021, cuando la FGR exoneró a Cienfuegos y la Fiscalía dio a conocer el documento que envía enviado la justicia estadounidense para justificar la detención del General. El haber difundido parte de la investigación que envió la DEA sobre el general Cienfuegos puede haber vulnerado alguna norma y dificultó a corto plazo la relación bilateral en términos de seguridad(particularmente con la DEA) con Estados Unidos, pero el poder conocer de primera mano qué es lo que investigó esa agencia, ahora ampliado y refrendado en el citado reportaje, muestra lo endeble de las acusaciones, las conexiones inverisímiles que se hicieron para detener al General, ysirvió, también, para otras cinco cosas: primero, para confirmar la decisión de la FGR de que no había la más mínima relación de Cienfuegos con grupos criminales;segundo, para comprobar que la chapucería no es un atributosólo de alguna de nuestras agencias de investigación.

Tercero, que quien llevó adelante esa investigación no fue ni la DEA ni el departamento de Justicia como tales, sino un grupo de la DEA y otro de la fiscalía de Nueva York, que llegaron a ordenar la detención del General sin conocimiento pleno de sus jefes e incluso del secretario de justicia de la Unión Americana. Como dijimos desde entonces, esos investigadores y fiscales tenían en su estrategia construir un megaproceso sobre México, similar al que esa fiscalía, décadas atrás, había realizado sobre las cinco familias de la mafia de Nueva York.

Cuarto, que la información era absolutamente endeble y que sólo retorciendo la realidad se podía construir un caso. Y quinto, se constata la indignación que esa detención generó en las fuerzas armadas y en buena parte del gobierno mexicano, como se narra sobre la reunión que mantuvo Marcelo Ebrard con el entonces embajador Landeau.

Lo cierto es que la investigación contada en forma tan extensa por Golden, alcanza, aunque la intención de la publicación haya sido exactamente la contraria, niveles inverosímiles y ratifica lo que dijimos sobre este caso desde de que fuera detenido Cienfuegos: no estábamos hablando de una acusación a un militar, sino al ejército y las fuerzas armadas y por extensión al Estado mexicano, una acusación que trasciende un sexenio y que no tenía, en este caso,sustento.

Quien se ocupe en revisar las 750 páginas enviadas en su momento, en buena medida reiteradas en este reportaje de casi 80 páginas, verá que la acusación no tiene sentido, que se trata de comunicaciones entre dos narcotraficantes de segunda categoría, el H2 y el H9, de un cártel local, y cuando escribe un personaje llamado el Padrino o el Zepeda es evidente que no se trata de un secretario de la Defensa: no hay dos palabras sin una grave falta de ortografía, la sintaxis a veces es incomprensible (en la traducción adjunta en inglés, que fue la que se les entregó a los jueces de ese país todo está perfectamente bien escrito, perdiéndose entonces buena parte del sentido real de esas comunicaciones), se habla de cosas insólitas como que el presunto Zepeda les entregue barcos a los traficantes o se encuentre con ellos en una brecha de Nayarit, de cantidades entregadas en persona. Ni siquiera la descripción física de Cienfuegos se apega a la realidad (es “chaparro y blanco” le dice el H9 al H2). En el informe y en el reportaje es evidente de que uno de los traficantes, el H9 está embaucando al H2 para que le dé dinero que supuestamente se destinará a Zepeda o a otros políticos y funcionarios, probablemente coludido con el ex fiscal Edgar Veytia, otro delincuente convertido ahora en testigo protegido. Cualquier analista compenetrado contemas del narcotráfico hubiera desechado el involucramiento de Cienfuegos con sólo una revisión superficial del material.

Todo esto sólo se puede comprender en un contexto: el absoluto descontrol que existió en la administración estadounidense, y sobre todo en las áreas de seguridad, durante el final del gobierno de Trump, sobre todo en el departamento de Justicia. Cualquiera que quiera comprobarlo puede leer el libro Furia, de Bob Woodward.

Esto fue parte, también, de la lucha entre agencias que siempre se da al finalizar una administración en Estados Unidos, pero que todo indica que continúa, incluso dentro de las mismas. Cienfuegos poco antes de su detención había estado en Washington, fue recibido con honores, fue homenajeado y condecorado por el propio ejército estadounidense. Según el reportaje del NYT, la DEA en esas fechas llevaba cinco años investigando al General. No tiene sentido, como no lo tendría haber tratado de revivir este caso cuando existe un interés evidente de las autoridades estadounidenses de mejorar la colaboración de México en muchos temas de seguridad.

Decíamos esta misma semana, hablando de la relación bilateral y de seguridad, que el mayor enemigo de la misma son los devaneos ideológicos, en ambos lados de la frontera,y la desconfianza que suele atenazar a instituciones y personajes de los dos países. Haber intentado resucitar el caso Cienfuegos alimenta esas tendencias polarizadoras.

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